Cuando empecé en esto… (iba a decir “la educación”, pero sonaba grandilocuente, y “cuando empecé en esto” tiene un rollo peliculero peligroso, como mercenario o narcotraficante) …Decía, cuando empecé en esto, eché en falta un poco de apoyo en la disciplina.

Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la gestión del aula es la clave de cualquier mejora, los profesores noveles llegamos sin preparación en este aspecto, los cursos de formación raramente lo tratan, y el tema es un tabú misterioso casi-U.S.Army (no digas, no preguntes) que hace que el recién llegado crea que es el único pardillo que no sabe gestionar los conflictos. Tiempo después descubrí que en realidad no era el único pardillo, sino que por alguna razón los profesores nos comportamos como si no hablar de ello hiciera desaparecer el hecho de que somos -todos- unos pardillos.

Así que me prometí que cuando hubiera aprendido alguna cosa, intentaría compartir una batería de propuestas para ayudar en la gestión de lo que se llamaría hoy “ciclogénesis explosivas” en el aula. Algunas de las propuestas no me gustan del todo. Pero claro, me comprometí a escribir las que me habría gustado oír… “cuanto empecé en esto”.

1. Keep it simple

Existe a veces la tentación de hacer algo espectacular. Algo que cierre el conflicto y pasme cualquier atisbo de insurrección… Una reacción teatral. Una sanción (seamos francos, llamémoslo castigo) desproporcionada que clave a todo el mundo en su silla. Desengáñate. Estás compitiendo con “Sálvame Deluxe” y años de experiencia de los alumnos ante ese tipo de estrategias. No tienes nada que hacer. En el mundo en que vivimos, lo que les descoloca es la sensatez. La serenidad.

Evita los gritos (“Fuera de clase!!!!” ) y las sanciones inmediatas y desproporcionadas (“ Una semana sin patio!“). Si has abusado alguna vez de eso ya lo habrás visto. Mantén tu acción simple y ajustada a lo que sucede, no a lo que “hipotéticamente-podría-suceder-si-dejo-pasar-eso”. Tu actitud es el mensaje.

2. Negocia

No tienes porqué resolver todos los problemas tú solo. Cuando haya algún conflicto con algún alumno, negocia con él cómo resolverlo. Quizás no hoy, pero que mañana traiga una propuesta para resolver la situación. Pacta. Naturaleza de la sanción, si la hay. Cuándo. Cómo. Explícale que si lo tienes que resolver tú solo por él, la resolución nunca será tan buena para él.

Pero exige que los acuerdos se cumplan, y se basen en la confianza. Aunque a veces parezca que pasen de todo, son los más interesados en negociar. No pidas la negociación. Ofrécela y dales la opción. Y haz que a la larga descubran que es mejor para ellos participar en resolver los conflictos.

3. Sé razonable cuando sanciones

Orienta las sanciones a la reflexión y la reparación de la conducta, no a infringir punición. No te preocupes de si el daño es proporcional, sino de si la sanción repara. No entres en debates con los otros alumnos para comparar sanciones. Evita el “Tú me has hecho”-entonces-“Yo te hago”. Defiende ante las familias afectadas por el comportamiento de los alumnos el carácter reparador de la sanción. Esto no es una prisión. Es una escuela.

Elige sanciones que puedas gestionar. Si no vas a poder hacer seguimiento de una sanción, es mejor que no la pongas. Genera el hábito de que lo que decides, se cumple. Sólo asegúrate de decidir bien. Cosas que supongan compromiso para el alumno, al fin y al cabo, el responsable de resolver la situación. Identifica tus límites. Evita las sanciones generales a todo un grupo, no sirven para nada bueno. Mantén unos principios generales (pocos) muy claros y evita construir un código militar de 523 apartados sobre el comportamiento en el aula.

No uses las calificaciones como herramienta disciplinaria. Envías un mensaje equivocado al alumno y haces que tu autoridad quede por los suelos. Harry el Sucio diría que es castrante, pero no hagas mucho caso de lo que él diga.

4. Antes, durante y después

Con 30 alumnos en el aula, en algunos casos la gestión del conflicto que podrás hacer en el momento en que éste aparece es poca. Ten esto presente. Si gestionar ese conflicto en el momento deja de ser positivo para el grupo, tendrás que gestionarlo en otro momento. ¿Cómo?

Prevé los conflictos. Felicita a los alumnos por sus progresos en comportamiento. Conversa fuera del aula con los alumnos en los que ves un empeoramiento.

Cuando se haya producido un conflicto, busca después un momento (y un espacio) para charlar con el alumno con calma. Es más eficaz que lo llames más tarde a la hora del patio a charlar que intentar razonar con él inmediatamente después, en medio del pasillo, ante la mirada de sus compañeros.

5. Keep Calm

No contribuyas a empeorar la situación cuando un alumno conteste mal, o pierda los nervios. Sé firme, pero mantén la calma. En general, hablar pausado, sin alzar la voz y con una postura no agresiva (manos en la espalda o las rodillas) puede ayudar. Si esta reacción tuya no calma al alumno, al menos calmará a los demás alumnos con los que estés.

Aunque haya psicólogos que afirmen que en las aulas de secundaria falta adrenalina, tú y yo sabemos cuál es el percal. Y que el psicólogo en cuestión no ha puesto un pie en su vida en una aula de 2 de ESO a las 13:00 del mediodía. Así que cultiva tu flow. Keep Calm.

Evita humillar a los alumnos, aunque te hayan faltado al respeto: faltarles a ellos al respeto no mejorará la situación. Si tú también necesitas calmarte, espera a calmarte y analiza porqué estás alterado/a antes de emprender la resolución del conflicto.

Fomenta un clima de calma en el aula. Cállate cuando haya ruido de fondo y continúa cuando se haya recuperado el silencio. No alces la voz por encima del barullo.

6. Tú, tú, tú….eres

Tú no haces los deberes. Tú me interrumpes. Tú estás gritando en el aula. Tú me faltas al respeto. Eres un irresponsable. Eres un gamberro.

Aunque puedan parecer cursis, usar frases del tipo “Me molesta mucho que me interrumpas cuando estoy hablando” o “Prefiero que uses otro tono cuando hables conmigo o con tus compañeros” dichas con seriedad y respeto tiene más efecto que cualquier acusación dirigida como una flecha al frágil ego de un adolescente.

Evita calificar a las personas (“Eres un vago”), centra tu discurso en las conductas (“No presentas las tareas”). Es posible que el alumno en cuestión sea un vago. O que existan otras explicaciones a su conducta. En todo caso, cualquier resolución queda eliminada al calificarlo de “vago”. Es algo que lo justifica y le da un rol (ambas cosas por las que los adolescentes se pirran).

En la medida de lo posible, enséñales a expresarse también ellos asertivamente.

7. Recortar por la línea de puntos

En todos los centros hay papeles y formularios para conceder sanciones. La mayoría de las veces sirven para “derivar” el conflicto a otros profesionales del centro. Si tienes que dejar constancia, evita “descargar” en un texto escrito. Limítate a los hechos.

No cargues en los demás (tutores, jefes de estudios,…) los conflictos que brotan en tu clase. Busca asesoramiento, ayuda, mediación…pero debes estar en primera línea del conflicto. Los alumnos no son tontos. Detectan a la legua qué profesor va a afrontar y resolver los conflictos y qué profesor los va a esquivar hasta que su aula sea el caos absoluto. Y en el aula estarás solo/a.

Un conflicto es una lesión en la relación de respeto, colaboración y confianza que hay que restaurar. Si los alumnos ven que no tratas con ellos directamente el conflicto, los conflictos se reproducirán. Si tienes que hacer el papel, hazlo. Pero no renuncies a gestionar el conflicto con el alumno.

Entiende que la frustración tiñe muchas veces de acusaciones a alumnos, profesorado o familias ante la gestión de un conflicto y alguna vez esta frustración se dirigirá contra ti. No es nada personal contigo.

8. Sé presente

Algunas veces -especialmente cuando se trata de alumnos que no conoces- lo más cómodo sería evitar conflictos. Pero nadie va creer que lo que les pides es que obedezcan las normas si cuando las infringen fuera de tu aula (pero en tu presencia) tú “pasas” como si no fuera contigo.

Interviene en los conflictos que surjan en espacios comunes (pasillos, patios, aulas vacías,…) aunque no sean tus alumnos, ni sea tu hora ni (dios! porqué a mí?) tuvieras que estar allí. Hazte cargo, y haz seguimiento de lo que pudiera derivarse del conflicto.

Los alumnos mantienen sus comportamientos inadecuados ante los profes que ven que “pasan” y se autoregulan ante profes que “están presentes”. Aunque lo deseable es que se regulen sin este esquema de control, acuérdate de que tampoco los adultos somos los mismos en ausencia de él.

Ésta es tu tarjeta de presentación: “Hola, soy Tal y me hago cargo de los conflictos”. Usa las guardias para conocer mejor al alumnado.

9. Uno con uno

Una versión más productiva del “uno contra uno”. Porque en el conflicto no eres tú contra el alumno, sino los dos contra la ignorancia*. Tú ignoras porqué reacciona así. Él/la seguramente también lo ignora. Tú ignoras qué se puede hacer para resolverlo. Él/la seguro que tiene una pista para eso. Pero si desarrollas las conversaciones en medio del aula tanto tú como el alumno estáis coartados por vuestros roles en el aula. Busca el espacio y el momento adecuado. Aunque tengas hora libre. Procura cambiar de escenario, evita hablar en la sala de guardia: un banco en el patio, en la cantina,…

Evita inmiscuírte en la conversación de otro profesor con un alumno si no te lo piden. Ofrécete a mediar sólo cuando las cosas se estén saliendo de madre.

*Frase prestada de Boris Mir | @lamirada vía Sergi del Moral @sergidelmoral

10. Se trata de pelar una cebolla, no de romper un cascarón

No seas impaciente en las conversaciones con los alumnos alrededor de conflictos. Deja para las películas de Matt Damon eso de las frases geniales que hacen que los personajes se derrumben y se conviertan en seres cristalinos.

Conseguir que un adolescente salga de su coraza significa mucha confianza, mucho trabajo. Y no lo conseguirás con todos. No te desanimes ni te enfades si cuando intentas establecer una conversación franca con un alumno/a éste reacciona cerrándose y dándoselas de duro o a cachondeo.

Insiste hasta donde lo creas conveniente. Quizás otra charla la semana siguiente. O la otra. Acepta que el que los alumnos se abran a alguien depende de cosas que quizás no están a tu alcance. Tú haz tu parte. Time is on my side. Deja que las cosas maduren.

Interésate por ellos. Haz que vean que “les ves” como entes individuales. Felicita los cumpleaños, elogia una jersey o un peinado, pregúntales de qué es el bocadillo o por qué están tristes (o alegres) hoy.  Somos personas. Los vínculos no aparecen de la nada. Y sin ellos sólo te queda la autoridad (quizás ni tan sólo eso: es difícil aceptar una autoridad que no crea vínculos).

11. Esto no es un hospital

Nadie se va a morir, ni se está quemando nada. Ten presente la cantidad de tensión artificial que se añade a los conflictos sólo por “en lo que podrían convertirse”. Está bien que lo tengas presente, pero añadir artificialmente urgencia o importancia a las cosas sólo va a hacer más rígido el conjunto. Sonríe y ríete de las barbaridades que sueltan los alumnos (y soltamos los profes). Relájate.

Asume que los alumnos son adolescentes, no niños de cinco años. Tomarán sus propias decisiones y tú no puedes hacerte responsable de todas ellas. A lo mejor un alumno/a que “perdemos” en el instituto vuelve 4 años después a explicar que se está sacando la ESO, y que debió aprovechar más el tiempo. Simplemente, no era su momento.

Evita centrar todas las conversaciones o reuniones de equipo docente en la disciplina, porque eso genera una visión distorsionada de la conflictividad en el centro, y aumenta la desconfianza entre profes y alumnos.

12. Comunica. Comparte.

No te encierres cuando algo te afecte. Cuando algo te saque de tus casillas, cuando te sientas impotente con un/a alumno/a, una situación…explícalo. Sé consciente de que los conflictos en el aula son una situación de estrés que afecta tu bienestar laboral.

No cierres la puerta de tu clase porque estés preocupado por si algún alumno no se comporta y se ve desde fuera. No te culpabilices. Estás haciendo lo que puedes. Esconder los fracasos es la mejor manera de no aprender nunca. Observa a otros compañeros gestionar conflictos. Según la confianza, comenta con ellos la gestión que hacen y porqué lo hacen así.

En la medida de lo posible, intenta tener visiones compartidas con el resto de profesorado. Si cada profe permite o promueve cosas distintas en la convicencia en el aula, es más complicado que los alumnos sepan cómo desenvolverse.

13. No amenaces

Si consideras que tienes que sancionar a alguien, hazlo. Si consideras que sólo debes advertirlo de que su comportamiento no es correcto, adviértelo. Si consideras que debes simular que no has visto/oído algo, simula. Pero no amenaces.

Si sigues así, voy a tener que castigarte…”. “Como hagas eso otra vez, te quedas sin patio”.

No concretes una sanción en público sin hablar antes con el interesado. Y mucho menos antes de que incurra en la falta, no sea que tu terrible amenaza se convierta en el reto que todo adolescente (sanamente) pide. No conviertas la sanción de algo reparador a un intercambio de agresiones que puede medirse y calcularse. Porque medirán y calcularán.

Son adolescentes. La incertidumbre es lo que peor llevan. Así que guarda tus cartas, usa la incertidumbre en tu beneficio y enséñales a afrontarla.

14. Son chavales, y tienen necesidades. Ténlo en cuenta.

Sí, son susceptibles. Sí, son incapaces de estar bien sentados.

En la mayoría de los casos, están sentados seis horas al día, algo completamente incongruente con su momento del desarrollo y que tú no soportarías (intenta recordar el último claustro).

Incorpora pautas en las que tengas en cuenta sus necesidades. Pregunta cómo están cuando entres en clase, aunque ya lo veas en sus caras. Haz explícita tu preocupación por su bienestar. Si hace calor, abre las ventanas. Si alguien está casi aprisionado entre dos mesas, haz que se muevan las mesas necesarias hasta que haya espacio suficiente.

Evita endiñarles rollos infumables o broncas generales de diez minutos. Un poco de respeto. Procura diversificar los tipos de actividades y incluir algunas en las que haya que moverse o conversar en grupos.

Haz que todo el mundo se sienta seguro. No permitas las agresiones, aunque sean verbales.

No entres en seguida después del profesor anterior. O, mejor: entra, deja tus cosas y sal al pasillo, donde los veas. Dales una pausa. Pacta con ellos que tienen cinco minutos para charlar. Si te preocupa que se arme jaleo, diles que pueden charlar de lo que quieran sin levantarse. Verás que de todos modos no es necesario: si llegas a un pacto sano con ellos, sabrán estar dispuestos para tu clase.

15. Habla con ellos de enseñanza, conocimiento y de la gestión del aula

Aunque a veces no lo parezca, tú y tus alumnos tenéis un proyecto en común: su aprendizaje.

Explicita ese proyecto. Explícales porqué eliges unas actividades y no otras, porqué has considerado importante poner tal pregunta en el examen. Pregúntales qué actividad ha ido mejor, pídeles que analicen porqué. Comparte la responsabilidad de lo que ocurre en el aula.

Si no estás satisfecho con una actividad, o no sabes muy bien cómo funcionará díselo. Comparte con ellos tu incertidumbre, házlos cómplices de lo que ocurre en el aula: “La actividad de hoy es un poco distinta. Necesito que me ayudéis, porque no sé muy bien si funcionará. ¿Cuento con vosotros?”.

Si hay algún problema crónico de comportamiento, trátalo con ellos como una “tutoría de asignatura”, en la que cada uno pueda expresar qué situaciones le molestan.

Generar empatía es clave para que los conflictos aparezcan de un modo más productivo. Intenta hablar con ellos de lo que “es conveniente hacer” para conseguir aprender en lugar de lo que “deben hacer” porque lo dices tú.

16. Admite que tú sí coges manía

“Me tiene manía” es la excusa general ante cualquier conflicto.

No lo escondas. Admítelo: Sí. Te tengo manía. Lo cual, traducido a un lenguaje menos escolar, significa que no confío en ti.

En el mundo real, cuando la pegas muchas veces, la gente deja de confiar en ti. Explica a los alumnos que tú también eres una persona y pierdes la confianza en los alumnos que abusan. Y que es trabajo suyo recuperarla. Como sucede en el mundo real. Pero estamos en la escuela: explícales cómo se recupera la confianza (disculparse, pacto, compromiso).

17. No te des el rollo guay

Cuando tengas que tratar un conflicto con un alumno, no porque uses expresiones como “joder, macho” o “la madre que te parió”  te van a escuchar más. No vayas del palo guay. Eres su profe, no su colega.

No infantilices a los alumnos, y ofréceles la oportunidad de presenciar un modelo adulto que no necesita usar palabrotas o gritar para conectar con los demás. Para algunos de ellos es una situación de lo más exótica, pues muchos van cortos de referentes de personas razonables. Así que no te sorprendas si te observan como un National Geographic, sólo convéncelos de que esa forma de resolver los problemas es, de hecho, bastante habitual también fuera de la escuela.

18. Haz que se expresen y exprésate

Haz una pausa antes de decir lo que piensas del conflicto. Permite que ellos se expresen primero. Si cuesta que “suelten” frases, recurre a trucos típicos (repite las últimas dos palabras de su última frase, compara lo que dicen con lo que diría otro,…). Pídeles un texto, un dibujo, alguna representación suya de lo que ha ocurrido. Analízalo con él/ella. Si no está bien hecho, que lo corrijan. Intenta que surja de ello algún compromiso. Guarda el resultado, a lo mejor os es útil sacarlo en posteriores encuentros.

Usa la comunicación no verbal. Sonríe. Gesticula. Observa cómo gesticulan ellos: el modo cómo se sientan, cómo ponen las manos, si te miran a la cara…son cosas que debes observar para ver si la comunicación es real o no.

19. Pide perdón

Si te equivocas, pide disculpas. Si ofendes a alguien, pide perdón.

No puedes pretender que ellos sean cívicos y usen las tres expresiones cívicas (gracias, por favor, perdón) si tú no lo haces.

No hagas trampas. Si has ofendido a un alumno delante de sus compañeros discúlpate también en su presencia. Muéstrales que disculparte cuando te equivocas es algo natural y no exige ningún esfuerzo, ni implica sumisión. Defiende que cuando uno pide perdón lo hace porque es lo correcto, no sólo porque le obliguen o para conseguir que lo excusen.

Exige lo mismo de ellos. Aunque cometan un error pequeño: enséñales a disculparse. Diles que disculparse es gratis.

Es difícil que logres compensar la imagen de tantos políticos tan poco éticos, pero al menos habrás anotado un tanto en favor de los modelos cívicos.

20. No hay sambenitos

Aunque está muy extendida la imagen del “profe flojo” y el “profe duro”, la verdad es que los roles de cada profesor pueden cambiar (y, de hecho, lo hacen) con cada grupo que se encuentra.

Considéralo una oportunidad para evolucionar, y no te preocupes demasiado por si los alumnos te consideran un profe flojo o duro. Eso irá cambiando con el tiempo. Tú preocúpate de ser el tipo de profe que quieres ser, y de que en el aula ocurran las cosas que quieres que ocurran.

Ten presente que eso también es así para los alumnos. Algunos alumnos que te habrán presentado como difíciles pueden ser los líderes positivos del grupo en tu clase, o pasar desapercibidos.

21. Haz que afloren los conflictos

A veces, parece que una aula sin conflictos es una aula bien gestionada, pero en realidad, es un desastre educativo. ¿Qué tipo de personas puede habitar un espacio tan reducido sin que haya conflictos?

Si no ves conflictos en tu aula, puede haber una explicación: estan ahí, pero tan reprimidos que acabarán haciendo daño a alguien. Lo natural y lo sano son los conflictos. No te obceques pensando en que los conflictos no te permiten “avanzar” con la materia. Los conflictos son una oportunidad educativa. Si los empiezas a considerar parte de tu trabajo (y no algo que te impide hacerlo), mejorará tu relación con tu trabajo.

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IMPORTANTE Actualización 13/02/18:

Este post es el principio de una historia que tiene su continuación en el post del profesor Daniel Carril, docente y amigo, en su post titulado “21 conceptos que me hubiera gustado saber cuando empecé en esto (de la educación)“, que te recomiendo leer.

Es posible, incluso, que pienses que Dani y yo nos hemos dejado un par de cosas que debería saber alguien que empieza en esto.

Es posible que nos hayamos dejado exactamente 21.

Si es así, quizás deberías plantearte ser el autor del tercer post sobre 21 conceptos que me hubiera gustado saber…”. Ojalá sea así. Ojalá un día 21 posts sobre 21 conceptos que allanen la entrada de los profes a este fantástico, salvaje, impresionante mundo del aula.

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