Tengo amigos preocupados por la educación. Me preguntan, a veces, sobre escuelas, métodos pedagógicos, o tal o cual centro. Sobre si lo del inglés a los 3 años sirve para algo o si lo del Kumon es para tener hijos inteligentes o muy, muy inteligentes. A lo que respondo que lo uno y lo otro sirven para que alguien se saque una pasta jugando con las prisas de los padres por colocar laboralmente a su hijo desde ya.
Aún así, es una buena noticia que se hable de educación. Existe una inquietud, la sensación de que algo importante para nuestros hijos se cuece. Y el temor a que nos den gato por liebre en la educación de nuestros hijos. Eso está bien. Quien más quien menos ha oído hablar de Ken Robinson y se llena la boca con la creatividad (aunque luego nunca se plantee cocinar con sus hijos).
Pero la forma en la que eso se encarna ha resultado ser dañina para esa educación que nos preocupa. Padres que acuden con cuadernos de notas a jornadas de puertas abiertas a las escuelas (que, al parecer, tienen las puertas cerradas los otros días). Escuelas que intentan vender su método (?) más allá de lo posible (y de lo verídico). Discusiones de pedagogía (y derivados) en los bares, televisiones y periódicos. Leyendas urbanas que se transmiten de oreja a oreja “En tal escuela trabajan por proyectos”. “En tal otra enseñan (aprenden?) inglés desde los 3 años”. “En tal otra escriben a los 4”. “Pues en la otra dan clase en el patio y hacen el pino-puente mientras tocan el violín”.
Se abre la veda para la caza de la mejor escuela para los retoños. Empadronamientos ficticios cual codazo burocrático. Y la escuela y la educación se convierten en un producto de consumo instantáneo en lugar de una construcción conjunta de familias y profesionales. Y, como cualquier otra dinámica capitalista, el resultado es, siempre, la desigualdad: Las familias preocupadas por la educación consiguen llevar a sus niños a escuelas escogidas (públicas o privadas) a las que van hijos de otras familias preocupadas por la educación. Las familias menos preocupadas por la educación coinciden (oh, sorpresa!) en llevar a sus hijos a las escuelas de su barrio, donde coinciden con los hijos de otras familias menos preocupadas por la educación. Ghettización educativa. Substituir “preocupadas por la educación” por “pudientes y cultas” y tendremos un retrato bastante transparente de lo que está ocurriendo.
Y cuando una escuela de barrio pierde a las familias preocupadas por la educación, huídas a mejores pastos, los niños que se educarán en esa escuela tienen un problema: los que podían (y debían) defender la calidad de la educación pública implicándose en esa escuela (no, no son sólo los profes) han escapado a una solución individual para SUS hijos.
Es legítimo preocuparse por la educación de nuestros hijos. Y es también evidente que la humillación inflingida por la LOMCE al Consejo Escolar y la nunca reconocida labor de las AMPAs parecen invitar al “sálvese quien pueda”. Pues bien. Creo que es importante que sepamos que no todo el mundo puede. Y que en nuestra huída, las familias preocupadas por la educación estamos dejando en la estacada a otros niños que merecen las mismas oportunidades que los nuestros.
Así que mi respuesta sobre qué escuela elegir es clara: si estás comprometido con la educación, lleva a tus hijos a la escuela pública de tu barrio. Y si no quieres ir a las puertas abiertas, no vayas (total, te van a colar lo que quieran. Te lo digo yo, que soy profe y participo en esos sidrales). Pero ve a las reuniones de consejo escolar y del AMPA. De paso, al verte pasearte por el centro como Pedro por su casa, tus hijos aprenderán que sus padres parecen interesados en lo que hacen en el cole (será algo importante?) y que la ciudadanía y la igualdad se ejercen (y se aprenden), no en oasis, sino en el mundo real.
Las familias comprometidas con la educación no podemos permitirnos alimentar ghettos educativos. Lo cuenta muy bien un experto en pedagogía, Elvis Presley, en su tratado In the ghetto:
People, don’t you understand
The child needs a helping hand
Or he’ll grow to be an angry young man some day
Take a look at you and me,
Are we too blind to see,
Do we simply turn our heads
In the ghetto
As the snow flies
On a cold and gray Chicago mornin’
A poor little baby child is born
In the ghetto
And his mama cries
Cause if there’s one thing that she don’t need
It’s another hungry mouth to feed
In the ghetto
People, don’t you understand
The child needs a helping hand
Or he’ll grow to be an angry young man some day
Take a look at you and me,
Are we too blind to see,
Do we simply turn our heads
And look the other way
Well the world turns
And a hungry little boy with a runny nose
Plays in the street as the cold wind blows
In the ghetto
And his hunger burns
So he starts to roam the streets at night
And he learns how to steal
And he learns how to fight
In the ghetto
Then one night in desperation
A young man breaks away
He buys a gun, steals a car,
Tries to run, but he don’t get far
And his mama cries
As a crowd gathers ’round an angry young man
Face down on the street with a gun in his hand
In the ghetto
As her young man dies,
On a cold and gray Chicago mornin’,
Another little baby child is born
In the ghetto
And his mama cries