Lo de la clasificación de los seres vivos lo llevamos regular.

La cosa ya empezó a estropearse con la manida frase de que los seres vivos “nacen,crecen, se reproducen y mueren” que no nos cuadraba (en parte por la ingente cantidad de seres vivos que no crecen nunca y la connotación animal de nacer), así que hicimos lo que en catalán se llama “sortir per peteneres” y saltamos a las funciones vitales “alimentarse, relacionarse, reproducirse”.

Pero ni por ésas: cuando habíamos establecido un perímetro conceptual de seguridad que dejaba a los virus en una especie de limbo ontológico, vinieron los priones (proteínas como el kuru que “se reproducen”) a joder la marrana: el descenso de “lo vivo” al nivel molecular parecía indicar que no existía un límite cualitativo entre la reacción bioquímica y la vida, para santiguación de metafísicos y demás antropocéntricos. Así que hicimos lo que cualquiera haría para intentar resolver un problema: hacerlo más complicado. Recurrimos a la termodinámica. No hay nada que no pueda complicarse más usando la termodinámica. Embolica que fa fort.

Podría un ser vivo ser algo que mantiene su propio orden químico (anabolismo, homeóstasis, reproducción) creando desorden químico en su exterior? (catabolismo, depredación). Lo que parecía funcionar, hasta que una cosa tan simple como el fuego cumplió la definición y nos llevó de vuelta a la casilla de salida “nacen, crecen, se reproducen y mueren”, que al menos no contiene “se alimentan” y permite incluir un poco mejor a los virus y priones, mira tú por dónde.

Así que no sabemos muy bien qué es un ser vivo, pero aun así decidimos clasificar eso-que-no-sabemos-muy-bien-si-es-o-no-es. Insistiendo en la línea de resolver las cosas haciéndolas más complicadas.

Ala. A clasificar.

La cosa empezó por Linné, que hizo una clasificación inicial en dos Reinos (Vegetales y Animales). No tardaron en darse cuenta que había por ahí unos bichitos diminutos y “aparecieron” los reinos de los Protoctistas y las Moneras, hasta que Whittaker (1969) añadió a los reinos anteriores (Animales, Plantas, Protoctistas y Moneras), el quinto reino de los Hongos. Ya teníamos los Cinco Reinos que explicamos en 1ºde ESO, que recibieron el apoyo de datos de filogenia molecular (lo de los genes) por obra de Margulis y Schwartz).

reinos20de20seres20vivos

Pero claro. Estamos hablando de la vida. Y del inútil intento de contenerla. De controlalla y clasificalla. Ya tuvimos que “aceptar barco como animal acuático” al ubicar como pudimos los Líquenes como simbiosis de Alga (Protoctista) y Hongo filamentoso, intentando contener lo inevitable. Pero resulta que eso de la simbiosis es algo fastidiosamente recurrente en una vida esencialmente promiscua.

Y tuvimos también que asumir como pecado original que todos los Eucariotas (esto incluye a los Animales, Plantas, Protoctistas y Hongos) somos el resultado de una simbiosis perpetua entre dos bacterias, y que una de ellas pasó a ser nuestra mitocondria. Es una historia antigua de familia de las que se guardan en un armario y no se mencionan en las cenas de Navidad de los Cinco Reinos. Lo pasado, pasado está. Aunque la historia se repitiera con los Cloroplastos. Qui no té un all té una ceba. Los trapos sucios no hay que airearlos, todo perdonado y sigamos adelante. Vamos a llamarlo “Teoría Endosimbiótica” y dejémoslo como está. Ala. Cinco Reinos. Nada que ver. Circulen.

Una familia con un montón de cadáveres en el armario

Pero investigaciones recientes sugieren que además los actuales eucariotas (donde estamos todos menos las Moneras y los desterrados Virus y Priones) procedemos de la fusión de genomas (o simbiogénesis) de una Archeobacteria y una Eubacteria. Así que la cosa habría ido mucho más allá de que una bacteria “adoptara” unas cuantas mitocondrias. Eso no fue un “aquí te pillo aquí te mato”, sino una aventura con todas las de la ley. Pero la cosa no acaba aquí. Escandalosamente, otra investigación indica que las Plantas serían el resultado de la simbiogénesis entre un Protoctista y una Cianobacteria). No vols caldo, té tres tasses.

Así que una descripción bastante acertada de los principios de la diversidad de la vida sería “Se liaron todos con todos”. Dirían en francés. “Sacré bordel”. Que en castellano significa lo que parece que significa. Y procuramos llevarlo con la discrección posible para compaginarlo con los Cinco Reinos y las buenas costumbres.

Y en estas aparece una noticia sorprendente: un protoctista, Monocercomonoides, no tiene mitocondrias, a pesar de ser Eucariota. Para que lo entendáis, es como si en una familia obrera donde todos son de Podemos, el primo Juan se presentara a la mesa con su pin de Ciudadanos. Silencio tenso. Miradas cruzadas. Ruido de masticación y cubiertos. “¿Por qué, Juan, por qué?”

 

Resignación. El armario de los secretos de família estarà más apretado, pero cabrá. Pero aparece una segunda noticia resulta que un caracol llamado Elysia chlorotica ,a pesar de ser un animal, es capaz de hacer la fotosíntesis porque usa cloroplastos de una alga, e incluso incorpora genes nucleares de la alga. Una recaída en la simbiogénesis que empieza a agotar la paciencia. Más silencios de masticación, mientras mamá Planta intenta reprimir sin éxito la sonrisa sardónica “así que no soy el único” del primo Juan-sin-mitocondrias.

Así que no es extraño que todo salte por los aires cuando aparece una tercera noticia según la cual se ha descubierto que un Líquen en concreto estaría formado por la simbiosis de una alga, un hongo filamentoso…y una levadura! Hasta aquí podíamos llegar, Vida. Una cosa es que te vayas apañando con simbiosis de estranjis, pero tríos….¡tríos no! ¡Marrana!

Y los profesores de secundaria contenemos como podemos los diques de los Cinco Reinos, apretando muy fuerte los ojos, mientras arrecia el temporal, intentando explicar de forma desvinculada de la evolución porqué Hongos y Protoctistas no forman un solo Reino, sin que a los alumnos les parezca que les robamos la cartera.

Pero los taxónomos lo tienen peor. Uno se imagina al pobre taxónomo intentando organizar todo este desbarajuste, siguiendo la pista de algas, moluscos, protoctistos, y arqueobacterias entregados al desenfreno promiscuo durante millones de años en una orgía genética permanente, siguiendo con la mirada entre suplicante y exasperada los ir i venir de protoctistas libidinosos y levaduras inquietas, perdiendo la paciencia y la flema. Dejando las gafas sobre la mesa,  y, perdidos los nervios, explotando en un otrora famoso: ¡“Se sienten, coño”!