En el fondo, el que nos metió en todo eso inicialmente fue Kilpatrick, que en 1918 tuvo la ocurrencia de publicar un panfleto, llamado “The Project Method. The use of the Purposeful Act in the educative process“. Menuda lió. Y en ese lío andamos todavía metidos.
Una de las cosas geniales que Kilpatrick perpetró en ese panfleto fue poner en evidencia la importancia de un propósito en el aprendizaje. Y se le ocurrió que según el propósito, existían proyectos orientados a un producto, a una experiencia estética, a resolver un problema e incluso a desarrollar un aprendizaje concreto del tipo “Igualar reacciones químicas” o “Tocar un instrumento“.
Y así, para entendernos, podríamos resumir en:
- el Aprendizaje Basado en Proyectos (en el que existe un propósito externo al aprendizaje que lo impulsa)
- los Proyectos de Aprendizaje (en los que el alumnado se apropia de un objetivo de aprendizaje)*.
Parece claro que en el Aprendizaje Basado en Proyectos (#ABP) los alumnos aprenden mediante la Instrumentalización y Contextualización de los objetivos de aprendizaje, (p.e: trabajar la madera, elaborar proyectos técnicos, flotabilidad, densidad, empuje, etc…) en el marco de un objetivo del proyecto (p.e: construir un barco que flote).
Y mantener esa esquizofrénica dualidad de objetivos (objetivos del proyecto y objetivos de aprendizaje) además de ser complicado, puede parecerse al juego del trilero.
Qué es la bolita y porqué a veces no está donde debería.
En ocasiones, el objetivo externo brilla por su ausencia, y hacemos proyectos de “Los egipcios” o “La célula” en la que, en realidad, no hacemos Aprendizaje Basado en Proyectos, sino Proyectos de Aprendizaje. En esos proyectos, habitualmente formulados como “Investigar sobre…” “Aprender sobre…” lo que se está instrumentalizando en realidad no son los objetivos de aprendizaje, sino una serie de habilidades y competencias de Aprender a Aprender desvinculadas de un contenido concreto (buscar y seleccionar información, realizar experimentos, presentar de forma correcta según un estándar,…) que no constaban en nuestra lista teórica de objetivos de aprendizaje, sino que hemos añadido después (nada que objetar), substituyéndolos (algo que objetar). Es algo que también está bien. Pero no es lo mismo. Es lo que llamaríamos el Síndrome del Hilo Conductor.
En otras, cuidamos de establecer un Problema o Conflicto Externo relevante (Una campaña de prevención sobre las enfermedades de transmisión sexual), pero sin darnos cuenta, lo que se acaba instrumentalizando no son los contenidos que pretendemos que los alumnos aprendan (métodos de prevención y diagnóstico), sino que el Conflicto acaba encaramado a la Actividad o el Contexto (cómo hacer un tríptico, cómo elegir a una población diana para una campaña, cómo ilustrar con imágenes un concepto,...). De nuevo, el conflicto no está ubicado en la intersección entre contenidos, actividad y contexto, sino que ha abandonado los contenidos, que asisten como invitados de piedra a la exposición de trípticos y cuñas radiofónicas. Es algo que nos ocurre a menudo al centrar el conflicto en un producto cultural (exposición, campaña, etc…).
Porque: si el conflicto no está en contacto íntimo con los contenidos… ¿Podemos realmente decir que los han instrumentalizado y por ello los han aprendido mejor?
Mantengamos el conflicto vinculado a los contenidos. Eso no implica renunciar a la campaña de prevención sobre las enfermedades de transmisión sexual. Pero…¿No sería mejor que esos estudiantes elaboraran una obra de teatro de improvisación ubicada en una consulta médica en la que distintos casos tuvieran que ser resueltos por los alumnos, su resolución votada por el público y discutida a continuación? ¿Un ImproShow médico? Sí. Lo sé. Menuda conexión con la realidad. Oye: es una lluvia de ideas, todo vale.
Pero ése no es nuestro único problema. Ojalá.
El otro problema (Proyecto?). La Evaluación.
Si diseñar actividades en las que cuajen de forma natural los objetivos del proyecto y los de aprendizaje es complicado, evaluarlo ya es la repera.
Porque es difícil huir de un cierto estrabismo evaluador y acabar evaluando lo uno (si el barco flota) por lo otro (si saben cortar madera, hacer planos, etc…). En ocasiones el producto final es una buena síntesis del proceso y revelador de la consecución de los objetivos de aprendizaje. En ocasiones no, y acabamos evaluando llana y simplemente si el alumno “ha trabajado” o aspectos de consistencia espectral como el esfuerzo, la creatividad o “el proceso”. Ya hablé de eso una vez al preguntarme cuánta ciencia evaluamos en el trabajo por proyectos.
Así que para ayudar a responder a esa pregunta, y como incursión del proyecto de evaluación competencial IndComp al mundo del #ABP, creamos AssessABP, un programilla para ayudar a profes y alumnos a saber qué criterios se están trabajando y evaluando…a medida que desarrollamos el proyecto.
Resumiendo
En definitiva: que no nos time el trilero de nuestro propio impulso, preguntémonos siempre en nuestros proyectos: ¿Dónde está la bolita? ¿Dónde está realmente el conflicto que deben resolver los alumnos? Porque son ésas, y no otras, las cosas que aprenderán en profundidad. Y, si nos queda tiempo…¿Qué estoy realmente evaluando cuando evalúo en un proyecto?
Y en esto tuvieron la amabilidad de dejarme charlar en compañía de Loquillo y los Trogloditas en la Xarxa de Competències Bàsiques del Departament d’Ensenyament de la Generalitat de Catalunya en septiembre de 2016 (vídeo y presentación disponible). Gracias, Xarxeros.
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*El uso de los términos para distinguir ABP y Proyectos de Aprendizaje en función de la presencia/ausencia de un objetivo externo al aprendizaje es mi humilde aportación personal a complicar todavía más la maraña de léxico alrededor del ABP. No desfallezcamos. Todos juntos podremos hacerlo todavía más complicado. ;-)))