No podemos parar de proyectar. Proyecto p’aquí, proyecto p’allá, sin que a veces tengamos muy claro qué pretendemos que aprendan en tal o cual proyecto. Lo importante es proyectar.

Y en una charla a la que asistí, una vez oí a una profe del público que, escapando de la entrega abducida del resto a la descripción de las Mil Maravillas, musitó a su compañero la frase: “Es como una WebQuest, pero en real“.

Francamente, creo que ella fue quien más aprovechó la charla. Porque parecía ser la única que estableció un contacto entre lo que ya hacía y lo que se le proponía, por un lado.

Pero por el otro, porque supo ver qué comparten los proyectos y las webquests,  qué los convierte en escenarios de enseñanza de habilidades cognitivas de nivel alto.

Pero hay más. Dejadme que os cuente un poco de historia reciente de las WebQuests:

Eran tiempos vacíos. Desérticos, incluso. Estábamos todavía masticando lo de “conceptos, procedimientos y actitudes”. Ya se veía que íbamos mal, porque más allá de una práctica de laboratorio por aquí y una excursión por allí, el discurso pedagógico carecía de formas didácticas reconocibles que lo encarnaran. Estaba todo muy borroso todavía.

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Y empezó a oírse hablar de las WebQuest: al parecer, se trataba de un tipo de actividades en las que a lo largo de varios pasos, los alumnos, trabajando en equipo, respondían a preguntas complejas en base al análisis de distintas fuentes, páginas web o documentos previamente seleccionados por el docente, que ubicaba al paso del alumno como partes de un mapa al que había que dar sentido. Y funcionaba. Los materiales se ofrecían de forma abierta como página web a la que el alumno accedía directamente para tomar la iniciativa con el acompañamiento del docente, lo que en sí era también un modo de compartir recursos docentes con otros profesionales.

Empezó a correrse la voz, y hubo cursos y más cursos. Porque funcionaba. Simplemente, era un tipo de actividad en la que los alumnos aprendían. Fue estupendo que en medio de toda esta bruma algo tomara una forma definida. Que se demostrara que todo ese discurso teòrico pedagógico podía materializarse en actividades de aula.

Pero llegó el torbellino de las TICs, que con buena voluntad, encaramó en la ola tecnófila a las WebQuest y las sacudió hasta tal punto que alguien llegó a creer que lo bueno de las WebQuests era que servían para dar un aire TIC a las programaciones didácticas. Un vínculo envenenado que resultó fatal. Empezaron a brotar WebQuest a porrillo, no siempre buenas. Y cuando la crisis se llevó por delante a las  TIC, en la confusión del momento no vimos como arrastraba consigo a las WebQuest, como un náfrago encaramado en un pecio.

Luego vinieron la Indagación, La Flipped Clasrroom, etc… pero nunca nada tuvo una forma tan clara, una discurso didáctico tan consistente, una aplicabilidad al aula tan evidente, como las WebQuest. Incluyendo el ABP.

Y ya no oímos hablar de WebQuest.

Y aunque ahora parece que no nos acordemos, las primeras veces que oímos hablar de rúbricas y auto-evaluación, fue en las WebQuests.

Y las primeras veces que oímos hablar de trabajo en equipo o cooperativo en secundaria, fue en las WebQuests.

Y las primeras veces que oímos hablar de la pirámide de Bloom y de aumentar la exigencia cognitiva, las primeras veces que quedó ampliamente demostrada una alternativa a la memorización sin sentido, fue en las WebQuests.

Y ahora, nadie habla de ellas. No sé muy bien porqué. No sé si el reconocimiento institucional fue el suficiente. Tampoco si el mundo académico dedicó suficiente tiempo a rascar en este enfoque ni si supo ver su valor más allá de las TIC.

Tampoco entiendo cómo las distintas àreas de secundaria (sociales, ciencias, lengua, matemáticas,…) no supimos ver que las WebQuest eran la respuesta evidente a la demanda de la formación por Competencias que empezó a aflorar con el naufragio de las TIC y que malentendimos (y algunos todavía malentienden) como una OPA hostil de la pedagogía al discurso de las áreas.

Un olvido injusto e incomprensible. Y que constituye un ejemplo de cómo las modas a veces se llevan por delante propuestas didácticas con fundamento sólo para substituirlas por espejismos. *

Y ya no oímos hablar de WebQuest. Así que,

  • aunque sea sólo porque quizás sea el modo más eficaz de enseñar a nuestros alumnos a tratar información y responder a preguntas complejas,
  • aunque sea sólo porque las WebQuest son, hoy, el modo más razonable de transitar hacia el trabajo por proyectos,
  • aunque sólo sea porque todo eso del pensamiento creativo, espíritu crítico, etc… tenga espacio por recorrer en las WebQuest.
  • aunque sólo sea porque vas loco creando materiales que alomojó ya están hechos:

Pásate por estos repositorios WebQuest y aprende sobre ellas.

Anímate a crear WebQuests de las buenas, de esas en las que el alumno debe valorar fuentes, tomar decisiones, asumir riesgos.

Y da las gracias a la gente de la Comunitat Catalana de WebQuest que estuvo (y está), entre otros, contra viento y marea, mejorando el panorama educativo de forma abierta, colaborativa y rigurosa.

Así que, …WebQuesteros, muchas gracias por empezar a disipar la bruma.

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*Los que estamos en lo del ABP debemos tomar nota de la Historia. Y empezar a sospechar de esta oleada de innovación vacía que se mea en el currículum y las asignaturas y que a golpe de mindfulness y coaching se pone las manos a la cabeza porque el alumno no decide qué aprender. Una oleada que de forma inquietante se amarra al ABP .

Tomemos nota. Y estemos atentos. Y cuando la Gran Ola de merchandising se retire, y vuelva la bruma, no dejemos que se lleve consigo las siluetas reconocibles (como el ABP y las WebQuest) de cómo hacer un buen trabajo en el aula. Para evitar que un desagradable sabor a déjà vu se inscriba en la Historia de las Innovaciones Didácticas.

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