Estem en un moment fantàsticament prolífic de noves idees sobre com ensenyar. O això sembla.

Llegeixo, però, al darrer llibre de Meirieu “Pédagogie, des lieux communs aux concepts clés”, cites i idees que expliquen una història ben diferent.

Édouard Claparède, 1930, sobre les activitats manipulatives “La veritable activitat no és pas l’activitat exterior, és l’activitat de l’esperit a l’encalç del coneixement”.  Hands on, Minds on. Gran reserva, oi?

Sébastien Faure, 1905, sobre activitats de construcció del coneixement “cal partir de les coses concretes, recolzar-se en l’observació, apel·lant l’esperit crític, treballant amb l’experimentació i integrant la verificació i el control dels resultats per el grup”. Inquiry-Based Science Education (IBSE), collita de fa més d’un segle.

No és increïble, que un segle més tard, aquestes propostes siguin encara l’educació del futur, i que tot el que hem estat capaços de fer és trobar-ne noms guais?

No estem perdent el nord, amb tanta nomenclatura i desplegament de Competències Bàsiques? No ens estem quedant només amb els eslògans? Ser profe sense conèixer Freinet, Montessori, Piaget…no ens condemna a inventar contínuament la sopa d’all?

En definitiva…aquests eslògans pedagògics, potser seria bona idea saber qui els va parir, perquè, com, i què volia dir realment. Encara que sigui per evitar que els eslògans se’ns mengin la iniciativa o la capacitat de pensar perquè i com ensenyem.

El mateix Meirieu, diu: com a innovació sovint es presenten propostes que no són més que la proletarització del professorat: un conjunt d’individus que apliquen acríticament propostes, sense necessàriament conèixer-ne o valorar-ne els principis. La (necessària) professionalització del professorat no pot passar per la seva proletarització.

 

La recensió del llibre, publicada a Cuadernos de Pedagogía:


 

El conformista se encuentra siempre en el lado correcto,

tiene todas las respuestas claras en su cabeza.

Es un concentrado de opiniones, que lleva bajo el brazo dos o tres periódicos,

y cuando quiere pensar, piensa de oídas.

[…]

Se entrena a deslizarse por el mar de la mayoría,

es una especie muy común, que vive de palabras, de conversaciones,

por la noche sueña y aparecen sueños de otros soñadores.”

 

Esta canción del célebre cantante Giorgio Gabber (“Il conformistahttp://www.youtube.com/watch?v=jJENVSCHoUw ) retumba en mi cabeza durante toda la lectura de este libro.

Sin la ácida ironía de Gabber, y con una constante honestidad y preocupación por dar a su discurso proximidad a lo que ocurre realmente en la educación, Meirieu se plantea en este texto qué parte de los discursos de renovación pedagógica ha conseguido llegar a la actualidad. Constata el autor que las ideas revolucionarias en educación que vieron la luz hace un siglo, se encuentran hoy presentes en la educación actual más como arquetipos inalterables que como puntos de partida de la reflexión pedagógica que los engendró.

Meirieu recorre, a lo largo de cinco capítulos algunos de estos elementos clave de renovación pedagógica, alertando contra la formulaciones naïf y el carácter de mantras dogmáticos que suelen revestirlos. Las metodologías activas, la motivación, la individualización del aprendizaje, la creatividad del alumno, la educación en (y para) la libertad, para Meireu, se están convirtiendo en eslóganes despojados de las incómodas, pero saludables, contradicciones internas que las generaron ¿No estamos perpetuando roles al trabajar en grupos heterogéneos (dirigentes, trabajadores, parados)? ¿Tiene sentido defender la máxima “trabaja y tendrás éxito”? ¿Individualizar los objetivos no es una forma de elitismo? ¿Cuánta estigmatización cabe en un diagnóstico? ¿La atención a la diversidad encierra al alumno en sus propios síntomas? ¿Porqué el tiempo escolar no se ajusta a las actividades de aprendizaje, en lugar de hacerlo al revés? ¿Qué es peor, hacer del alumno una víctima de su entorno social, o un culpable de lo mismo?

No es Meirieu inocente, y deja bien claro que el análisis de estas contradicciones, necesario hacia una nueva ecología del conocimiento que se declara emancipadora, no parece tener cabida en un sistema educativo en fallida que se contenta con “gestionar flujos” mediante tablas Excel y proletarizar a su profesorado, convirtiéndolo en agente aplicador de propuestas, en lugar de actor del cambio. Aún así, y admitiendo el valor que han tenido durante 100 años estos lugares comunes como movilizadores de innovación educativa, lo que Meirieu propone para los alumnos “uno domina realmente una competencia sólo cuando ha comprendido el principio” es también cierto para los educadores, a los que advierte de manejar con delicadeza la conversión de los principios pedagógicos en estrategias didácticas.

El texto se encuentra jalonado de citas y -como no podía ser de otro modo-referencias a figuras clave de la pedagogía. Piaget, Freinet, Montessori, Makarenko, Pestalozzi, en un relato sin concesiones que revela la naturaleza contextual y política de la renovación pedagógica, con abundantes descripciones de experiencias -¡por fin! ¡no todas exitosas!- que muestran una pedagogía creativa, prospectiva y crítica, alejada de concepciones cuantitativas positivistas o de recetas mágicas.

Se dirige Meirieu a responsables de formación de profesorado -a los que advierte del peligro que supone la falta de formación en renovación pedagógica- pero también a maestros, profesores y educadores, que tienen claro que la realidad del aula pide algo más sincero que los eslóganes. Los profesionales de la pedagogía sabrán entender la advertencia urgente que representa el libro: seguir por este camino alimenta la imagen de una pedagogía engolada, naïf y alejada de las aulas, un lujo que nuestros alumnos no pueden permitirse. El texto -no podía ser de otro modo- no es un recetario, sino una invitación a ir más allá, y una alerta para no convertirnos en Il conformista de Gabber.

Cierra Meirieu con un zoom sobre la medicalización de la educación, en un breve, pero puntualizador ensayo que evidencia cuán útil ha sido esta aproximación para una “tribu” que, cada vez más, se desentiende de sus deberes educativos.

El análisis global es tan certero, tan suaves las formas y tan firme el fondo, que sólo una cosa pudiera pedirse a Meirieu. Más. Algunos lugares comunes muy presentes en las aulas, como el ya arquetipo de las competencias básicas, la excelencia, las inteligencias múltiples o la evaluación formativa son rozados “de paso” en este texto y piden a gritos un análisis como el que realiza Meirieu. ¿Un segundo libro? ¿Ojalá!