Leí recientemente que los profesores españoles somos los que menos entramos en el aula de compañeros. No tengo la estadística a mano, pero era algo así como un 15% del profesorado en España versus un 60% en Francia.

Es algo extraño, de algún modo parecemos dar por sentado que no tenemos nada que aprender sobre cómo dar clase o sobre cómo funcionan nuestros alumnos en contextos (o materias) distintos.

Alguien podría sugerir que con intercambiar informaciones o propuestas en las reuniones de equipos docentes o de departamento puede funcionar (primero debería hablarse alguna vez de didáctica en esas reuniones).

Pero no es así. La mayoría de cosas que hacemos bien en el aula, las hacemos sin darnos cuenta. Y las que creemos que hacemos bien, y, por lo tanto, juzgamos útiles para compartir, no son necesariamente las más útiles. Es necesario que veamos las prácticas de los demás con nuestros propios ojos, desde nuestras propias problemáticas, dificultades y dudas.

Porque además, hay algo difícil de explicar. Algo que he intentado explicar junto con Queen en el artículo que este mes de abril publico en la columna “Entre los Umpa-Wampa” en Cuadernos de Pedagogía.

Publicado en “Entre los Umpa Wampa” en Cuadernos de pedagogía, Abril 2014.

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Cocina, pornografía y magia

Y un puñado de sal. Y cuando está al punto, apagas el fuego.

Así terminan muchas recetas. Lo que pasa es que “al punto” es una condición o momento bastante indefinido, casi tanto como “puñado”.

La cocina es un arte oscuro que guarda su magia en lo que no está escrito. Entre las líneas de los ingredientes y los términos indeterminados, como “puñado”, “pizca”, “momentico”, las recetas olvidan lo esencial. Cosas que no se cuentan porque no quedan bien en un libro de recetas. Esas migas de pan que dan espesor. Ese vasito de agua del grifo para “arrejuntar” la salsa.

Pues en la mejora educativa en el aula, lo mismo. “Esto mejor que no se lo digas hasta el final…Sí, tú tienes que estar dentro del augla antes…Mejor si anotas las cuatro etapas al principio, así ellos se sitúan…Deja que circulen entre grupos…antes que escriban lo que van a decir, dales un par de minutos….No hace falta que cada uno tenga un usuario…..Y el material de grupos de lo guardas y te sirve para el año que viene”. Son cosas que no sueles leer en artículos, actividades colgadas o charlas, pero son la clave. Porque sin eso el plato no va a salir o su preparación es tan difícil que nunca vas a cocinarlo. Pero, además, se añade lo que Boris Mir llama “pornografía” de la didáctica. Los platos se presentan perfectos, las partes quemadas o estropeadas por la cuchara del cocinero han quedado atrás.

Y así quedamos lo pinches desorientados. Creyendo que los platos se cocinan sin añadir el vasito de agua. O que siempre salen bien. Y abandonando la cocina.

No necesitamos el último microondas. Ni tampoco más y mejores recetas que especifiquen los grados centígrados del aceite. Y, desde luego, ningún “máster chef” que venga solo a clasificar nuestros platos, dejando a un lado su historia, sus ingredientes.

Necesitamos pinches que sepan “arrejuntar” la salsa. Que sepan cuánto es un puñado de cariño. Que entiendan que no todas las paellas llevan marisco. Cosas, todas ellas, que por ma´s que nos empeñemos no se pueden medir y difícilmente escribir. Y es que, en ocasiones, parece que hablemos de magia. Quizás lo sea. Pero cuando ocurre en el aula, lo sabes. Una armonía secreta que solo tú oyes.

“I’m hearing secret harmonies
The bell that rings inside your mind
Is challenging the doors of time
(It’s a kind of magic)
(It’s a kind of magic)

It’s a kind of Magic (Queen)

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