Durante toda mi vida como docente una de mis mayores preocupaciones ha sido transmitir a mis alumnos el gusto por la lectura, disfrutar de esos «melocotones maduros para leer» tal y como calificaba Sergi Pàmies a esos libros que nos entusiasman, que nos hacen crecer y madurar[1]. Este curso ha sido especialmente difícil: el miedo, la separación física en las clases, la ausencia de salidas didácticas, la organización de materias en cuatrimestres…, así que era el momento de insistir aún más en ese momento de disfrute, de silencio, de evasión.

En el Departamento de Castellano del centro donde hoy ejerzo, establecemos lecturas obligatorias: dos los primeros trimestres y el tercero queda a elección del alumnado. Son lecturas clásicas, con cierta dificultad, en las que el profesor se convierte en mediador[2] y acompaña al menor en ese conocimiento consciente de técnicas narrativas diversas, de tópicos, de temas líricos, de otras épocas, de otras vivencias[3]; con estas actividades y para profundizar en ellas realizamos secuencias didácticas que nos ocupan varias semanas y en las que trabajamos también otras competencias de la materia. Este curso hemos dedicado nuestra atención a Crónica de una muerte anunciada, La casa de Bernarda Alba en 4º, en 3º a El Lazarillo de Tormes y a una adaptación de Romeo y Julieta.

No obstante, seguía faltando esa lectura autónoma[4] de la que no pretendemos realizar ninguna actividad académica explícita, buscando ese momento de placer pero que todos sabemos lo que realmente se va trabajando poco a poco y de manera inconsciente: concentración, empatía, competencia lingüística…[5]. Así que aproveché a partir de enero la organización cuatrimestral que se hizo de mi materia. Tenía dos horas seguidas el martes con un grupo muy desigual académicamente y con muy poca concentración. La segunda hora del martes, sería de lectura silenciosa. Un reto. En el otro tercero, con el que ya había acabado, aprovecharía la hora de cultura y valores y las sesiones de tutoría individualizada para realizar la misma actividad. En mi centro, no hay ningún plan de Biblioteca o de aula sobre lectura; en años anteriores algunos, viendo la necesidad, lo habíamos planteado como actividad voluntaria de ampliación.

El primer día les “eché una perorata de las mías” (no era la primera) sobre lo importante que es la lectura y sus beneficios a largo plazo, leí unas frases del Manifiesto por la Lectura de Irene Vallejo[6] para dar autoridad a mi discurso, pero sobre todo enfaticé en comentarios y recomendaciones que había recogido previamente de mis alumnos de 4º ESO D y 1º de BAT (Literatura) que son muy lectores y disfrutan con ello; no solo era el adulto el referente, sino los alumnos un poco mayores a los que admiran.

El segundo paso fue llenar en cajas con libros del Departamento de los que regalan las editoriales, un “menú” [7] variado temáticamente (amor, historia, ciencia ficción…) y con distintos grados de dificultad lectora. Estuvieron un buen rato escogiendo, mirando carátulas, preguntándome a mí (“¿Y este de qué “va”?”), preguntando a sus compañeros… Sólo impuse una condición tras la elección: si empezaban la lectura y no les gustaba, podían cambiarla, pero siempre después de haber leído unas 20 páginas. También podían traer libros de casa. Inmediatamente, iniciamos un coloquio sobre los libros que más les habían gustado a lo largo de su escolarización en la ESO y en los que habían sentido que no podían abandonar la lectura, yo también intervine. Algunos no habían tenido esa sensación[8]. Pactamos que no realizaríamos ninguna actividad académica formal, pero sí tendrían una libreta pequeña donde anotarían las frases más significativas, más impactantes y posteriormente las comentaríamos.

Empezamos a sumergirnos en la lectura. Durante los primeros diez minutos costaba mucho centrarlos, pero después de dar algunas vueltas por la clase controlando el clima, conseguía el silencio y la tranquilidad que necesitábamos. En ese momento aprovechaba yo también para leer e interrumpía mi lectura (pocas veces para no romper ese momento de tranquilidad) para comentar con entusiasmo una frase o un fragmento de libro que yo también traía a clase.

Libreta de citas de Guerau

A los pocos días, Irene, que es una gran lectora, empezó a compartir con sus compañeras libros de Jane Austen, Cumbres Borrascosas de Emily Brönte (“me encantó y quiero volver a leérmelo”, fue su comentario); ese entusiasmo se contagió y a los pocos días vi ejemplares circulando en otras clases: Orgullo y Prejuicio, Cumbres Borrascosas, pero también After, Blue Jeans.  Yeimi exclamó: “Esto engancha más que una serie”. Días más tarde, volví a pedir ayuda a los de 4ª y 1º BAT: con una responsabilidad de “hermanos mayores”, me hicieron más recomendaciones, creando así un vínculo entre los dos niveles.

He de confesar que no fue todo tan fácil, tenía niños con un nivel de lectura muy bajo y eso iba ligado a una falta de concentración; probé con adaptaciones de español para extranjeros, con cómics, con los libros de Manolito Gafotas (fue lo que mejor me funcionó). Fuimos progresando en la lectura, unos más y otros menos, todos acabaron descubriendo la temática que más les atraía: ciencia ficción, amor, terror, humor… Incluso, algunos padres me lo agradecieron, por fin volvían a leer.

En el otro grupo, 3º ESO C, más académico, decidí poner en marcha una actividad que planificó mi compañera Lluïsa Pla (Comité d’Activisme Cultural) para el curso 2020 y que no se pudo realizar por la pandemia; el objetivo de ese proyecto era fomentar la lectura autónoma en cualquier lengua y etapa. Los cuadernillos pretenden obtener un registro muy sencillo de los libros que leen durante un curso escolar.

Fragmentos del carnet de lector del proyecto de Lluïsa “Repte lector: un llibre al mes”

Todo este ambiente de lectura coincidió con la campaña de San Jordi que Lluïsa y Blanca Pérez organizaron este curso, “Leer es sexy”, en la que los alumnos y profesores debían traer fotografías suyas leyendo y transmitiendo este momento mágico. Asimismo, Lluïsa organizó el intercambio de libros en el patio. Se creó, como manifestó mi compañera Teresa Rey, “un ambiente mágico” en el que hablaban de libros como nunca, entre ellos, con las madres de la AFA que participaban y con los profesores que allí estábamos. Mis compañeras Maribel Navarro, Teresa y María Pin organizaron en 1º de ESO un recitado de poemas en voz alta (¡Qué importante la lectura en voz alta! En la ESO y en BAT, y qué olvidada la tenemos). ¡He aprendido tanto de mis compañeras! Las “copié” en Bachillerato: leímos y comentamos Luciérnagas de Ana María Matute, en voz alta, en el patio. Nunca me he encontrado con una obra, por muy difícil que sea, que leída con el profesor como acompañante no les haya gustado. También he de agradecer a Noemí Bíbolas por las charlas tan interesantes que sobre este tema hemos mantenido a lo largo del curso y hacerme ver la necesidad de este tipo de lectura.

Muestras de la exposición Leer es sexy

 

Los últimos calurosos días de junio disfrutando de la lectura en voz alta y comentarios de Luciérnagas, de Ana María Matute, con mi maravilloso grupo de 1º de Bachillerato, con el que he aprendido y disfrutado como nunca de la literatura.

 

Ahora solo nos queda formalizar este proyecto y crear un espacio amable y confortable que nos acompañe en este viaje[9].  Espero humildemente haberme convertido, en algunos casos, en ”la” Matilde que da de beber a Dante las aguas del Eunoe, esas aguas que nos reparan, vivifican, refrescan… porque la literatura es esto: “Sin movernos (…) el universo entero nos pertenece, la inmensidad está al alcance de los dedos”[10]

Matilde Aparicio

 

[1] Nadie podría soportar la vida sin otras vidas prestadas, o soñadas, o robadas. Nadie debería vivir sin esas otras vidas que palpitan vigorosas en los libros. A través de su lectura adquirimos el don de vivir en otra época, de habitar otras ciudades, de sentir como propias emociones ajenas, de cambiar de piel y de romper así el conjuro que nos obliga a limitarnos a una única vida. (…) Nuestras lecturas nos acompañan siempre de forma sutil y silenciosa y a ellas les debemos todo porque conforman nuestra sensibilidad: cuando elegimos un paisaje, detrás están nuestras lecturas; cuando pensamos sobre cualquier cosa, detrás están nuestras lecturas; cuando nos enamoramos también detrás están nuestras lecturas. Forman parte de cada uno de nosotros para siempre, igual que las huellas digitales. Nos identifican. Susana Fortes, “Mis lecturas”. El País 21-9-96.

[2] Munita, Felipe: Hacer de la lectura una experiencia. Reflexiones sobre mediación y formación de lectores. Lima, Biblioteca Nacional del Perú. 2020

[3] Colomer, Teresa; Manresa, Mireia; Silva-Díaz, Cecilia: Líneas de avance en el aprendizaje literario escolar. 2002. Artículo que ahonda en la necesidad de enseñar literatura en la ESO.

[4] Colomer, Teresa: Andar entre libros. La lectura literaria en la escuela. Fondo de Cultura Económica.2005.

[5] Margallo, Ana María: Claves para formar lectores adolescentes con talento. Leer.es. Ministerio de Educación. Marzo 2013. Magnífico estudio de la autora sobre estos dos tipos de lectura diferentes y al mismo tiempo complementarias que deberíamos trabajar desde la escuela.

[6] Vallejo, Irene: Manifiesto por la lectura. Editorial Siruela. 2020. Breve pero magnífico ensayo donde se ensalza todo lo que la lectura nos aporta.

[7] “Copié” la idea mi compañera y amiga, Teresa Verdaguer, que tanto nos ha enseñado sobre la lectura en los centros de secundaria.

[8] Todos tenemos un libro que nos espera, de la misma manera que a todos nos aguarda un amor en algún sitio: la cosa es descubrirlo. Los que no disfrutan con la lectura son aquellos que no han encontrado aún ese libro, esa obra que los atraparía y los dejaría temblorosos y exhaustos, como siempre dejan las grandes pasiones. Lo siento por ellos. Rosa Montero para El País

[9] Chamber, Aidan: El ambiente de la lectura. Fondo de Cultura Económica. 2007.

[10] Vallejo, Irene: op.cit.