Curso 2020-2021. 2º de ESO. Decido programar una lectura libre y que los alumnos puedan elegir entre una amplia y diversa lista de obras qué libro van a leer. La primera actividad es informarse sobre los libros para poder elegir “con criterio”. La segunda es que deben justificar por escrito la elección y enviarme su justificación. Dejé muy claras las indicaciones: informarse del libro para tener realmente algún motivo fundado para elegirlo y luego explicar de forma clara el porqué de la elección, señalando qué les había decantado por esa lectura.
Entonces recibo respuestas como las siguientes:
Pues porque al ver el resumen, me he podido imaginar el libro y ya me ha gustado.
He escogido este libro porque he leído la contraportada y la idea principal me ha resultado interesante.
¿Qué había ocurrido? Por una parte, di por hecho que, al tratarse de un texto tan breve y, desde mi punto de vista como lectora habitual y de persona adulta, “tan fácil y sencillo”, ya sabrían redactarlo sin necesidad de trabajarlo en clase. Por otra, la actuación inconsciente de creer que explicando muy bien lo que quería, eso ya bastaría para que lo supieran hacer, sin ningún entrenamiento ni práctica. Puede que algunos entendieran lo que les estaba diciendo, pero… ¿sabían cómo hacerlo?
Evidentemente, en mi memoria del curso esta cuestión quedó plasmada como propuesta de trabajo para el curso siguiente, y este año, que tengo a los mismos alumnos en 3º, hemos empezado eligiendo la primera lectura, que será libre. Solo que esta vez, he diseñado una propuesta de aula para que mejoren sus justificaciones de la elección de la lectura.
En primer lugar, me tuve que plantear qué entendía por “mejorar”, para poder dejarles claro qué les estaba pidiendo y qué les iba a evaluar. Me fueron de gran utilidad sus respuestas del curso anterior, ya que bastaba una ojeada para detectar qué faltaba en ellas.
Y si me habían sido de utilidad a mí, pensé que sería una buena idea utilizar las propias respuestas de los alumnos como ejemplos con los que trabajar. De esta manera, establecíamos su propio punto de partida y servía para que vieran claro lo que no podían volver a entregar. Así que, en segundo lugar, seleccioné diez de sus respuestas y elaboré una tabla en la que desglosé algunos aspectos que consideré que podían enriquecerlas y ayudarlos a entender lo que supone “profundizar”, “desarrollar”, “concretar”… operaciones que reclamamos a menudo a los alumnos, pero cuyo contenido puede resultar demasiado vago para que sepan llevarlo a sus textos.
A continuación, ya en el aula, completamos entre todos la tabla de las dos primeras respuestas. En grupos, realizaron las seis siguientes y las pusimos en común, y terminaron las dos últimas individualmente en casa. Después de esto, podían responder todos a la cuestión final: Anota lo que has aprendido sobre cómo debe ser una buena justificación de tu elección de una lectura. (Siguiendo a Héctor Ruiz Martín, los alumnos han de reflexionar sobre lo que aprenden, y la sistematización es importante para tomar conciencia explícita de lo que se ha trabajado, poder hacer la transferencia a otros contextos y recuperar en otros momentos el aprendizaje).
Y ya podía pedirles que eligieran su primera lectura del curso de manera justificada.
El cambio en los resultados ha sido notable. Sigue observándose la dificultad que hay para que concreten y desarrollen las respuestas, más allá del “me gusta la historia” (¿por qué? ¿qué te pasa a ti con ese tipo de historias? ¿qué te aporta ese tipo de historias?), pero los textos son mucho más completos, citan el libro y al autor, dan alguna información del libro, y sí que reflejan una conciencia de cómo es este género discursivo (pese a la falta de destreza lógica debida a la falta de práctica). Hay muchos más puntos que se podrían mejorar, pero requieren de otro trabajo y, como primer paso en un proceso que requiere mucho tiempo, es muy satisfactorio.
Esta es una de las justificaciones que he recibido este curso:
He elegido Un hijo, Alejandro Palomas porque mi primo lleva varios años insistiendo en que me lea este libro ya que dice que me gustará mucho y he encontrado el momento de leerlo.
He leído reseñas y resúmenes del libro para saber de qué trataba y explicaba que es una novela llena de ternura e intriga. La historia trata sobre un niño llamado Guille que es muy especial y singular en comparación con sus compañeros, su profesora detecta algo raro en él y lo lleva a la psicóloga del colegio. Pasa allí una serie de días por las tardes, le lleva su padre. Tendrán que tener tacto y paciencia si quieren saber lo que le pasa a él y a su familia.
Esta historia me ha interesado ya que puede pasar, por lo cual no hay mucha fantasía. Me gustan este tipo de libros porque reflejan la realidad y el día a día de alguien.
El trabajo ha ido más allá, porque ahora hemos entrenado la oralidad (¡¡¡otro gran reto!!!) y les he pedido que se graben justificando su elección (es decir, que digan oralmente lo que habían escrito). Los vídeos podrán verse en la web del proyecto FLD.
La brevedad del género es una ventaja y ha favorecido profundizar en el trabajo, primero de la escritura y después de la oralidad. Cada uno ha leído su justificación y ha sido valorada por los compañeros. Esto ha servido para entrenar la expresión oral (pues hemos dado consejos sobre dicción, volumen, ritmo…) y también para desarrollar el espíritu crítico sobre las producciones lingüísticas, ya que en el feedback que se daban entre compañeros, se integraban como criterios los aspectos del género trabajados en la propuesta didáctica comentada.
La conciencia de los evidentes progresos que observan en los propios textos ha aumentado la motivación de los alumnos por el trabajo de la lengua. Han trabajado la escritura, la oralidad y ahora van a leer… ¿qué más se puede pedir para empezar 3º?
Esperamos que todos hayáis tenido un buen comienzo de curso. Contadnos cómo habéis empezado con vuestros grupos…
Rosalía Delgado Girón