«¿Qué ha pasado en las sociedades contemporáneas para que todo el mundo aspire a ser conocido y considerado?»
Remo Bodei (1938-2019) en Imaginar otras vidas: realidades, proyectos y deseos
He terminado de leer y de trabajar con los alumnos del primer curso de Bachillerato Antígona de Sófocles. Siempre es un reto abordar un texto clásico escrito y estrenado en la Grecia del 442 a.C, y plantearse las conexiones posibles, los ecos, que un texto de hace más de 2000 años puede evocar en nuestro presente. ¿Qué resonancias actuales puede despertar en alumnos de 16 años la lectura de un clásico?
Ciertamente, el primer propósito que hay que realizar cuando uno aborda un texto de ese tipo es efectuar una lectura literal del clásico y conseguir que entiendan lo que leen en relación al contexto contemporáneo de la obra y la sociedad y valores que refleja. Es decir, y en este caso concreto, que conozcan la saga de Edipo, el papel de la mujer y lo que esa sociedad esperaba de ella, su protagonismo o no en el entramado de los ritos funerarios que precedían a la incineración y que permitían el ingreso en el reino del Hades; las creencias sobre el inframundo para así poder captar la dureza del decreto dictado y efectuado por el rey Creonte sobre Polinices. También, la definición de tragedia, qué se pretendía de ella como espectáculo social y qué función cumplía; el papel del coro, la catarsis como finalidad en los espectadores. En síntesis, movilizar conocimientos, saberes sobre el contexto en el que se creó la obra, y relacionarlos para plantear si la ley moral es más importante que la ley humana.
Pero mi papel mediador como professora no podía acabar ahí. ¿Cómo ir más allá? ¿Es eso suficiente cuando se lee un clásico como Antígona?.
En las clases de literatura subyace siempre ese diálogo e intercambio oral sobre lo leído que permite interaccionar y enriquecer las conexiones que podemos establecer con una obra. Por lo menos, en las mías son un elemento fundamental. Hasta aquí, pues, los alumnos habían sido guiados en la lectura con materiales y sugerencias para el abordaje de la comprensión literal de lo leído. La fase siguiente fue plantearnos que, si se catalogaba una pieza bajo el termino de «clásico», implicaba afirmar que el texto tenía un valor intemporal y que había de seguir interpelándonos 2000 años después de su creación. En consecuencia, pues, ¿con qué aspectos de la obra se podrían identificar lectores jóvenes de hoy en día?
Así fue como en ese diálogo e intercambio emergió este aspecto: las proyección externa y social de determinados personajes de la obra. Creonte, por ejemplo, y su proyección como rey y gobernante de la polis y su rígida firmeza; el papel de Tiresias y de Hemón como mediadores en la necesidad de ser más flexible, y Antígona, la mujer que desafía y adopta un papel también rígido y determinativo hasta las últimas consecuencias, y que encarna lo que hoy catalogaríamos de acto de desobediencia civil. Ese aspecto de «desobediencia civil» nos catapultó a buscar e informarnos de casos concretos de desobediencia civil, de hombres y mujeres, de hechos de realidad y de ficción, películas especialmente, y de ahí a aquellos protagonizados por mujeres. ¿Qué motivos? ¿Qué papel ?¿Cuándo?
Una vez llegados a este punto, derivamos de lleno en esa perspectiva de género, pero en nuestra realidad cotidiana: ¿Qué nos lleva en la actualidad a ser reconocidas a las mujeres como unas grandes personas por el resto de la gente y en nuestra sociedad? Revisamos el papel tradicional de la mujer. Las veces que se las ha visto como bonachonas, ingenuas, educadas desde tiempos inmemoriales para ser dóciles, pacientes, dulces y placenteras. O su cara opuesta, la teñida de misoginia. Volvimos hacia atrás, a replantear qué se esperaba de la Antígona griega en el tiempo de la acción de la obra. También, al papel de refuerzo sobre esa imagen tradicional que han desempeñado las tres grandes religiones monoteístas, el cristianismo, el judaísmo y el mundo árabe tras la consideración de la mujer clásica. Cierta perplejidad histórica de vernos como incapaces de reaccionar virilmente, con fuerza, con ese activismo que a los hombres se les suele dar común y tópicamente mejor. Me refiero al lado oscuro y violento, físico, y ejercido por otros medios más tortuosos y psíquicos como respuesta a una situación desquiciante y desbordante. Volvimos a Antígona. También Creonte es un buen modelo de ello, en el papel del varón, que cree que tiene la sartén por el mango, que posee arraigado el derecho a mandarte callar, a tratarte como inferior, y que atiza su propia degradación cuando advierte que la mujer no se adapta con docilidad a sus designios, a su voluntad, a lo que espera. Recuperamos pasajes de la obra que mostraban esa mirada sobre la mujer.
Y llegamos a la actualidad. Sobremanera, el presente de las mujeres de la gran masa de las mujeres, que hoy en día buscan el reconocimiento y consideración social, el buen nombre, fama o admiración en formas muy frágiles. Es adquirir notoriedad a partir de cómo nos dejamos mostrar hacia afuera, en imágenes, apariencias, fotos y «likes»: imagen externa, aprobación de ella, ser valoradas por ese papel de hermosa atrayente, que antes de tomarse la foto, se atusa el pelo, busca el mejor ángulo… Y tras el ¨like» obtener el aplauso y la admiración en forma de dedo pulgar hacia arriba. Es el lenguaje icónico y veloz de nuestros días y los derechos del «myself» de hoy, en una vorágine de tiempo apresurado que es el presente, un continuo carpe diem, donde lo reposado, lo slow, el compromiso, la calma, están siendo desplazados por los derechos del «myself». Ahí apareció Tiktok, Instagram, Bereal y el cambio de valores y el viraje hacia ese narcisismo emergente y la mezcla explosiva entre entretenimiento, autoaceptación y percepción individual de lo que nos gustaría ser o no tenemos. De nuevo volvimos a la sociedad de Antígona.
¿Cosechó más «likes» Creonte, por su papel dominante ? ¿o fue Antígona? ¿ Le daríamos hoy un like a esa escena antes de morir en la que se lamenta de que nunca tendrá una boda, un himeneo? ¿Cosecharía un «like» su suicidio? ¿Y el de Hemón? ¿Y el de la Madre, Eurídice?
Ya que la obra clásica nos había interpelado las conciencias, solo quedó transitar por algunos autores que con posterioridad habían recogido este referente mítico y la proyección del personaje. Numerosas referencias como Marechal, Gambaro, Carles Riba… pero aislé tres casos. Me refiero sobre todo a la magnífica e impresionante versión de Salvador Espriu, compuesta en 1939, aunque estrenada en versión teatral en la década de los 50, y que le sirve para reflexionar sobre las funestas consecuencias de la lucha fratricida entre los dos bandos de la guerra civil española, y sobre la cual el autor no dejó de revisar y pulir desde el punto de vista estilístico y lingüístico hasta su muerte. La de Bertolt Brecht y el Berlín de la segunda guerra mundial, en la que los personajes se convierten en hombres y mujeres normales. O la de Jean Anouilh, escrita también en 1944 y publicada en 1946, de escenografía contemporánea en la que se ejemplifica la resistencia frente al poder absoluto y en contra de la injusticia de los enfrentamientos en Francia entre comunistas y ultraderecha.
Ya sólo quedaría dejar caer y apuntar la relación de la obra con la lectura de un autor, Nietzsche y El nacimiento de la tragedia, producto de la dualidad de impulsos,la afirmación de la existencia de una armonía oculta en las fuerzas opuestas, antagónicas, proceso continuo de crear y destruir.
Siempre queremos mirar y deseamos ir más allá del propio mirar. Aspirar a lo infinito, colocar piedras aquí y allá y construir montones de arena y luego demolerlos. Pero eso se lo dejo y transfiero a mi compañero y colega, profesor de filosofía, que pueda retomar el tema y ahonde en él con los alumnos que compartimos. Pero ambos también hablamos sobre el tema.
Mi reflexión final como docente es el valor de cómo un clásico nos sigue interpelando, cómo su lectura no se agota en la actualidad y nos conecta con cuestiones universales y atemporales. Cómo el texto nos impulsa también a salir del texto y emocionarnos y llevarnos a terrenos personales. También quisiera resaltar que en esta experiencia de aula se ha podido transitar desde la lectura mediada, guiada, a la sugerencia de líneas de lectura autónoma y el enfoque de conectar literatura y realidad. Haber encaminado al alumnado hacia la comprensión y la reflexión y haber podido contribuir a despertar su curiosidad, su emoción e interés es también muy remarcable. La evaluación final nada tendrá que ver con unas cuantas preguntas convencionales, sino con idear una situación práctica, en la que los alumnos puedan relacionar los conocimientos literarios referidos a la construcción de personajes, el contexto de concepción y función de la tragedia griega, el manejo de la catarsis y ese elemento del coro «conciencia» que interpela a personajes y público del antiguo teatro griego y resolver una cuestión, un reto, una situación. Que el alumnado pueda construir una respuesta propia, por escrito, en la que analicen a la luz de unas cuantas referencias textuales seleccionadas y den forma y construyan una opinión rica, reflexiva y conectada con la realidad de hoy en día.
Carmen Gracia Abadías