Esta reflexión se enmarca en el contexto de una clase de 2º de ESO con la que queríamos trabajar la poesía amorosa con una SD diseñada por dos estudiantes de prácticas del máster de Secundaria cuyo objetivo era que los alumnos acabaran creando sus propios poemas. Los ejes de la SD eran básicamente dos: el amor y la poesía, y los objetivos principales, ampliar su concepto y visión del amor (a menudo muy estereotipada) así como el de la poesía: romper ideas preconcebidas sobre el género, como la vinculación automática con ciertos temas enfocados de determinadas maneras o con algunas convenciones formales, y despertar el interés y el disfrute de la poesía.

Habíamos previsto ofrecerles multitud de modelos de todas las épocas y estilos, con rima y sin rima, con enfoques muy variados (sentimental, irónico, mitológico, desmitificador, alegre…) sobre el tema. Como la antología elaborada era amplia, decidimos repartir los poemas en grupos para que cada grupo profundizara un poco en sus poemas y luego los compartiera con la clase comentando lo más destacado. De este modo, todos se ejercitan en una lectura más atenta de unos pocos poemas y en hablar sobre ellos, pero comparten los descubrimientos y acaban familiarizados con la antología completa.

Pensamos que para facilitar esta tarea y acompañarla con estudiantes poco habituados a profundizar en este tipo de textos, convenía dotarles de algún instrumento que sirviera de guía, y así fue como surgió la “Pauta de análisis” de los poemas. Esta pauta estaba concebida como una parrilla con dos columnas, como se puede observar en la imagen. En la primera, se plantean las cuestiones que habitualmente se enseñan sobre un poema: el contexto en que se inscribe, su temática, su forma (métrica, rima, recursos), las cuestiones en las que habitualmente los docentes queremos que se fijen. En la segunda columna, los alumnos deben escribir las respuestas. Evidentemente, son cuestiones que pueden estar bien o mal, algo que luego surgirá en la corrección, sin más posibilidad de discusión.

Una mirada más atenta a la pauta, nos hizo pensar que algo no encajaba. ¿Cómo abordaba esa ficha el tema del amor? ¿Qué idea de la poesía se desprende de ella?

Para empezar, estábamos traicionando nuestro objetivo principal: si queremos que disfruten de la poesía, despertar su interés por el género, no podíamos pretenderlo pidiéndoles una serie de ejercicios sobre los textos, y encima ejercicios sin vinculación unos con otros. Lo más fácil cuando se ve la lista de ítems es plantearse qué se pretende: con cada uno se pretende algo distinto, un objetivo diferente desvinculado del resto.

Pero además, esas cuestiones reflejan una idea demasiado académica y formalista de lo que es un poema. Plantean preguntas que de entrada algunos no serían capaces de resolver (como la del contexto, o la del análisis métrico de los poemas, algo costoso para muchos estudiantes cuando se enfrentan a ello por primera vez).

Para no matar el placer de la poesía, debíamos conseguir hacer que llevaran los poemas a su terreno, acercarlo a lo personal. Decidimos modificar la pauta y surgió la “Pauta de observación” de los poemas, esta vez con cuatro columnas.

Lo primero fue suprimir la cuestión del contexto: iba a alejar al alumno del poema y, en esta primera aproximación, ¿lo necesita? No es que no sea importante para alcanzar una comprensión más profunda del texto, pero era fácil (y más cómodo para el alumno) que lo aportara la docente en la puesta en común (se acompañó de una presentación digital con enlaces para ampliar la información si se deseaba).

Lo segundo, incorporar cuestiones sobre el amor, que a pesar de ser otro de los ejes de la SD, había quedado ausente en la ficha inicial.

Por último, introducir numerosas preguntas sobre las propias impresiones con la lectura: lo que más y lo que menos les gustaba, sensaciones que les había despertado, si lo relacionaban con algo que conocieran… Estas son cuestiones que TODOS iban a poder contestar.

Sin embargo, cuando se lleva un texto al terreno personal, corremos el riesgo de que los alumnos se vayan por las nubes y acaben hablando solo de sí mismos. Se estaría diluyendo otro de nuestros objetivos principales: entrenar su mirada cuando leen poemas. Era necesario buscar la manera de devolverlos al texto, y así surgió la 3ª columna, en la que pedimos que anoten “evidencias” de lo que han respondido a las cuestiones, es decir, los versos o fragmentos que les han llevado a decir lo que han dicho, para que vayan interiorizando que lo que han sentido parte de unas palabras, y que lo que digan debe basarse en el texto. 

Por otro lado, siguiendo con el objetivo de afinar su mirada de lectores de poesía, incorporamos una 4ª columna para dirigir la atención hacia cuestiones formales: se pretende que asciendan un peldaño en su lectura desde la primera, más automática y espontánea, haciendo que vuelvan a mirar el fragmento que ellos mismos han seleccionado y lo comenten. A diferencia de en la primera ficha, aquí la cuestión formal se plantea de forma mucho más abierta, ya que cada uno puede destacar algo distinto, no está forzado a comentarlo todo: métrica, rima, recursos, léxico… Habrá quien lo destaque todo, habrá quien solo un aspecto, habrá quien comente algo que ni se nos habría ocurrido plantear. Esta es la parte más compleja para ellos, ya que implica un esfuerzo mayor y superar la inmediatez de quedarse en el contenido del mensaje.

Resumiendo, el trasfondo de la estructura de esta Pauta sería: ¿qué me pasa a mí cuando leo el poema y qué me dice? (2ª columna), ¿dónde me ha pasado eso? (3ª columna), ¿cómo lo ha conseguido hacer la/el poeta? (4ª columna).

Con esta ficha, no hay corrección, sino puesta en común, a la que resulta mucho más interesante asistir, porque en el fondo, nos estaremos conociendo más unos a otros. La docente puede incorporar los elementos que le interese destacar y en los que los alumnos no se hayan fijado como elementos en los que ella se ha fijado y que a ella le han llamado la atención, y, mientras se entrenan como lectores de poesía, el conocimiento de los poemas se convierte en el fruto de esa experiencia compartida en la que sí que caben las respuestas diferentes y la discusión ante un mismo hecho poético.

Esta ficha refleja nuestra idea de la lectura y de la poesía (una experiencia personal del lector que se enriquece cuando se comparte) y no traiciona la visión del tema amoroso y de la poesía que queríamos transmitir. Al mismo tiempo, es una facilitadora del acercamiento de los alumnos al texto y de que profundicen un punto más en él. Los alumnos van ampliando su repertorio de enfoques del tema amoroso a la par que el de estrategias formales para elaborar los poemas, parándose a mirarlos dos veces a partir de su propia vivencia del texto. Podemos decir que ha dado frutos tan gratificantes como este comentario de Joan sobre “Me gusta cuando callas…”, de Neruda:

O este de Lola, referido a “La dulce boca que a gustar convida…”, nada menos que de Góngora:

Si ampliamos la mirada al conjunto de la SD, esta experiencia nos sirve para recordar algo muy básico, pero que a menudo la inercia nos hace pasar por alto: una SD no es un cúmulo de actividades para trabajar unos contenidos con la excusa de elaborar el producto. Los objetivos de la secuencia son los que deben guiar y estar presentes en las actividades propuestas. Y las herramientas que se diseñen para llevarlas a cabo han de ser fieles a la intención que se persigue y reflejar la visión que se tiene de los contenidos que se desea trabajar. Sin esa coherencia interna y global, se estará traicionando el espíritu de la SD y resultará más difícil alcanzar los objetivos.

Rosalía Delgado Girón