No hay una única manera de entender o explicar las ciudades, espacios complejos construidos a lo largo de los siglos por tramas de muy diferentes intereses, a menudo en abierto conflicto.

En el magnífico programa de TV3 Sense Ficció, he visto dos reportajes sobre Barcelona que la contemplan desde observatorios bien diferentes.

Uno, Barraques, la ciutat oblidada, es una nueva versión, más extensa y rica, de un documental que ya había comentado anteriormente. Extraordinario trabajo que muestra escenarios olvidados, espacios donde la vida no fue fácil, construidos para una provisionalidad que a menudo parecía inacabable. La calidad del trabajo y (aunque parezca increíble) la novedad del tema ha despertado tanto interés que ha dado lugar a un especial sobre el programa en la Web de TV3.  

Otro, Cerdà, un visionari maleït, muestra el camino que conduce a la gloria, al éxito mundial de la ciudad; pero no es tan complaciente como parece, no oculta las dificultades, los intereses de todo tipo que modificaron los planes iniciales. Pero es la ciudad que queda, mientras la otra, como reza el título, es la olvidada y  ese olvido lo es de sus gentes, de sus esfuerzos y luchas, vivas en la configuración reciente de la gran urbe y que gestaron un modelo de ciudadanía que está desapareciendo por la adecuación de la ciudad al turismo y los negocios.