Jean Charles de Menezes murió en un vagón de metro de Londres, tiroteado a bocajarro por agentes de la policía que dijeron creer que se disponía a cometer un acto terrorista; nadie será condenado por su muerte, tampoco ninguna institución será declarada responsable. Él fue el hombre abatido que todos podemos ser y que tantos otros han sido, desde que se decidió combatir al terrorismo desde la idea de que terroristas, en principio, somos todos. (Usted, ahora mismo, es culpable. Debe demostrar su inocencia en aras de su libertad mientras la pierde, porque la libertad, segun algunos, tan solo es la seguridad que simultáneamente te roban al convertirte en posible hombre abatido. ¿Alguien lo entiende?)
En un brillante artículo sobre la memoria y el olvido (Exordio a la memoria colectiva y el olvido social), Jorge Mendoza García reflexiona sobre la opacidad del lenguaje, sobre la sustitución de las palabras por términos que al no mostrar de forma eficiente y clara lo acontecido deshumanizan a las víctimas y alivian la responsabilidad de los implicados. Esta jerga institucional contagia a los medios de comunicación, que la reproducen ,y, con ella, las explicaciones y la historia que almacenará la memoria. Por esto es importante que los profesionales de la comunicación sean conscientes de la necesidad de utilizar las palabras de la forma adecuada si quieren alejarse de visiones parciales e interesadas. La independencia en la descripción de los acontecimientos incluye también la independencia en el uso de las palabras que explican los hechos sin minimizar las culpas desde que son nombrados.