Nuevamente el yacimiento de Puig Castellar (Biosca) ha sido el desencadenante del interés en este tipo cerámico que introducen precisamente los romanos en el siglo II aC. La procedencia de los primeros morteros que llegan a la Península Ibérica son itálicos, y aparecen en Empúries como parte del bagaje de los legionarios romanos entre el 175-125 aC (Aguarod, 1991, 123). Por lo tanto, se trata de un elemento claramente exógeno, que puede identificar un origen itálico de los ocupantes del castellum de Puig Castellar. Los morteros son recipientes exvasados con un diámetro entre 2,5 y 5 veces su altura, y que tiene un fondo con una superficie abrasiva para facilitar la maceración, lavado, secado de grano y posterior triturado de queso para realizar platos como la puls (Mateucci, 1986).
Por el momento, se han documentado más de 25 morteros con formas y pastas cerámicas diversas, que actualmente se han ido agrupando. Además, de las pastas cerámicas similares a las de ánforas (p.e. campana, apulia), existen muchas otras pastas que son totalmente. En época imperial, los morteros itálicos eran producidos en zonas interiores de la Península itálica como el Alto TIber, por lo que nuestros ejemplares bien podrían ser originarios de estas regiones.
Como la tipología y cronología de los morteros republicanos es todavía bastante desconocida, se ha creído conveniente que la muestra de Puig Castellar pueda ser un buen ejemplo de la circulación de estos recipientes entre el 180 a 120 aC. Además se está comparando este conjunto con otros yacimientos de cronología similar como Can Tacó (Montmeló), y se plantea completar el estudio con otros yacimientos catalanes (p.e. Ilturo, Empúries) y del valle del Ebro.