Esta reveladora placa conmemorativa puede verse en la catedral de Santiago de Chile, muy cerca de la entrada principal. Es todo un manifiesto contemporáneo. Los antiguos donantes, que aspiraban a ganar un lugar en el cielo, han sido sustituidos por patrocinadores, que también buscan prestigio y preservar su memoria pero no necesitan que sea por los siglos de los siglos. Es suficiente ser recordados por los clientes como protectores de bienes culturales, condición que puede decidir un contrato y procura beneficios tributarios. Les preceden infalibles poderes al fin inmortalizados en lugares santos y también… aquellos cuyos nombres solo Dios conoce.
Las cosas cambian demasiado lentamente, quizás casi nada. Apenas algunas luces ya no consumen cera sino modernos kilowatios.