Mi brillante estudiante Pol Vinyeta ha escrito una excelente disertación de licenciatura sobre uno de los libros más populares de Roald Dahl con el título “Don’t Trust the Candy Man: A Reading of Willy Wonka’s Enjoyable Villainy in Charlie and the Chocolate Factory and Its Film Adaptations”. Pol eligió este tema porque parecía que Matilda (su elección inicial) había sido tratada en mucha bibliografía académica, pero había una mayor oportunidad de decir algo nuevo sobre Charlie. La idea era tomar mi propio trabajo sobre villanía, Masculinity and Patriarchal Villainy in British Fiction: From Hitler to Voldemort (2019), y ver de qué manera Willy Wonka es de hecho un villano, o no. Cuando empezamos a trabajar en la disertación no nos dimos cuenta de que Wonka sería noticia constante por el cincuentenario de la primera adaptación cinematográfica y el anuncio de una tercera versión en pantalla. Pura serendipia!
Mientras que en mi libro daba por sentado que los personajes masculinos en los que me centré eran puros villanos, sin rasgos redentores de ningún tipo, Pol concluyó en su análisis que Willy Wonka parece ser un caso de villanía parcial, definida por “ciertos rasgos típicos del villanos”. En caso de que seas un extraterrestre que acaba de aterrizar en la Tierra y nunca has oído hablar de Wonka, permíteme decir que en esta novela para niños Dahl cuenta la historia de cómo este hombre –el chocolatero más reconocido y solitario del mundo– elige un heredero para su negocio entre los niños seleccionados para visitar su colorista fábrica de cuento de hadas. El boleto de admisión dorado se encuentra en una de las innumerables barras de chocolate a la venta, lo que por supuesto hace que Wonka sea aún más rico cuando los niños de todo el planeta comienzan a comprar sus productos como locos. Charlie, un niño criado en una familia extremadamente pobre (de ubicación no revelada), tiene suerte y la novela narra cómo uno por uno los otros niños sufren accidentes que hacen que solo Charlie termine la visita. Solo entonces Wonka revela sus planes para el chico, a quien nombra su nuevo heredero. Entre los rasgos villanos que Pol describió están la crueldad despreocupada de Wonka hacia los otros niños, el trato explotador de sus trabajadores importados los Oompa Loompas, y el creerse con derecho sobre Charlie, a quien realmente no se le da la oportunidad de considerar cómo Wonka se apropia de su futuro. La tesis de Pol es que no vemos a Wonka como un villano directamente porque Dahl usa el humor para disfrazar sus peores fallos (y yo añadiría porque percibimos su rescate de Charlie de la pobreza como una acción positiva). Pol ha llamado a esta villanía que se sale con la suya “villanía disfrutable” y esta es una etiqueta que me intriga.
Cuando uno piensa en la literatura infantil está bastante claro que Lord Voldemort es el villano más potente que jamás ha amenazado a un niño. Hay algo de humor en la serie Harry Potter, generalmente asociado con los miembros de la familia Weasley, pero no hay nada humorístico en absoluto en Voldemort. El actor Ralph Fiennes, quien lo interpretó en la serie de películas, dijo una vez que si quitas todas la fantasía, Voldemort es un hombre adulto que abusa de un niño y así es como tenemos que verlo. No hay nada ‘disfrutable’, así pues, en el tratamiento que Rowling le da a este monstruo humano. Quizás, sin embargo, esto sea excepcional, ya que los villanos en las ficciones infantiles suelen ser personajes exagerados y por eso son fuentes de humor, aunque ellos mismos puedan ser personas carentes de humor. Pol mencionó como caso de villano agradable sin humor la Reina Roja en Alicia en el País de las Maravillas. En circunstancias menos fantasiosas, esta mujer autoritaria perpetuamente airada podría ser tema de pesadillas góticas, pero en el contexto de la fabulación hiperexcitada de Lewis Carroll es risible. Del mismo modo, en A Series of Unfortunate Events de Lemony Snicket (que recomiendo encarecidamente), el Conde Olaf es una fuente de diversión, a pesar de que su implacable persecución de los hermanos Baudelaire no es nada divertida para ellos. Si nos reímos de las ridículas travesuras de Olaf es solo porque esperamos que pierda y los Baudelaire se impongan, como sabemos que pasará.
La cuestión es que en comparación con la Reina Roja o el Conde Olaf, o cualquier otro villano de fantasía infantil que se te ocurra, Willy Wonka es un personaje muy extraño. No se parece en absoluto a Olaf en querer privar a un niño de sus medio de subsistencia, pero no está tan lejos de Olaf en su enfoque despreocupado sobre la seguridad de los niños que visitan la fábrica. El humor en la novela de Dahl se basa en la idea de que, con la excepción de Charlie, los otros niños (de 9 a 10 años) son mocosos insufribles: Augustus Gloop es un niño obeso que no puede dejar de comer; Violet Beauregarde es una chica terriblemente grosera, masticadora de chicles y vanidosa; Veruca Salt (seguramente el nombre más feo de la historia para una niña) es una terrible mocosa malcriada, y Mike Teavee es un ratón de sofá que solo piensa en ver la televisión. Sus finales indecorosos (si es que son finales, hay que decirlo) son presentados por el autor como castigos bien merecidos en los que Wonka se regodea para consternación de los padres. De hecho, el propósito final del libro parece ser atormentar a estos niños porque a) no hay ninguna razón por la que los boletos de oro no podrían haber caído en manos de mejores niños, b) Wonka podría haber seleccionado a su heredero de muchas otras maneras, c) la presencia de Charlie entre este grupo es la de la excepción que confirma la regla. Alguien aquí es un sádico que odia a cierto tipo de niño, y nunca he estado segura de si el sádico es Dahl o Wonka. De cualquier manera, el mensaje enviado no es muy alentador y parece apelar a los instintos más bajos de los jóvenes lectores en lugar de intentar cualquier reeducación de los insufribles visitantes.
Luego está el asunto de los Oompa Loompas. Charlie and the Chocolate Factory fue publicado en 1964 cuando aún era aceptable, al parecer, presentar a los incansables trabajadores de Wonka como pequeños indígenas exóticos de una tierra sin nombre. En las primeras representaciones ilustradas los Oompa Loompas fueron representados como pigmeos africanos. En 1971, cuando se filmó la primera adaptación, esto era lo suficientemente problemático como para que fueran interpretados por actores con maquillaje naranja y pelucas verdes, aunque dichos actores eran enanos. En la versión de 2005 de Tim Burton, el actor indio-keniano Deep Roy, también enano, interpretó a todos los Oompa Loompas, como si fueran clones. Por qué los trabajadores esclavizados de Wonka son personas bajas y no blancas nunca se ha explicado satisfactoriamente, aunque parece haber una conexión con (por supuesto) los siete compañeros de Blancanieves y, más directamente, con los Munchkins en los libros sobre el Mago de Oz de L. Frank Baum. No puedo imaginar, sin embargo, cómo se va a tratar este aspecto inconfundiblemente racista de la novela de Dahl en la próxima tercera adaptación de Paul King. Irónicamente, Dahl quería que Charlie fuera originalmente un niño negro, pero sus editores le dijeron que nadie compraría un libro para niños con ese tipo de protagonista.
Debido a la disertación de Pol, recientemente he revisitado la versión de 1971 con Gene Wilder como Wonka y la encontré una película que pocos niños contemporáneos podrían disfrutar. Reseñándola recientemente en The Guardian (https://www.theguardian.com/film/2021/jun/30/willy-wonka-chocolate-factory-roald-dahl-gene-wilder), Guy Lodge la llama “una película torpe que Roald Dahl odiaba con razón”. Al parecer, a pesar de que el autor aparece como único autor del guion, este pasó por muchos cambios de los que nunca fue informado. Dahl quería que Spike Milligan o Peter Sellers interpretaran a Wonka y, alineándose con él, Lodge anuncia en su subtítulo que “Los años no han sido amables con Gene Wilder y su actuación sobrevalorada como el sádico chocolatero en una adaptación barata y mal hecha”. Debo decir que aunque Wilder es algo inquietante, encontré el Wonka de 2005 de Johnny Depp aún más espeluznante, con su absurdo corte pelo al estilo paje y sus dientes ultrablancos. Pol afirma que los recientes escándalos de Depp han destruido su actuación a los ojos de espectadores adultos que posiblemente no compartirían esta película con sus hijos, y yo estaría de acuerdo. Incluso sin los escándalos, sin embargo, encuentro muy poco que disfrutar en la versión de Burton que, además, parece ser precursora de la deplorable tendencia actual a justificar la villanía con historias melodramáticas de abuso sufrido por los villanos en la infancia (aquí el padre de Wonka era un dentista que no permitía que su hijo comiera dulces). La nueva película anunciada, con el monísimo Timothée Chalamet como Wonka va en esa misma dirección.
Para mí, la prueba de que Dahl no estaba seguro de hacia dónde iba Charlie and the Chocolate Factory es el hecho de que la fallida secuela Charlie and the Great Glass Elevator (1972) no trata en absoluto de cómo Charlie Bucket se enfrenta a su papel como heredero de Wonka, sino que es una aventura espacial bastante absurda a bordo del ascensor mágico. Aparentemente, la novela original se inspiró en la participación de Dahl siendo aún un colegial en las pruebas de nuevos productos de Cadbury en la década de 1930, y en su rivalidad con el otro gran fabricante de chocolate inglés, Rowntree. Creo que tiene mucho sentido que la fantasía del niño Dahl de poder visitar y tal vez ser dueño del lugar donde los chocolateros de Cadbury hacían sus productos en secreto se convirtiera en la fantasía del escritor adulto sobre la fábrica de Wonka. También creo que esto es lo que hizo que la novela fuera tan popular: no el propio Wonka, los Oompa Loompas o los destinos crueles de los mocosos, sino la idea de la fábrica (al igual que Harry Potter atrae a los niños principalmente debido a Hogwarts). Posiblemente, esta es la razón por la que tantos locales comerciales explotan ese espíritu (parece que diversas cadenas de cafeterías ofrecen cafés Willy Wonka para adultos). En mi opinión, sin embargo, Dahl no hizo el máximo provecho de su material: no supo establecer una relación entre Wonka y el buenazo de Charlie, y socavó la sensación de asombro creada por la fábrica con el maltrato que reciben los otros niños. Si me pongo en la piel de los padres de Charlie estaría lejos de estar encantada con las atenciones del Sr. Wonka hacia mi hijo, que son prácticamente las de un propietario y no están realmente claras en absoluto (solo hay que pensar en por qué Wonka no tiene hijos propios).
¿Equivale todo esto, no obstante, a un caso bueno y sólido de ‘villanía disfrutable’? Creo que sí, y agradezco a Pol que me haya enseñado que algunos villanos solo lo son parcialmente porque el humor hace que sus peores rasgos sean aceptables. En general, me habría gustado más una caracterización menos ambigua para Wonka, una en la que, por ejemplo, Charlie acepta el premio pero le echa en cara su horrible explotación de los Oompa Loompas, que luego reciben contratos adecuados. Por otro lado, aunque los niños disfrutan del humor negro, a menudo presente en las series de dibujos animados de televisión, me pregunto qué es exactamente lo que ‘disfrutan’ al leer Charlie. En Matilda los padres de esta niña son personas despreciables que deben ser castigadas y la lección aprendida es que quien descuida a un niño solo merece falta de respeto. La niña protagonista queda empoderada, así como los pequeños lectores. Willy Wonka encarna la noción de Dahl de que la mala educación es culpa de los niños mal criados, y por lo tanto los padres y sus mocosos son de una manera u otra castigados por él, pero esto se hace con gran crueldad y parece no tener ninguna relación con el empoderamiento pasivo de Charlie (excepto, por supuesto, que se trata de un chico naturalmente bueno recompensado por serlo). Simplemente podríamos decir que Wonka es demasiado extravagante y demasiado libre como para inclinarse ante cualquier cosa, y es por eso que es agradable a pesar de sus rasgos villanos. Aun así, creo que algo no funciona. El humor, me parece, oculta las deficiencias de la novela en lugar de ser una parte integral de la historia de cómo Charlie conoció a Wonka.
En cuanto a la nueva película, ¿realmente necesitamos más historias sobre los orígenes de los villanos? Diría que no. Necesitamos nuevas historias, y salir de este reciclaje constante de lo que los escritores talentosos (como Dahl) hicieron en el pasado, a medida que consideramos en mayor profundidad cómo sus obras sobreviven en nuestros días, y la apreciamos la disfrutabilidad de ciertos villanos. ¡Gracias Pol!
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