No hay ningún volumen llamado Una introducción al gótico. El título más aproximado es Gothic: A Very Short Introduction (2012) de Nick Groom, aunque se podría decir que la verdadera introducción al gótico fue The Literature of Terror (1980, ampliada a dos volúmenes en 1994 y 1996). Por el contrario, hay algunos volúmenes introductorios que llevan la palabra ‘companion’ (literalmente “compañero”) en su título, un concepto que me desconcierta. El Diccionario de Cambridge define “companion” como “el tipo de libro que da información sobre un tema en particular o dice cómo hacer algo”, definición que, según pienso, incluye tanto la introducción como el manual. He comprobado si WordReference ofrece un sinónimo para el vocablo castellano ‘introducción’ por si hubiera un equivalente de ‘compañero’, y no hay ninguno (‘compendio’ parece similar pero no se utiliza con tanta frecuencia como ‘companion’, ni en el mismo sentido).

Estoy pensando en este asunto después de haber leído (y disfrutado mucho) el volumen editado por Maisha Wester y Xavier Aldana Reyes Twenty-First-Century Gothic: An Edinburgh Companion (2019), ahora por fin en rústica (al muy asequible precio de 25 euros, ¡¡¡milagro!!!). Quiero comentar aquí no sólo este volumen sino, un poco, la historia del ‘companion’ en el campo de los Estudios Góticos. Que yo sepa, el primer volumen de este tipo fue el libro editado por David Punter A Companion to the Gothic (Blackwell, 2000), reeditado por él mismo como A New Companion to the Gothic (2012). Por definición, los ‘companions’ son volúmenes colectivos porque ningún erudito puede cubrir todo el campo analizado (aunque, por supuesto, la autoría única es más común en los ‘companions’ centrados en un campo o tema menos amplios). Luego vino The Cambridge Companion to Gothic Fiction (2002) de Jerrold E. Hogle, aparentemente el último ‘companion’ en tratar del gótico en general. A partir de The Cambridge Companion to Modern Gothic (2014) del propio Hogle, la palabra gótico lleva algún adjetivo en los títulos de los ‘companions’. Esto es válido para The Victorian Gothic: An Edinburgh Companion (2014) de Andrew Smith, The Cambridge Companion to American Gothic (2017) de Jeffrey Andrew Weinstock, American Gothic Culture: An Edinburgh Companion (2017) de Joel Faflak y Jason Haslam, Romantic Gothic: An Edinburgh Companion (2016) de Angela Wright y Scottish Gothic: An Edinburgh Companion (2020) de Carol Margaret Davison y Monica Germanà. The Edinburgh Companion to Gothic and the Arts (2019) de David Punter es ligeramente distinto. Y la novedad en el volumen de Wester y Aldana Reyes es que el título se refiere a un siglo, no a un período (Victoriano, Romántico, Moderno).

Leyendo este volumen me doy cuenta de que ha creado para siempre una nueva entidad, hasta ahora desconocida: se habla de gótico del siglo XIX pero tenemos que empezar a pensar ahora en el gótico del siglo XX como una entidad independiente más allá de ser el predecesor cronológico del gótico del siglo XXI. Estamos en 2021 y, lógicamente, hay suficiente fundamento para pensar que los movimientos culturales contemporáneos son diferentes de las corrientes del siglo XX. Sin embargo, dos factores complican las cosas: uno es que al menos la mitad de los eruditos góticos, si no dos tercios, que trabajan en este momento son lo suficientemente mayores como para recordar la década de 1980 (e incluso la década de 1970 o 1960) como parte de su experiencia de vida; la otra es que en términos góticos la distancia entre 1980 (cuando Punter publicó su volumen seminal) y 2021 es mucho menor que la distancia entre 1940 y 1980. Antes de que penséis que estoy loca, lo que quiero decir es que aunque, por ejemplo, hubo en la década de 1980 remakes de películas góticas clásicas de la década de 1940 (Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1941), The Wolf Man (1941), Cat People (1942), I Walked With A Zombie (1943)), a) había una percepción clara de que pertenecían a un período/ ciclo distante, b) la década de 1980 generó muchas historias de terror nuevas. En contraste, la nueva serie de televisión Alien que ahora se está rodando está siendo producida por Ridley Scott, el mismo hombre que dirigió el primer título de la franquicia en 1979. Esta serie puede ser gótico del siglo XXI, pero es en el fondo un producto del siglo XX muy rezagado. Esto no significa que el tiempo cultural se haya vuelto completamente estático, sino que el reciclaje tiene ahora un peso que no ha tenido en períodos góticos anteriores.

Xavier Aldana Reyes ni siquiera había nacido cuando David Punter publicó The Literature of Terror y se puede decir que es un erudito gótico de tercera generación (tomando a Punter como parte de la primera, y a mí misma como parte de la segunda, aunque ya no puedo llamarme erudita gótica). Maisha Wester parece ser de la misma tercera generación. En cualquier caso, lo que me preocupa no es la edad de los editores, sino la edad de la mayoría de los lectores potenciales del ‘companion’, lectores que tienen más probabilidades de ser, creo, jóvenes estudiantes que estudiosos con décadas de carrera. Por supuesto, es muy posible que esté totalmente equivocada dada la poca de inclinación de los estudiantes de grado y post-grado a la compra de libros. Mi argumento es que tengo la edad suficiente para haber leído a el ‘companion’ pionero de Punter cuando se publicó en 2000 y este nuevo ‘companion’, lo que significa que tengo una visión histórica más o menos completa de todo el género gótico. Mi duda, sin embargo, es si los lectores de grado o posgrado del ‘companion’ del siglo XXI leerán los de Punter y Hogle para entender lo que sucedió antes de 2020. Ann Radcliffe, por citar un nombre canónico, se menciona dos veces en el nuevo ‘comapnion’, lo que sugiere que está dirigido a lectores que han hecho los deberes y conocen los clásicos, pero me preocupa constantemente que el presentismo pueda destruir cualquier enfoque histórico de amplio alcance y que, en resumen, los estudiosos más jóvenes puedan conocer The Walking Dead pero nunca leer The Castle of Otranto, donde comenzó el gótico.

Twenty-First-Century Gothic se subdivide en cuatro partes: I. Actualización de la tradición (con capítulos sobre gótico postcolonial, queer, postfeminista, neoliberal y digital), II. Monstruos contemporáneos (zombis, vampiros, asesinos en serie, fantasmas, hombres lobo), III. Subgéneros contemporáneos (New Weird, ecogótico, comedia, steampunk, gótico posthumano) y IV. Etnogótico (sudafricano, asiático, latinoamericano, aborigen, y gótico de la diáspora negra). Mi capítulo favorito es el de Joseph Crawford sobre las tecnologías digitales góticas, quizás porque veo en este texto el lado más innovador del gótico actual. Como se puede ver en los títulos de los capítulos sobre los monstruos góticos de hoy, no hay novedades en la galería clásica, aunque puede haber muchas diferencias entre Drácula de Bram Stoker y la saga Crepúsculo de Stephanie Meyer. Lo que ha cambiado más radicalmente desde la década de 1990, cuando escribí mi propia tesis doctoral sobre monstruos, es que ahora la mayoría de los textos góticos son series de televisión (esa es una de las razones de mi desconexión, ya que no me gustan las series). En general, me he sentido bastante perdida leyendo el volumen, particularmente en relación con los últimos quince años, cuando el sangriento festival de porno-tortura que Eli Roth ofrece en Hostel (2005) me empujó hacia la ciencia ficción para siempre. Como sucede con cualquier introducción, así pues, me sentí feliz cuando pude seguir el análisis e irremediablemente desorientada cuando no pude, enterrada bajo una avalancha de títulos desconocidos para mi. Y aquí está el principal problema: una podía ponerse al día hace quince años, cuando las novelas y las películas eran la regla, pero ahora ¿quién puede ponerse al día del nuevo gótico cuando eso requiere ver series de ocho o diez temporadas de duración…? Es un problema grave…

Con respecto al segmento etnogótico, me provoca muchas dudas acerca de cómo el gótico producido fuera de EE.UU. y el Reino Unido debe ser representado en los volúmenes introductorios. En el volumen de Punter de 2000, hay artículos sobre el gótico europeo (?) e irlandés. En el ‘companion’ de Hogle de 2002, hay capítulos sobre el ‘gótico continental’ (¡por el amor de Dios!), el gótico escocés e irlandés, el gótico inglés (teatro) y el gótico ‘colonial y poscolonial’. La revisión de 2012 hecha por Punter de su ‘companion’ de 2000 incluye capítulos sobre gótico ‘global’, australiano, neozelandés, canadiense y, sorprendentemente, capítulos separados para el gótico asiático y el japonés (entonces, ¿dónde está Japón…?). El Companion to Modern Gothic de Hogle tiene una sección llamada ‘Gótico Multi-cultural y Global’, con el ensayo “Gothic and the Politics of Race” de la propia Maisha L. Wester, otro llamada “The Gothic in North American ‘subcultures’“ (lo que sea que eso signifique) y una vez más capítulos sobre “The postcolonial Gothic” y “Asian Gothic” (éste último escrito por Katarzyna Ancuta, también autora del maravilloso capítulo “Asian Gothic” en el volumen sobre el siglo XXI).

En cuanto a la etiqueta ‘etnogótico’ (o ‘etno-gótico’), hay un artículo de Arthur Redding en el ‘companion’ de 2016 sobre gótico americano, que parece haber consolidado la nomenclatura. En su blog Matthew Teutsch se refiere al artículo “Deep Roots/Rich Soil: Race, Horror and the Ethnogothic” de John Ira Jennings y Stanford Carpenter en el que se explica que “el Etno-Gótico se ocupa de narrativas principalmente especulativas que se involucran activamente en los traumas psicológicos negativamente afectivos y racialmente orientados a través de las tradiciones, tropos y tecnologías góticas”. El problema de esta etiqueta, pienso, es que no veo cómo conceptos tan diversos como el gótico sudafricano, el gótico asiático, el gótico latinoamericano, el gótico aborigen y el gótico diaspórico negro se pueden tratar desde el mismo ángulo. Si el ángulo es más o menos el mismo que solía cubrir el adjetivo postcolonial, entonces la presencia del Japón imperialista en la discusión es extraña. Teniendo en cuenta el lenguaje, tampoco me complace la inclusión en la misma categoría de áreas anglófonas y no anglófonas. Y la mezcla de lo geográfico y lo racial me parece inestable. También me pone nerviosa la categorización de la escritura no blanca y no estadounidense/británica como “étnica” como si los escritores blancos de Estados Unidos y el Reino Unido no fueran ellos mismos parte de grupos étnicos. Sé que Maisha Wester ha hecho mucho trabajo excepcional sobre cuestiones raciales y que ella está mucho mejor cualificada que yo para abordar esta cuestión, pero lo cierto es que encuentro la etiqueta ‘etnogótica’ extremadamente problemática. Pensad en dónde debería colocarse el gótico español en un futuro ‘companion’ del gótico global, y veréis qué me preocupa.

En cualquier caso, he disfrutado mucho de este volumen, que se anuncia como “el primer ‘companion’ transnacional y transmedia del gótico post-milenario”, y responde con creces a esta ambiciosa presentación. Es muy difícil tomar una instantánea de un género determinado en un momento dado, ya que, como los niños traviesos, los textos y los autores nunca se quedan quietos. The Castle of Otranto (1764) tiene ya 257 años y ¿quién podría haber imaginado que el gótico seguiría vivo hoy en día, aunque en una forma tan diferente? O formas, como descubriréis en este excelente ‘companion’, que es sin duda alguna un muy buen ‘acompañante’.

Publico un post una vez a la semana (sígueme en @SaraMartinUAB). ¡Los comentarios son muy bienvenidos! Descárgate los volúmenes anuales en http://ddd.uab.cat/record/116328. Visita mi web http://gent.uab.cat/saramartinalegre/