Esta es la traducción del texto originalmente publicado en catalán en El Biblionauta en noviembre de 2021. Aquí está la segunda parte.

En la novela humorística de Douglas Adams Guía del Autoestopista Galáctico (original 1978), se utiliza como solución a los problemas de comunicación interlingüística universal un pez de Babel, animalillo pequeño y amarillo que se introduce en el oído de quien quiere entender otro lenguaje. Todos hemos soñado con un artefacto que haga una función parecida sin el inconveniente de tener una criatura viva cerca del cerebro, y se están haciendo muchos esfuerzos en este sentido. Google, al parecer, está trabajando para hacer realidad un intérprete universal inspirado por Star Trek, imagino que como app fácilmente instalable en el móvil. Mientras se encuentra una forma de traducir en vivo y en directo el habla, como todos sabemos Google Translate, otros servicios como DeepL y el propio Word (en una opción del menú algo olvidada), nos ayudan a traducir textos escritos de una lengua a la otra con un grado de eficiencia cada vez mayor.

Hace cinco años, Google Translate, inaugurado en 2006, se transformó de hecho en Google Neural Machine Translation (GNMT), un servicio que usa un algoritmo de máquina neural gestionada por una IA capaz de procesar significado contextual, capacitación que en parte explica la drástica mejora de la traducción automática. Supongo que DeepL va por el mismo camino. Justamente, en las últimas semanas se vive un encendido debate sobre el uso de este tipo de traducción en la subtitulación castellana del mega éxito de Netflix, la serie surcoreana El juego del calamar. Como se ha quejado ATRAE (Asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual de España), la multinacional Iyuno de la que es cliente Netflix ha usado por primera vez subtítulos generados automáticamente que ha revisado posteriormente un traductor humano, cobrando un tercio de la tarifa habitual ( es decir, entre 60 a 100 euros por una película de 100 minutos). La posedición (como se denomina esta práctica), protesta ATRAE, amenaza con destruir muchos puestos de trabajo y con rebajar la calidad de la subtitulación. AVTE (Audiovisual Translators Europe) ya publicó el pasado septiembre el Manifesto on Machine Translation (https://avteurope.eu/2021/09/13/press-release-avte-manifesto-on-machine-translation/) donde se avisa del profundo daño que la traducción automática hará a corto y largo plazo en el ámbito audiovisual y donde se defiende la necesidad de llegar a una mejor colaboración entre los traductores humanos y las compañías que ofrecen servicios de traducción automática basados en potentes IAs.

Este debate no ha llegado al mundo literario pero quiero empezar tomando como caso la ciencia ficción y la lengua catalana. No tengo una idea clara de las tarifas que cobran los traductores pero entiendo que una novela de 300 páginas en inglés puede costar unos miles de euros (¿entre 2000 y 4000?) y si pensamos en una cifra de ventas de entre 100 y 500 copias, ya vemos que el negocio es limitado, incluso imposible. No acabo de entender, si lo pienso bien, por qué existe un cierto secretismo en torno al dinero que cuesta publicar un libro de ciencia ficción en catalán, pero cuando he preguntado directamente a varios editores qué volumen de negocio esperan generar me han respondido con evasivas. Iba a decir que esto es tema para otro debate pero es todo lo contrario: lo es de éste. Si no sabemos claramente qué cuesta una traducción difícilmente se puede resolver el problema de cómo llenar los vacíos en el mercado editorial de la ciencia ficción en catalán. Dejo a un lado el delicado tema de las subvenciones, que quizá sea el verdadero centro del debate.

La propuesta que hago a continuación no va a gustar a nadie e incluso podría escandalizar a muchos. Cojo como caso de estudio al autor inglés Richard K. Morgan, a quien acabo de entrevistar en el Festival 42 y cuya obra conozco íntegramente en el inglés original. Morgan tiene publicadas nueve novelas (https://www.richardkmorgan.com/books-more/), de las que seis han sido traducidas al castellano (una de ellas, Altered Carbon, dos veces por desacuerdo del autor con la primera traducción y rotura de contrato con la editorial). Su trilogía sobre el súper-soldado Takeshi Kovacs, recientemente adaptada por Netflix, está a punto de ser completada en castellano, lengua en la que se puede leer la primera novela (Carbono modificado), la segunda, Ángeles rotos, y muy pronto la tercera, Furias desatadas. También están traducidas su primera novela, Leyes de mercado, y la trilogía de fantasía Sólo el acero, El gélido mando, y La impía oscuridad. En cambio, la novela preferida del autor entre todas las que ha escrito y, para mí, la mejor, Black Man (conocida en Estados Unidos como Th3rteen) probablemente nunca se traducirá al castellano (a no ser, claro está, que Netflix también la adapte). Cuando le insistí a su editor en castellano que esta es una buena obra me contestó que no tiene ninguna duda de que lo es pero se trata de una novela demasiado larga y demasiado poco conocida para que le salga a cuenta traducirla. Se comprende perfectamente. Siempre podría darse el caso de que una editorial mayor se haga cargo de Black Man pero suponiendo que esto no ocurra lanzo una controvertida propuesta: le recomendaría a Morgan, y a todos los autores en situación parecida, que se suscriban a una plataforma de traducción automática, paguen un traductor para hacer una revisión de traducción automática y se auto-publiquen, sea en su propia web o en plataformas como Amazon (o Lektu… o El Biblionauta).

Si ningún editor se interesa por pagar una traducción y publicarla, o no tiene recursos, pienso que Morgan (o cualquier otro autor en una situación parecida) podría seguir el mismo método y auto-publicarse en lengua catalana, o la que escoja. Anticipo las protestas furiosas de editores y traductores, pero, con toda sinceridad, ¿qué debe hacer un autor que quiere encontrar un nuevo mercado en una nueva lengua pero que no encuentra editor? ¿Es justo que una obra se quede sin publicar en otra lengua porque es demasiado cara de traducir o de publicar? Los autores han aceptado hasta ahora las reglas del juego según las cuales un editor extranjero es quien elige comprar los derechos y encargar las traducciones, y seguramente ya tienen trabajo suficiente con escribir como para iniciar nuevas y extrañas aventuras en el mundo del auto- publicación. Que yo sepa, los autores además nunca encargan traducciones, sino que esperan que los editores extranjeros lo hagan porque lógicamente es más barato para ellos. Sin embargo, todo es cuestión de hacer un cálculo de gastos. Si un autor concluye que le vale la pena autopublicar una traducción gestionada por él mismo (o su agente) sea usando traductores humanos o traducción automática revisada, no hay ningún obstáculo para que pueda salir adelante. Todo depende, como digo, de qué gastos quieran asumirse.

No tengo ninguna intención de contrariar a los traductores, gremio profesional que merece todo mi respeto, ni a los editores, pero quizás por culpa de la imaginación de los autores de ciencia ficción muchas cosas están cambiando en el ámbito de la traducción. Tenía la impresión de que el uso de la traducción automática estaba mucho menos extendido de lo que está en instituciones, negocios empresariales y ámbitos profesionales, pero amigos que son traductores profesionales no han tenido inconveniente en explicarme que ahora se dedican básicamente a revisar textos traducidos por IAs. Se podría argumentar que la traducción automática está demasiado poco avanzada como para que no sean necesarias profundas revisiones del texto tan caras como una traducción de raíz pero éste es un obstáculo menguante, como sabemos todos los que usamos traducción automática (quiero decir en tareas no literarias).

La visión de un mundo donde sólo traducen IAs y ningún humano se forma como traductor debería horrorizarnos a todos, y me horroriza muy profundamente pero no tengo más remedio que llamar la atención sobre el problema de hacia dónde avanza la traducción. Tendría una cierta ironía que la ciencia ficción sea el género en el que más puedan proliferar las traducciones automáticas revisadas al catalán, pero sería una ironía coherente con la propia naturaleza de este género. Quizás se pueden poner reglas, de modo que sólo se traduzcan combinando el trabajo de los IAs con trabajo humano las obras que ningún editor quiera publicar, o para las que no se encuentra traductor humano en catalán, pero es verdaderamente una pena que no nos lleguen obras en otras lenguas porque las leyes del mercado editorial lo obstaculizan. Si no hay mercado por algunas obras en algunas lenguas (no hablo sólo del inglés) sería lógico buscar otras estrategias. Éstas, por cierto, deberían ser siempre legales, nunca se puede realizar ninguna traducción al margen de los derechos de los autores sobre su obra. Pensando en los autores opino, como digo, que la traducción automática revisada y la autopublicación son las herramientas más adecuadas.

Si encuentras esta propuesta inaceptable, nos podemos concentrar de momento en la primera propuesta (ver la primera parte de este artículo) y convertir a El Biblionauta en la sede de un consejo políglota de sabios lectores que pueda ayudar a los editores a hacer elecciones beneficiosas para todo el mundo, relativas a qué ciencia ficción se podría traducir al catalán, usando traductores humanos y más allá de la lengua inglesa.

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