El que debería escribir esta entrada hoy es mi estudiante de doctorado Pascal Lemaire ya que ha elegido tratar el tecnothriller como su tema de investigación. Sin embargo, yo misma tengo curiosidad por algunos de las cuestiones que está planteando sobre este género, así que aquí estoy.
Allá por 2014 Pascal publicó en Hélice un excelente artículo que es la base de su disertación, iniciada este curso académico. En “Ain’t no technothriller in here, sir!” (II.3, marzo de 2014, 50-71) se ocupó del hecho de que tanto autores como críticos niegan que el tecnothriller realmente exista como género, a pesar de que esta es una etiqueta con la que la mayoría de los lectores de ficción popular están familiarizados. Pascal pone a prueba la hipótesis en su artículo de que “El Tecno-Thriller (sic) es una ficción narrativa ambientada en el pasado cercano o en un futuro cercano sobre la violencia en un contexto político ejercida con tecnologías avanzadas”, y aunque, como sucede con cualquier definición de género, pronto surgen las excepciones, logra nombrar una lista sustancial de autores y novelas relacionadas con el género y establecer algunos sub-géneros clave (guerra submarina, ficción de la Tercera Guerra Mundial, la historia del Comandante y la novela sobre el Comando). Su conclusión es que el tecnothriller existe al mismo nivel que, por ejemplo, existe la chick-lit, es decir, tanto como una etiqueta comercial como un conjunto de características que se fusionan en un género que la mayoría de los lectores pueden identificar. También afirma que “el paquete entero” sobrevive y debe estudiarse como “un testimonio de algunos de los aspectos culturales del último cuarto del siglo XX hasta nuestros días”. Tal como explicó a su tribunal de seguimiento anual la semana pasada, a pesar de ser un lector muy buen conocedor del género, lo está abordando de manera crítica; no quiere reivindicar todos sus valores, sino asegurarse de que la crítica académica actual ya no pase por alto la existencia del tecnothriller.
Mientras debatíamos estos asuntos en nuestra última tutoría, recordé el trabajo revolucionario que Janice Radway hizo a principios de la década de 1980, cuando su enfoque sobre la novela rosa basado en la respuesta de las lectoras resultó en su estudio indispensable Reading the Romance (1984). Hasta entonces, la ficción romántica era un vergonzante secreto en la escritura y la lectura de las mujeres, ya que la crítica feminista consideraba el género como un vástago de la ideología patriarcal (lo es, sin duda). Radway, sin embargo, demostró que las lectoras de novela rosa entienden bien cómo los textos de los que disfrutan se posicionan en relación con el patriarcado, sabiendo de sobras cómo se relacionan la fantasía romántica y la sumisión sexista. Sus preferencias han remodelado gradualmente el género hacia una discusión más abierta de los contextos en los que el feminismo ofrece a las mujeres esperanza y consuelo como el romance parece ofrecer. Hoy, en resumen, ninguna crítica feminista trata a las lectoras de novela rosa de la manera condescendiente en que solían ser tratadas en el pasado y, al revés, muchas autoras han incorporado narrativas de empoderamiento en sus obras que ciertamente pueden llamarse feministas.
La contradicción que Pascal explorará, así pues, es por qué el tecnothriller, un género que ha estado subiendo a la cima de las listas de los libros más vendidos durante décadas, está siendo ignorado por todos los estudiosos, mientras que la novela rosa, un género que solía ser marginal, ha recibido tanta atención. La respuesta, como puede verse, se halla en mi propia frase: los géneros considerados marginales y que se dirigen a públicos no mayoritarios se ven ahora como objetos legítimos de estudio académico, pero todavía no sabemos qué hacer con los autores que más venden y que se dirigen a públicos de gran tamaño (en cualquier género). Ahora se pueden encontrar libros como el de Deborah Philips Women’s Fiction, 1945-2005: Writing Romance (2014), pero hasta donde yo sé nadie ha escrito una tesis sobre Danielle Steel, posiblemente la autora más popular del género junto con Barbara Cartland. Hay mucha bibliografía sobre novela rosa y muchos recursos académicos para estudiarla pero todavía entendemos muy mal el fenómeno del autor súper-ventas y no sabemos cómo argumentar que los autores pueden ser participantes clave en un género o en toda la ficción a pesar de carecer de mérito literario. Será más fácil para Pascal escribir sobre todo el género del tecnothriller, en resumen, que justificar escribir una disertación solo sobre Tom Clancy, el autor más conocido del género después de su padre fundador, Michael Crichton.
Otros asuntos complican el acercamiento al tecnothriller. Suponiendo que Pascal eligiera seguir los pasos de Janice Randway y llevar a cabo un trabajo de campo entre los lectores de tecnothrillers, su trabajo no sería igualmente bienvenido por la sencilla razón de que la mayoría de los lectores de este género son hombres blancos heterosexuales cisgénero. Este no es un grupo demográfico muy popular en estos días entre los académicos. Hace apenas unos días tuve que explicarle por enésima vez a una compañera feminista que escribo sobre ese tipo de autores masculinos porque quiero saber qué están haciendo. Encuentro maravillosa la progresión de las mujeres en todas las áreas de la literatura, y me alegra ver cómo el enfoque más inclusivo está dando como resultado la buena acogida de muchos autores trans y no binarios, pero aun así quiero saber más sobre los hombres tradicionalmente binarios porque están produciendo cantidades masivas de ficción leída principalmente por hombres, y por lo tanto generando una ideología de género de la que quiero ser consciente. Se puede ignorar todo esto sólo a riesgo de no entender cómo funciona el mundo. Del mismo modo, el tecnothriller necesita ser explorado porque sus narrativas basadas en tramas que exaltan la tecnología atraen principalmente a hombres cisgénero, heterosexuales, blancos y, ¿adivinen qué?, esta es la categoría de persona que tiene el poder hoy en día en el hogar donde nació el género, los Estados Unidos, y en muchas otras naciones clave del mundo. Cuando el Presidente Ronald Reagan afirmó que una novela de Tom Clancy le había dado mejor información que los informes de la CIA, algún académico debería haber escuchado y comenzar a prestar atención a este género. No era ninguna broma.
Aparte de la baja popularidad de los lectores a los que se dirige el tecnothriller entre los académicos de hoy, el género también es tratado como un brote bastardo por la comunidad centrada en la ciencia ficción, desaire que es más difícil de explicar. Daré por sentado que los tecnothrillers comienzan con The Andromeda Strain [La amenaza de Andrómeda] (1969) de Michael Crichton y dejaré a Pascal una explicación más matizada de los orígenes del género. Esta novela narra los frenéticos esfuerzos de un grupo de científicos estadounidenses para detener la propagación de un virus extraterrestre mortal que llega a la Tierra junto con los restos de un satélite militar. La página de Wikipedia afirma que “las reseñas de The Andromeda Strain fueron abrumadoramente positivas, y la novela fue un éxito de ventas en América, estableciendo a Michael Crichton como un respetado novelista y escritor de ciencia ficción”. Esto no es cierto en lo que respecta a ser un respetado escritor de CF. Crichton nunca fue nominado para un Hugo, y su única nominación para una Nebula fue para la película Westworld (1973), que escribió y dirigió.
Posiblemente, la condición de autor súper-ventas de Crichton lo alejó de la mayoría de los fans de la ciencia ficción y de los autores del género que luchan por tener un mínimo impacto, y también contribuyó a la alienación de otros escritores de tecnothriller del fándom y a su ninguneo en el circuito de premios de la CF, a pesar de que parece más que claro que el tecnothriller es un subgénero de la CF, particularmente cercano a su rama militar. Más allá de si los autores que más venden necesitan fándom o premios, hay otro problema. Hace un tiempo estuve pensando en escribir un libro sobre Crichton pero la tarea pasó a ser imposible una vez me di cuenta de que sus valores ideológicos son ahora obsoletos en muchos sentidos, especialmente en lo que respecta al género identitario; el proyecto quedó en nada después de mi lectura de Prey [Presa] (2002). Bromeando un poco con su otro título más conocido, Jurassic Park [Parque Jurásico] (1990), diría que Crichton es ahora un dinosaurio; si os fijáis, ya nadie lo menciona en relación con la franquicia cinematográfica iniciada por la película de Spielberg de 1993, una señal segura de que ya no se le respeta. Elizabeth Trembley publicó en 1996 Michael Crichton: A Critical Companion, pero no veo a nadie dispuesto a actualizar este volumen, como yo misma pensé en hacer.
Ahora bien, si Crichton es una patata demasiado caliente hoy en día, imaginad la dificultad de tratar de una lista de autores principalmente interesados en la tecnología relacionada con la guerra y en convertir ese interés en materia de historias emocionantes para entretener a blancos adultos de ideología poco progre. Debo decir que no soy lectora de tecnothrillers (aunque he visto toneladas de películas basadas en ellos, o que son tecnothrillers por derecho propio) y tal vez estoy asumiendo erróneamente como la mayoría de mis compañeros académicos que como su postura es tecnófila y de derechas no vale la pena analizarla y mucho menos defenderla. Sin embargo, suponiendo que este sea el caso (a pesar de que el propio Crichton fue muy crítico con el mal uso de la ciencia y el impacto de las tecno-corporaciones), y que los hermanos e hijos de Tom Clancy son, en el peor de los casos, supremacistas blancos y militaristas acérrimos, ¿no deberíamos estar al caso de lo que están escribiendo? Hay algo más. Como estoy aprendiendo de Pascal, los escritores de tecnothrillers tienen una muy buena comprensión de los problemas geopolíticos, mientras que los escritores realistas literarios insisten en representar la vida personal de las gentes de clase media al margen de todo conflicto nacional o internacional. Supongo que muchos lectores encuentran los tecnothrillers didácticos y, como Ronald Reagan, están aprendiendo de ellos lecciones que ningún otro escritor está proporcionando. Tal vez, y esto es algo que Pascal debe investigar, podría valer la pena aprender algunas de estas lecciones y no asumir, como hacemos, que son basura.
Si un género logra sobrevivir en ausencia de fándom, premios especializados y atención académica, e incluso sigue apareciendo en la lista de los libros más vendidos después de décadas, esto significa que vale la pena estudiarlo. Como especialista que escribe sobre ciencia ficción escrita por hombres cuyos valores no siempre comparto, me parece absolutamente necesario explorar lo que interesa a la mayoría de los lectores masculinos. Simplemente no es cierto que la mayoría esté leyendo ahora tanta ficción escrita por hombres como por mujeres, ni que la ideología de género haya impactado la escritura de los hombres (y sus lecturas) tanto como ha impactado la de las mujeres. Podríamos tener la impresión de que el mundo de la ficción ahora está acomodando sin problemas los profundos cambios en la ideología de género que hemos visto en las últimas décadas, pero creo que este no es el caso en absoluto y que así como algunas mujeres aman apasionadamente la ficción romántica del tipo más tradicional, algunos hombres siguen siendo sin duda adictos a los tecnothrillers. Si guardan silencio sobre su adicción es simplemente porque nadie se interesa por sus preferencias. Me alegro, entonces, de que Pascal Lemaire se preocupe con un interés verdaderamente académico por la ficción escrita por hombres de ideología muy diferente de la suya propia. Estoy muy interesada en lo que está descubriendo y espero que muchos otros lectores también lo estén.
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