The Expanse (La expansión, o La extensión, 2011-2021) es una serie de ópera espacial de nueve volúmenes de James S.A. Corey (el seudónimo conjunto del dúo Daniel Abraham y Ty Franck), o una serie de diez volúmenes si se tiene en cuenta el libro que reúne la ficción corta asociada. Las novelas han sido adaptadas como serie de televisión, primero por SyFy y más tarde por Amazon, hasta la sexta temporada, que también corresponde aproximadamente a la saga hasta la sexta novela (la séptima temporada acaba de ser anunciada). Leí la primera novela, Leviathan Awakes [Leviatán despierta], durante el proceso de selección de obras para un libro sobre ciencia ficción y masculinidad que pretendo escribir el próximo año. Las reseñas de la serie de televisión y de esta novela sugerían que el Capitán James Holden podría ser un personaje interesante a considerar. En seguida lo rechacé debido a una escena en la Holden se felicita por no intentar tener relaciones sexuales con su segunda de a bordo, Naomi Nagata, quien en ese momento está bebida, pero pensé que este podría ser el comienzo de un arco narrativo de gilipollas a héroe, como ha resultado ser. En el punto en que estoy ahora (la séptima novela, Persepolis Rising [El ascenso de Persépolis] Holden ha demostrado ser un héroe varias veces y un amante cariñoso para Nagata, con quien lleva décadas de relación. Definitivamente, será protagonista de uno de mis capítulos, si logro analizar en 6000 palabras un arco narrativo que comprende aproximadamente 5000 páginas en total.

            Mi foco de interés hoy, sin embargo, no es solo Holden, sino también otro miembro de la tripulación del Rocinante, el mecánico Amos Burton. Holden bautiza su nave con el nombre del famélico caballo de Don Quijote para subrayar su propio idealismo, y se podría argumentar que los otros miembros de la tripulación original (el piloto marciano Alex, la belter Naomi) y el propio Burton (otro terrícola como Holden) desempeñan colectivamente el papel de Sancho Panza, sobre todo Nagata. Holden, como he señalado, tiene una larga relación romántica con esta mujer en la ella que desempeña los roles de novia admiradora, conciencia moral y gran ingeniera, todo en uno. Aparte del paso en falso de la detestable escena del primer libro, Holden resulta ser un tipo majo (blanco y heterosexual, de la clase tradicional), aunque con una irritante inclinación a creer que sólo él puede salvar a la especie humana de los alienígenas y varios villanos patriarcales. Como hombres, Alex y Amos (el piloto y el mecánico) complementan a Holden aportando habilidades de las que carece pero Burton también sirve para resaltar la renuencia de Holden a matar si puede evitarlo y la sexualidad normativa del capitán, aunque de una manera muy incómoda para mí como lectora. En un momento dado, Holden le pregunta a Naomi por qué nunca tuvo relaciones sexuales con Amos (en otra nave, antes de que se convirtieran en pareja), al ver que este tipo corpulento tiene una especie de atractivo áspero y ella responde que fue por su problemática sexualidad. El problema con Burton, como Naomi y Holden saben, es que solo tiene relaciones sexuales con trabajadoras sexuales, algo que a mí como lectora me irrita.

            Hay que comentar el tema dos ángulos: el personal se refiere a la biografía de Amos Burton y el general a la configuración del siglo XXIV en los libros (la acción comienza alrededor de 2350). Burton es el protagonista de la novela corta “The Churn” [“La rotación”], que narra cómo dejó atrás una vida criminal en la Tierra para convertirse, gracias a una combinación de violencia y pura chamba, en un valioso mecánico de naves espaciales. Sabemos por esta novela breve (y otros comentarios en las novelas) que Amos (nacido Timmy) era hijo de una prostituta sin licencia, activa en Baltimore. Cuando ella muere (creo que asesinada), el pequeño Timmy es acogido por una de las amigas de su madre, Lydia, quien se convierte en su amante cuando todavía es técnicamente un niño. Lydia es una buena madre/amante del chico pero no puede evitar que crezca en un ambiente mafioso, en el que el joven Timmy destaca por su gran cuerpo, fuerza física y falta de escrúpulos para asesinar si lo cree necesario (característica tolerada e incluso encomiada por los autores y los compañeros del Roci). La cuestión es que los autores suponen que debido a sus orígenes y diversos traumas freudianos Amos Burton sólo puede tener relaciones sexuales con prostitutas. Cuando finalmente encuentran un interés amoroso para él, la relación se mantiene platónica (e inexplicable) durante décadas.

            La visión de Nagata de la sexualidad de Burton como anómala no es, sin embargo, del todo correcta porque en el sistema solar del siglo XXIV en el que ambos viven hay prostitución, tanto ilegal como autorizada. La sexualidad de Burton sería anómala si, por ejemplo, matara a las mujeres con las que tiene relaciones sexuales, o disfrutara violando niños, o se entregara a otros crímenes sexuales. En lo que respecta a su mundo es solo un cliente que utiliza un servicio controlado principalmente por las autoridades que otorgan licencias a los burdeles. No he contado las veces que la palabra ‘burdel’ aparece en la serie, pero creo que este tipo de establecimiento se menciona al menos dos veces en cada novela como parte de los servicios que proporciona cualquier planeta o planetoide. Cada vez que el Rocinante aterriza para ser reparado o dar un respiro a su tripulación, Burton salen en busca de un burdel sabiendo que sus compañeros no lo van a criticar.

            Yo sí critico a los autores. The Expanse está llena de personajes femeninos interesantes, desde la propia Nagata hasta la soldado marciana Bobbie Draper, pasando por la feroz y malhablada política de la ONU Chrisjen Avasarala. Sin embargo, estas mujeres viven en un universo en el que sus compañeros de trabajo utilizan trabajadoras sexuales y en el que la prostitución parece haber sido regulada pero no frenada. La prostitución ha existido durante milenios y es poco probable que se extinga pronto, pero mi queja es que el trabajo sexual no debería tener lugar en un siglo XXIV en el que las mujeres son 100% iguales a los hombres. O, alternativamente, debería ofrecer servicios a tod@s. Llevo varias novelas esperando a que Bobbie acompañe a Burton en una de sus excursiones a por compañía masculina, pero sé que no va a suceder. Los autores, lectores y personajes parecen estar de acuerdo con que Amos disfrute de sexo remunerado y aunque esta situación se presenta hipócritamente como parte de su sexualidad anómala, el hecho es que en su sociedad sigue siendo una prerrogativa masculina pagar a las mujeres por practicar sexo.

            En Babylon’s Ashes [Las cenizas de Babilonia] (la sexta novela) hay un capítulo muy relevante en relación con este tema, narrado desde el punto de vista de Amos (lo que los autores llaman “tercera persona cercana”). El capítulo 35 comienza con Burton reflexionando sobre por qué usa burdeles: aprendemos que no puede sentir las emociones asociadas al amor y que ve el deseo sexual que se acumula en su cuerpo durante los largos viajes como “cualquier otra cosa poderosa y peligrosa presente en su espacio de trabajo” que hay que eliminar. Sin embargo, en lugar de ligar con una de sus compañeras de tripulación, usa burdeles porque allí “sabía cómo eran todos los peligros”, es decir, sabía cómo evitar las emociones. No veo nada anómalo aquí, sino un relato sincero de cómo opera el usuario masculino del trabajo sexual, el putero. Sobre la chica que duerme a su lado, Maddie, leemos que ella “era alguien que él había usado y que lo había usado”, como si cliente y trabajadora fueran iguales. La joven, se nos dice, había sido una prostituta sin licencia cuando era niña, antes de unirse al “comercio legal”. Al parecer, sus experiencias facilitan la charla postcoital, ya que Amos se había criado entre prostitutas ilegales y “ella sabía que él no diría nada de esa mierda de ‘mereces algo mejor’ para salvarle el alma. Tampoco comenzaría a llamarla perra y a pegarle por vergüenza como hacían algunos clientes”. Amos, que no puede dormir, se siente generoso dejándola disfrutar de la cama que ha pagado toda la noche, y aún más cuando, una vez resuelto lo que le preocupa, decide no volver y exigir sus servicios de nuevo.

            Esa noche Amos Burton y Jim Holden mantienen una conversación absolutamente crucial sobre los acontecimientos en el último enfrentamiento entre el Rocinante y el rebelde de la Free Navy Marco Inaros. Se trata de la primera conversación larga que Burton y Holden mantienen en la saga, y como he señalado, ocurre en la sexta novela, cuando los dos hombres llevan trabajando juntos posiblemente una década. Burton ha notado algo extraño en los misiles lanzados contra la nave espacial de Inaros y la sospecha de que Holden pudo haberlos manipulado lo mantiene despierto esa noche. El mecánico le exige una explicación a Holden (que no reproduciré aquí para evitar spoilers), y viendo que el capitán podría no estar en condiciones de eliminar a Inaros, Burton plantea la pregunta clave sobre la que todo héroe necesita reflexionar: “¿Eres el tipo adecuado para este trabajo?”. Holden se enfrenta a la inesperada prueba de la hombría con su proverbial honestidad: “No. Pero yo soy el tipo al que le ha tocado. Así que lo voy a hacer”. Holden le da las gracias a Burton, quien “no está seguro de qué se le estaba agradeciendo”, y rechaza la oferta del mecánico de tomar la responsabilidad de matar a Inaros en sus manos. “Mis manos están bien”, responde Holden.

            He aquí la pequeña broma, o no tan pequeña, que gastan los autores. El lector podría pensar que lo que preocupa a Amos esa noche es haberse dado cuenta al fin de que siente algo por una de sus compañeras de tripulación, ya sea Bobbie o, más probablemente, la frágil mujer que ha rescatado de la devastación de la Tierra. Cuando regresa al Roci, me esperaba una escena entre Burton y esta mujer, en la que él (quizás) declararía su amor pero le diría que ella es demasiado pura para que él tenga relaciones sexuales, o alguna otra tontería heteronormativa. Me sorprendió descubrir en cambio que lo que preocupa a Amos es si Jim Holden está a la altura de lo que debe hacer como hombre y héroe, sobre todo porque, como he señalado, los hombres de esta saga no tienen conversaciones íntimas; de hecho, todas las conversaciones íntimas a bordo del Roci suceden entre Holden y Nagata. Ella no puede ser parte de la conversación sobre Inaros en ese momento (más tarde hay una conversación íntima en la que Holden reproduce su conversación con Amos), y, por lo tanto, Burton, reemplaza a Naomi en la escena.

            Lo que es inconcebible en el áspero universo masculino de The Expanse, sin importar lo amable que pueda ser la masculinidad de Holden en comparación con la del héroe tradicional de la ópera espacial, es una conversación en la que el capitán ayude a su mecánico a darse cuenta de que el amor y el sexo con una mujer pueden ir juntos, como ha aprendido en su relación con Nagata. Demasiado incómoda, demasiado personal. Hay matrimonios poliamorosos en The Expanse (Holden es hijo de uno), gays y lesbianas, y Holden es incluso objeto de una oferta de sexo gay (que él rechaza cortésmente), pero no hay espacio para la intimidad masculina en la que debatir por qué la sexualidad de Burton es ‘anómala’ (si es que lo es) y cómo podría disfrutar de alternativas más satisfactorias que la prostitución. Estoy en parte agradecida a los autores por abordar el tema del trabajo sexual y ser tan sinceros al respecto, pero también estoy decepcionada al ver que el progreso de las mujeres, tal como ellos lo ven, no pasa por eliminar esta profesión.

            En lo que respecta a Maddie, aunque pasar de la ilegalidad a la legalidad es una mejora, el hecho de que el trabajo sexual todavía exista en el siglo XXIV dice poco sobre el progreso general de las mujeres y de la especie humana. Y si eres el tipo de persona que piensa que el trabajo sexual es como cualquier otro trabajo, solo pregúntate si te gustaría que tu hija/sobrina/prima adolescente anuncie que quiere ser una profesional en ese oficio. (¿Respondiste ‘sí’? ¿En serio?). El debate sobre la prostitución, o trabajo sexual, se encuentra ahora en un punto en que los clientes han sido criminalizados en algunos países siguiendo el modelo sueco implantado en 1999, mientras que las trabajadoras sexuales han sido despenalizadas (no legalizadas). De hecho, muchas trabajadoras sexuales se han resistido a este modelo con el argumento de que ha hecho que su trabajo sea más peligroso, ya que la caída en el número de clientes las obliga a aceptar encuentros más arriesgados y ha disminuido sus ingresos (ver https://www.swarmcollective.org/blog/the-swedish-model). También se quejan de que, además, hay pocos trabajos para las mujeres que desean abandonar el trabajo sexual.

            Lo que el caso de Amos Burton demuestra, sin embargo, es que sin una mejor educación sexual que pueda curar traumas y enseñar a los hombres que el sexo debe nacer del respeto mutuo y el consentimiento (y por supuesto de la seducción mutua), el trabajo sexual continuará mucho más allá del siglo XXIV. ¿Y qué hay de malo? Insisto: pregúntate si es un oficio que elegirías para una persona joven (niña o niño) que amas, y ahí tienes la respuesta. O imagina ir de viaje de negocios con tus compañeros de trabajo y cómo te sentirías si supieras que los hombres van a burdeles en cada parada, porque esto es lo que ven Naomi y Bobbie con Amos. Yo me sentiría incómoda y puede que indignada (si estuviera en Suecia incluso podría llamar a la Policía). Sin embargo, por lo que veo, el modelo sueco no es parte de The Expanse ni de lo que el futuro depara a las mujeres según sus autores. Ojalá no sea así.