Estoy enseñando la novela Drácula de Bram Stoker mientras trabajo en la segunda edición de mi libro Expediente X: en honor a la verdad, que debería publicarse en algún momento del próximo otoño, coincidiendo con el trigésimo aniversario del lanzamiento de la serie en 1993. Los episodios de The X-Files sobre vampirismo (“3” y “Bad Blood”) no se cuentan entre mis favoritos, y no es mi objetivo analizar el impacto de Stoker sobre la serie de Carter. Más bien, quiero explorar, aunque solo sea parcialmente, en qué sentido Drácula funciona como un proto ‘expediente x’ en su descenso de la ciencia a la pseudociencia (o aún peor).
Expediente X (1993-2002) fue una serie extremadamente popular creada por Chris Carter para Fox TV. Se expandió en dos películas (1998, 2008), un par de nuevas series (2016, 2018), cómics, novelas, videojuegos y figuras de acción. Los protagonistas de la serie son el agente Fox Mulder (interpretado por David Duchovny) y la agente Dana Scully (interpretada por Gillian Anderson). Juntos, investigan como parte del FBI pero también aparte, los casos independientes conocidos como “el monstruo de la semana” y una serie de conspiraciones conocida como el ‘mitarco’ o la mitología. Las conspiraciones tratan sobre la invasión y colonización alienígena que pronto sucederá, aunque en las nueva series la intervención de los alienígenas ha sido cuestionada y lo que queda es una villanía patriarcal muy humana.
Mulder y Scully surgen de las necesidades paralelas de Carter de creer en lo irracional (el lema de Mulder es “Quiero creer”) y aplicar la racionalidad pura a lo fantástico (Scully es física y experta forense). A diferencia de lo que es habitual, el hombre, Mulder, es en Expediente X un defensor de lo irracional (o un pseudocientífico como lo ha llamado Daniel Malloy) mientras que la mujer, Scully, defiende la evidencia científica por encima de la superstición y la paranoia. Dado que la serie narra esencialmente la búsqueda de Mulder de la verdad en las conspiraciones que persigue, a Scully le toca subordinar sus propias creencias racionales a sus extrañas teorías, como su leal compañera. No es de extrañar que científicos tan prominentes como Carl Sagan o Richard Dawkins protestaran contra este enfoque, pidiendo en cambio una serie que desacreditara la conspiración y la superstición.
Mulder y Scully son descendientes de Holmes y Watson, como muchos espectadores y estudiosos han notado. Arthur Conan Doyle publicó su primer cuento sobre Holmes, “A Study in Scarlett” en 1887, en el anuario de Navidad de la revista Beeton. Drácula, publicada diez años después, suele vincularse a la novela corta de Joseph Sheridan Le Fanu Carmilla (1872), una asociación confirmada por el propio Stoker (ambos autores eran irlandeses y Stoker había trabajado de joven para el Dublin Daily Mail, co-propiedad de Le Fanu). Stoker, sin embargo, tenía un vínculo más cercano con Doyle, de quien era fan antes de que se conocieran; la admiración era mutua, ya que Doyle felicitó a Stoker por Drácula en una simpática carta.
Según The Encyclopedia of Arthur Conan Doyle, que ofrece detalles de sus colaboraciones, Stoker “pensó que podría usar [las historias de Sherlock Holmes] como modelo en una primera versión de Drácula” aparentemente con “un especialista en investigación psíquica llamado Singleton, un policía llamado Cotford y un profesor de historia similar a Watson llamado Max Windshoeffel”. Estos nombres aparecen en “Notes for Dracula”, cuaderno conservado en el Museo Rosenbach (se puede descargar el texto, disponible en línea en una versión facsímil). Y para quien sienta mucha curiosidad sobre Stoker y Doyle, aquí está la entrevista que el primero le hizo al segundo en 1907.
He encontrado diversos comentarios sobre lo maravilloso que sería tener un crossover Holmes / Van Helsing. Sin embargo, sólo he encontrado un estudio académico sobre su conexión, publicado por una especialista ucraniana en una revista croata: “Sherlock Holmes, Van Helsing, James Bond i Jack Trbosjek: žanrovske strategije suvremene ukrajinske povijesne kriminalističke proze” por Sofija Filonenko, Književna smotra, 2022, 53 (202(4)), p.125. Aparentemente, el ensayo trata sobre el uso de “fórmulas atadas al misterio” en la ficción popular ucraniana del siglo XXI. Tomaré esto como prueba de que nadie más en el mundo académico ha notado cómo Holmes y Watson se convierten en Van Helsing y Seward en Drácula. Añadiré que Van Helsing y Seward también están próximos a Mulder y Scully, aunque también hay mucho de Mina Murray en Scully. Ambas son mujeres inteligentes afectadas personalmente por el contacto con los monstruos y ambas participan activamente en su persecución.
Las adaptaciones cinematográficas les han hecho un flaco favor a los personajes secundarios en Drácula. No voy a entrar en el laberinto de rastrear la presencia de Van Helsing en la ficción popular (¿recordáis esa terrible película de 2004 con Hugh Jackman?), ni en las causas por las que sólo Drácula de Bram Stoker (1992) de Coppola tiene un notable Dr. Seward (interpretado por Richard E. Grant). Lo que me interesa es la construcción de la trama de la novela como un proto ‘expediente x’.
Tenemos en Drácula un teaser muy largo, los capítulos iniciales con Jonathan Harker siendo torturado en Transilvania, seguido de la sección durante la cual el Conde ataca a Lucy y nadie entiende qué la aqueja. Lo que sigue es un choque prolongado entre ciencia y superstición en el que la voz principal es la de un científico consumado (como Scully) dispuesto a creer que algunos problemas requieren ir más allá de la ciencia (como Mulder). Este no es el territorio de lo fantástico (como El Señor de los Anillos), ni el de la realidad de Holmes en la que se niega lo sobrenatural (como en El perro de los Baskerville). En Drácula la modernidad racional absoluta necesita luchar no tanto contra lo primitivo (el propio Conde se adapta bien a la vida en Londres) como contra lo antinatural, que no es exactamente lo mismo que lo sobrenatural. En este proceso la ciencia se pierde (y pierde).
El Dr. Seward, un psiquiatra, invita al holandés Dr. Van Helsing, su “viejo amigo y maestro”, a tratar a su amada enferma Lucy porque “sabe más que nadie en el mundo sobre enfermedades raras” (además, Seward había salvado la vida de Van Helsing curándolo de la gangrena). Van Helsing, escribe Seward en su carta a Arthur, el prometido de Lucy, “es un filósofo y un metafísico, y uno de los científicos más avanzados de su época; y tiene, creo, una mente absolutamente abierta”. Van Helsing también posee “nervios de acero, un temperamento como un arroyo de hielo, una resolución indomable, autodominio, una tolerancia exaltada llena de virtudes y bendiciones, y el corazón más amable y verdadero que late”. La carta de Van Helsing aceptando la invitación de Seward lleva un montón de títulos tras su nombre, que lo presentan como un erudito familiarizado tanto con las ciencias como con las humanidades.
Siempre hay un punto en un ‘expediente x’ en el que la vida normal racional se trastoca y Scully necesita reajustar su visión del mundo para aceptar las extrañas teorías que defiende Mulder. Esto se hace en Drácula en tres escenas, una del capítulo XIII y dos más del capítulo XV (en realidad la segunda escena de este capítulo tiene un enfoque diferente como mostraré).
En el capítulo XIII, el Dr. Seward narra cómo, después de la muerte de Lucy por exanguinación, el profesor Van Helsing pide “un juego de cuchillos post-mortem” que, Seward supone, deben ser para una autopsia. Van Helsing abandona su fachada científica declarando cruelmente que “Quiero operar, pero no como piensas. (…) Quiero cortarle la cabeza y sacarle el corazón”. El diálogo continúa con Van Helsing reprendiendo a Seward por su reacción poco profesional (“¡Ah! ¡Tú un cirujano, y tan sorprendido!”) aunque él atribuye esta reacción negativa al amor de Seward por Lucy. El joven protesta: “Si no hay necesidad de una autopsia y nada que ganar con ella—si no hay nada bueno para ella, para nosotros, para la ciencia, para el conocimiento humano—¿por qué hacerlo? Sin todo eso es monstruoso”. Van Helsing, sin embargo, no da ninguna razón científica; en cambio, exige total confianza de Seward. Así es como la pseudociencia derrota a la ciencia.
En el capítulo XV, Van Helsing le muestra a Seward pruebas de la condición de no-muerta de Lucy una semana después de su fallecimiento: su cuerpo intacto y los dientes blancos aún más afilados, con los que ha estado mordiendo a niños. Van Helsing, Seward observa: “No pareció notar mi silencio; en cualquier caso, no mostró ni disgusto ni triunfo”. Van Helsing se lanza entonces a una diatriba sobre cómo el alma de Lucy tiene una oportunidad de salvación porque fue mordida mientras caminaba sonámbula, obligando al aún desconfiado Seward a enfrentarse al hecho de que la joven ahora es un vampiro (“oh, ya empiezas; aún no lo sabes, amigo John, pero lo sabrás todo más tarde”). La sangre de Seward “se hiela” cuando su amigo declara “No hay malignidad, mira, y por eso se me hace difícil matarla mientras duerme” porque “comencé a darme cuenta de que estaba aceptando las teorías de Van Helsing”. Al notar el cambio, Van Helsing dice “casi alegremente: ‘Ah, ¿crees ahora’?” Y como Scully le ha dicho a menudo a Mulder, Seward responde: “No me presiones demasiado y de golpe. Estoy dispuesto a aceptar”.
Aprovechando la nueva flexibilidad de Seward, Van Helsing repite su plan de ataque: “Le cortaré la cabeza y llenaré su boca de ajo, y le clavaré una estaca en el cuerpo”. El siguiente paso es la otra escena clave, que consiste en convencer a Quincy Morris y Arthur Holmwood de la necesidad de perpetrar esta atrocidad. Arthur reacciona “con una tormenta de pasión”, enfatizando que “Jamás en el ancho mundo consentiré ninguna mutilación del cadáver [de Lucy]”, pero pronto se convence de que Van Helsing no tiene ningún motivo sospechoso para sugerir la fechoría. Arthur termina clavando una estaca en el corazón de Lucy con una violencia asombrosa en el capítulo XVI, nunca vacilando y “usando el martillo como si fuera Thor mientras su brazo nada tembloroso subía y bajaba, empujando más y más profundamente la estaca que trae la misericordia”.
Hay un momento divertido y horrible al comienzo del episodio “Bad Blood” en Expediente X cuando después de que Mulder le clave una estaca a un joven repartidor de pizza y supuesto vampiro Scully descubre que sus afilados colmillos son falsos. Sin embargo, ni Van Helsing ni Mulder pueden estar equivocados y una vez que el Rubicón del territorio de la pseudociencia se cruza, el resto del ‘expediente x’ sólo puede ser un trayecto loco.
En Drácula, una vez que el cuerpo de Lucy ha sido destruido, el último obstáculo es Mina Harker (de soltera Murray), la mejor amiga de la chica muerta/no-muerta. En el capítulo XVII se le pasa toda la espeluznante historia (el Dr. Seward le hace escuchar su diario fonográfico para que lo transcriba en texto mecanografiado). Lejos de desmayarse como Seward espera, Mina encuentra esperanza entre “toda la multitud de horrores” en “el santo rayo de luz según el cual mi querida, querida Lucy estaba por fin en paz”. Mina cree en el vampirismo porque ha leído el diario de Transilvania de su marido. Por lo tanto, se recupera rápidamente de la conmoción y ofrece sus servicios como documentalista de la persecución del Conde: “Déjame escribir todo esto ahora”. Una vez ella cree, y sobre todo cuando es mordida por Drácula, la novela se convierte en un thriller centrado en la persecución del monstruo, como cualquier otro ‘expediente x’. Curiosamente, una nota de su esposo Jonathan cierra el caso. Al ver lo preocupado que está porque sólo tienen una gran cantidad de documentos pero ninguna prueba de los hechos, Van Helsing cierra la novela: “No queremos pruebas; ¡No pedimos a nadie que nos crea!”, palabras que completan su caída de científico a pseudocientífico.
Tal como Sagan y Dawkins señalaron todo ‘expediente x’ es una oportunidad perdida para enseñar la verdad de la evidencia científica racional. El discurso sobre la enfermedad se convierte en discurso sobre cómo salvar almas por medios mágicos en Drácula, novela para la cual no se necesitaba realmente ningún científico. Un periodista o un policía habrían bastado (o un proto-agente del FBI…). El horror gótico prevalece por encima de la ciencia ficción. Mina y Jonathan, Arthur y Seward regresan a la vida ordinaria sin sufrir estrés postraumático, bajo el cuidado avuncular de Van Helsing, pero aunque el drama privado termina bien, el resto del mundo no obtiene ninguna enseñanza útil sobre el vampirismo. Si otro vampiro atacara tras morir Van Helsing, Gran Bretaña estaría indefensa. En las manos empíricas de Holmes, el Conde Drácula habría sido analizado como una pobre criatura dominada por una enfermedad de la sangre. Gran Bretaña habría sido protegida de la infección viral y de otros como él, posiblemente con una vacuna. Sagan y Dawkins habrían aprobado este guion, aunque los x-philes (como se llama a los fans de la serie) se habrían quejado. Siendo yo mismo una x-phile acérrima, entiendo el problema: amamos demasiado el misterio, y la ciencia sufre por ello.