Mi entrada de hoy es particularmente autobiográfica, sin estar totalmente desconectada de mi docencia e investigación, aunque solo sea porque el año pasado impartí una asignatura de máster sobre música y hombres, y he publicado al menos un par de artículos sobre música pop y rock. Asistí ayer, 16 de marzo, al concierto de la veterana banda inglesa Depeche Mode en el Palau Sant Jordi de Barcelona, junto a otras 17000 mil personas, y esto me ha hecho pensar en cómo envejecemos con las estrellas. Estoy apropiándome del título del popular programa de televisión, Bailando con las estrellas, para reflexionar sobre lo que sucede cuando las estrellas de pop que amamos envejecen, y nosotros, los fans, envejecemos con elles. El concierto del que disfruté ayer fue una experiencia agridulce y necesito considerar por qué, desde un punto de vista que es en parte personal y en parte un ejercicio de Estudios Culturales.
Cuando mi marido y yo cogimos el autobús que llevaba a los asistentes al concierto al Palau Sant Jordi, me sorprendí a mí misma soltando “esto parece un geriátrico,” en referencia al aspecto de nuestros compañeros de viaje. Espero que nadie escuchara mi comentario tan poco amable, ya que, a los 57 años, no soy precisamente una niña. Lo que me sorprendió y me llevó a esa triste chanza es que en otros conciertos de estadio a los que he asistido en los últimos años he visto una mezcla de diferentes generaciones, mientras que en el caso de Depeche Mode parece que ya no atraen a nadie menor de 45 años. Martin L. Gore y Dave Gahan, los únicos dos miembros actuales, tienen ahora 62 y 61 años respectivamente, lo que significa que nosotros, su público de una cierta edad, somos el grupo demográfico adecuado. Posiblemente me sentiría fuera de lugar en un concierto de Dua Lipa, que a sus 28 años es lo suficientemente joven como para ser mi hija, pero aun así debería sentirme cómoda entre otros fans de Depeche Mode. Ayer sentí, como podréis ver, incomodidad, de ahí mi publicación de hoy.
El concierto de ayer fue mi cuarto espectáculo con Depeche Mode. He asistido a conciertos suyos en 1998, 2001, 2006 y ahora en 2024, saltándome otros dentro de festivales, eventos que tiendo a evitar (simplemente no me gustan: demasiado llenos, demasiado caros, demasiado eclécticos). Tenía poco más de treinta años, así pues, la primera vez que vi a Depeche Mode en vivo, y ahora tengo 26 años más, pero no creo que esa fuera la razón por la que ayer no sentí la ‘magia’ de las ocasiones anteriores. El concierto estuvo bien, dentro de la línea de este tipo de eventos: un sonido horrible para empezar, un buen crescendo hasta la mitad del concierto (con Gore actuando en solitario con una voz mucho mejor que Gahan, el cantante principal), y luego un final falso con “Enjoy the Silence” seguida de un segmento extra de veinte minutos, con mucho baile (sí, “I Just Can’t Get Enough”). Para mi desconcierto (perdón por la broma boba), realmente disfruté de una sola canción en el concierto, “Before We Drown”, que pertenece al último disco, Memento Mori; también me encantó el video que acompaña la interpretación de “A Pain That I’m Used To”, con dos bailarines maravillosos. En total, la banda solo presentó tres canciones de Memento Mori mientras que el resto del concierto (es decir, el grueso principal de los 120 minutos) consistió en grandes éxitos hasta la década de 1990. Tenía muchas ganas de escuchar “Wrong”, una canción lanzada hace quince años, pero tal vez es demasiado ‘nueva’ para pasar el corte y ser incluida en la lista.
Las críticas que he leído esta mañana son unánimemente entusiastas, lo cual es extraño, teniendo en cuenta que algunas de las canciones (“In Your Room”) fueron interpretadas de manera monótona, por no decir horrible. Dejaré de lado todo lo que podría decir sobre los asistentes que prefirieron grabar el concierto en sus teléfonos inteligentes en lugar de verlo, o aquellos que se movían inquietos en busca de la próxima cerveza, incluso cuando Gore estaba haciendo todo lo posible para cantar sin el carismático Gahan. También dejaré de lado la incomodidad del calor espantoso, o el hecho de no poder elegir los asientos porque la plataforma no me lo permitía (no estaban mal, y, a 80 euros, eran incluso baratos teniendo en cuenta lo que es habitual en estos días). Mi marido, con quien he compartido los cuatro conciertos, también quedó algo desencantado así que tuvimos una larga charla en el camino de vuelta a casa sobre lo que nos faltó. Me centraré en nuestras conclusiones, a ver qué os parecen.
Cuando una banda crece tanto como ha crecido Depeche Mode y se convierten en espectáculos de gran estadio, ya no pueden presentar nuevos trabajos como se requiere. Memento Mori es un disco introspectivo publicado por dos hombres que ahora tienen más de sesenta años y que reflexionan sobre la mortalidad cuando ya han pasado su mejor momento. De hecho, Gahan murió durante dos minutos en 1996, cuando sufrió una sobredosis y fue reanimado por los paramédicos, una experiencia que, naturalmente, tuvo un gran impacto en su vida y carrera. El lugar ideal, por lo tanto, para presentar su último disco no es un gran estadio con capacidad para miles de personas, sino un club, tal vez un teatro, no más grande que el Liceu (2338 asientos). En cambio, la gira Memento Mori es un monstruo que ofrece 42 conciertos con un total de 2 millones de entradas vendidas (o, mejor dicho, agotadas).
No tengo ni idea de lo que prefiere la banda, pero tocar para audiencias más pequeñas con un enfoque en el nuevo disco está totalmente fuera de su alcance, ya que frustraría a muchos fans. Para complacer a todos, Depeche Mode ofrece sus grandes éxitos en conciertos que están más cerca del karaoke en directo que de cualquier cosa verdaderamente innovadora. Ayer me encontré bailando con la misma coreografía las mismas canciones que escuché en el concierto de 1998, y pensé que no tenía sentido alguno. Nunca me gustó la nostalgia, y no voy a empezar ahora. Sería el equivalente a asistir a una lectura de tu autor favorito y descubrir que en lugar de leer su novela más reciente lee su obra más conocida. Encantador, sí; emocionante, no.
Hace muchos años, en 2011, escribí aquí sobre la emoción de asistir a un concierto de Kylie Minogue también en el Palau Sant Jordi dentro de la gira Les Follies gira para presentar su disco Aphrodite. Fue una experiencia totalmente gratificante, lo que significa que el problema no es el lugar o el tipo de espectáculo, sino un cierto estancamiento compartido por Depeche Mode y sus fans (contándome a mí misma). Kylie Minogue (55 años) se reinventó de nuevo el año pasado con su sencillo “Padam Padam” y sigue innovando y pisando nuevos territorios sin miedo. Asistir a un concierto suyo es, por consiguiente, una experiencia en la que se disfruta de la energía de la madurez artística, algo que te hace sentir animado y recargado. En cambio, ayer me sentí agotada y vieja.
Gore, y Gahan en particular, tienen mucha energía, pero están muy envejecidos. En el vídeo para “Ghosts Again”, tuve la impresión en un momento dado de que Gore llevaba una máscara hasta que me di cuenta de que así es como se ve ahora: muy arrugado. No quiero discriminar por edad a nadie, ni hacer una crítica del privilegio masculino de mostrar una piel profundamente arrugada, pero cuando te das cuenta de que una banda actúa con profesionalidad pero sin contribuir con nada sustancial, es profundamente decepcionante. No soy fan de las viejas canciones de Depeche Mode, sino de Depeche Mode, y sigo interesada en su capacidad para hacer cosas nuevas, al igual que quiero que mis guionistas y directores favoritos sigan adelante.
De hecho, Depeche Mode lo está intentando, tal vez con menos energía que en el pasado, pero el problema, como digo, es que los conciertos en estadios de las grandes bandas como ellos se basan precisamente en evitar la exhibición de innovación, confiando en cambio por puras razones comerciales en la nostalgia. No quiero sentir, como lo hice ayer, que la creatividad se evapora con la edad, y que Martin Gore, el principal compositor de Depeche Mode, gastó toda su energía creativa hace 25 años. Ni que los pasos de baile de Gahan son cada vez más ridículos. Para sentir eso, me habría quedado en casa. Quiero sentir con Kylie Minogue (o con Madonna) que las personas mayores todavía tienen mucho que decir y, con suerte, mucho con que interesar a las generaciones más jóvenes.
Para resumir, si Depeche Mode están perdiendo su cool, pues es lo que hay, pero no quiero que esa pérdida me deprima, como persona que también se está haciendo mayor. No estoy pidiendo en absoluto que se retiren, eso sería una lástima, pero sí que sean mucho más audaces y que, por favor, dejen de tocar “I Just Can’t Get Enough”. Ayer sí que recibí más que suficiente, permitidme la broma, y esto es triste, triste, triste. Dadme más, Gore y Gahan, como “Before We Drown” y reiniciemos la conversación, pasando de los pesados nostálgicos. Estamos envejeciendo, sí, pero bailar una canción de hace cuarenta y tres años no te hace más joven, solo ahonda en el pasado en lugar de entusiasmar con el presente y el futuro. O, al menos, así es como me siento hoy, algo más vieja y cansada que ayer. Una pena.