[ADVERTENCIA DE SPOILERS]

Me sorprendió mucho, o más bien me consternó, ver anunciada la nueva película de Giórgos ‘Yorgos’ Lanthimos, Poor Things (Pobres criaturas), al ser gran fan de la novela pero no del director. Ni La langosta (2015) ni La favorita (2018) son películas que me hayan gustado y, la verdad, no entiendo por qué han sido tan admiradas. No tenía muchas ganas de ver Poor Things, pero un buen amigo insistió en que fuéramos juntos al cine. Nos habíamos conocido como profesora y alumno hace 32 años y nos hicimos amigos cuando asistimos juntos a una presentación en Barcelona del autor de Poor things, la novela, Alasdair Gray (1934-2019). Temía que si odiábamos la película de Lanthimos, el encuentro sería un momento incómodo en nuestra larga amistad, pero mi amigo argumentó que siempre podríamos disfrutar criticando la película. Bueno, a los dos nos encantó y lo pasamos muy bien disfrutando de los emocionantes 140 minutos que dura. Totalmente recomendada.

            La mayoría de las reseñas que he leído se maravillan con la excentricidad de la fábula central Frankensteiniana y el elenco de personajes, con Bella Baxter como protagonista. Para los que conocemos bien la novela de Gray (ayer terminé de leerla por cuarta vez), no hay tal sorpresa. Gray como Lanthimos cuentan la historia de cómo el genio cirujano Godwin Baxter pierde el control de la mujer que fabrica al unir el cuerpo de una mujer de 25 años, que se suicida ahogándose en el río, y el cerebro de su feto femenino de casi nueve meses. La pobre niña sobrevive a la muerte de su madre y nace por cesárea, solo para ser asesinada cuando Baxter le quita el cerebro. Su explicación en la novela es que desea a la mujer muerta y es demasiado impaciente para criar a la niña. La premisa, como se puede ver, es fea y sexista, pero la intención de Gray es especular sobre lo que le podría suceder si a una mujer adulta en el Glasgow Victoriano de la década de 1880 si se le pudiera dar la oportunidad de vivir con un cerebro libre de la espantosa mala educación que recibían las mujeres en esos tiempos. La novia Frankensteiniana de Baxter no siente vergüenza de su cuerpo y pronto comienza a explorar el sexo con el joven abogado Duncan Wedderburn, un canalla que cree que la está explotando pero que termina destruido por las francas necesidades sexuales de Bella. Ella termina en un burdel parisino acumulando más experiencias antes de regresar a casa con Baxter y con su prometido, el asistente del cirujano Archibald McCandless, lista para formarse como médico, y así ayudar a mujeres y niños.

            Lanthimos y su guionista australiano, Tony McNamara (coautor con Deborah Davis del guión de La favorita), están principalmente interesados en el despertar sexual de Bella. Con la ayuda de la maravillosa y descarada actuación de la actriz Emma Stone como Bella (también con un sorprendente Mark Ruffalo como Wedderburn), presentan la creación de Baxter como una niña inicialmente muy infantil que apenas puede controlar su cuerpo, pero que gradualmente se convierte en una mujer con pleno dominio de su sexualidad expansiva y su no menos expansiva mente. Quedé satisfecha cuando vi en la película esta versión de Bella, aunque por alguna razón me la había imaginado como una mujer escultural con el pelo rojo o rubio, y no como la Bella delgadísima y desmadejada de Stone. De hecho, Gray describe a Bella como de cabello castaño y negro (lo que concuerda con el aspecto de Stone) y de ojos dorados y azules. Creo que esto es parte de su estrategia para ofrecer imágenes contradictorias que hagan dudar al lector sobre qué versión de Bella (porque hay al menos tres en la novela) es la verdadera.

            Un asunto que ha irritado a muchos admiradores de la novela de Gray (incluida una servidora) es que Lanthimos ha ignorado por completo el entorno escocés, sustituyendo Glasgow con Londres. Los diseñadores de producción Shona Heath y James Price han hecho un gran trabajo con sus decorados surrealistas estilo steampunk, pero la ausencia total del trasfondo y los acentos escoceses (excepto por los débiles esfuerzos de Willem Dafoe por sugerir que su Godwin es escocés) es molesta. Para ser específicos, Bella habla con acento de Manchester (un error, ya que su cerebro no tiene recuerdos de su vida en Manchester, y habría absorbido la jerga de Glasgow), pero en la película de Lanthimos, todos estos matices se pierden. Bellas, hay que fastidiarse, suena estadounidense.

            Alasdair Gray fue una figura icónica en su Glasgow natal, como escritor y como pintor (ilustró todos sus libros, hábito que generó muchas comparaciones entre él y William Blake). Siempre fue un gran defensor de su ciudad y muchos han citado el diálogo en el capítulo 22 de Lanark (1981) entre Duncan Thaw y su amigo McAlpin:

            “Glasgow es una ciudad magnífica”, dijo McAlpin. “¿Por qué casi nunca nos damos cuenta de eso?”

            “Porque nadie se imagina vivir aquí… pensemos en Florencia, París, Londres, Nueva York. Nadie que las visita por primera vez es un extraño porque ya las ha visitado en pinturas, novelas, libros de historia y películas. Pero si una ciudad no ha sido utilizada por un artista, ni siquiera los habitantes viven allí imaginativamente”.

Esta opinión ha inspirado muchos comentarios, como se puedes imaginar. Añadiré los míos, basados en mi experiencia personal. Solía pensar que mi ciudad natal, Barcelona, era uno de esos lugares cuyo esplendor se ninguneaba porque ningún artista había imaginado vivir en ella con suficiente persuasión (podría decirse que con la excepción de Eduardo Mendoza, sobre todo en su novela La ciudad de los prodigios). Luego sucedieron cosas tras las cuales la ciudad es hoy tan visible para los turistas que los ciudadanos la hemos perdido de vista: el absurdo hype en torno a Gaudí desatado por los japoneses en la década de 1980, los Juegos Olímpicos de 1992, los vuelos de bajo coste y Airbnb. Barcelona se encuentra ahora en esa lista de ciudades excelentes, aunque, hay que subrayarlo, los artistas locales no han generado grandes películas o novelas de popularidad mundial ambientadas en ella.

            Por otro lado, la representación de Alasdair Gray del Glasgow de Godwin Baxter en la década de 1880 fue sin duda una de las razones por las que elegí pasar un año en Escocia como estudiante de doctorado. O, quizás, al revés: cuando durante mi año en Escocia, matriculada formalmente en la Universidad de Stirling, acabé compartiendo piso en el mismo barrio de Glasgow donde transcurre  Poor Things me di cuenta de que estaba viendo Glasgow a través de la perspectiva de Alasdair Gray: como un lugar magnífico. Esto fue en 1994-95, y luego, en mayo de 1999, regresé para una breve estancia Erasmus de una semana en la Universidad de Glasgow. Por suerte, pude asistir a una conferencia del propio Gray, que terminó con el autor y sus admiradores en un pub. Me alegré mucho de poder decirle “Sr. Gray, estoy aquí por sus libros y me encanta Glasgow”, a lo que él, visiblemente entusiasmado, respondió amablemente “¿qué te gustaría beber?” Un admirador brasileño confirmó que había pasado por una experiencia similar a la mía, lo que hizo que la formidable esposa de Gray, Morag, bromeara: “Deberíamos hablar con la Oficina de Turismo, Alasdair”. Esto provocó muchas risas. No sé si la señora Gray habló con la Oficina de Turismo, pero es absolutamente cierto que su marido puso a Glasgow en el mapa de la imaginación narrativa local e internacional.

            Es por eso que me decepcionaron tanto las decisiones de Lanthimos. Parece que la sustitución de Glasgow por Londres fue decidida por los productores dublineses Ed Guiney y Andrew Lowe. Lanthimos ha contado que “Una vez decidimos que el punto de vista de la película iba a ser el de Bella, y que iba a ser su historia y su viaje, y trabajaríamos con un elenco estadounidense, tenía más sentido contraerlo todo”. Esto no cuadra, ya que la película tiene episodios ambientados en Lisboa, Alejandría y París. Se usan menos localizaciones que las que aparecen en la novela, pero, aun así, excluir Glasgow es como excluir a Berlín de Cabaret. No obstante, el hijo de Gray, Andrew, también minimizó esta exclusión al afirmar que su padre se sentía feliz de que al fin alguien estuviera haciendo la película. Cuando conoció a Lanthimos en 2011, un año antes de que se compraran los derechos, Gray llevó al director a un recorrido por las localizaciones de la novela, lo que significa que Lanthimos sabía bien lo importante que es Glasgow en la novela. La polémica desatada en Escocia también considera, por supuesto, si la industria cultural local le ha fallado a Gray. Apenas dos años después de la publicación de Poor Things, hubo un intento de adaptarla, utilizando un guión del propio Gray y de Sandy Johnson, con Robert Carlisle y Helena Bonham Carter en el reparto; el proyecto, sin embargo, fue abandonado. Es por eso que, escribiendo en The Herald de Glasgow, Dereck McArthur concluye que “No es la película lo que le falló a Gray, es la tenue relación de Escocia con las artes. Ha hecho falta que un director griego con un historial notable descubriera la novela de Gray y se sintiera inspirado para que hoy nos encontremos hablando de estos temas”.

            La otra controversia asociada a la película es si las muchas escenas sexuales explícitas deben ser rechazadas porque, después de todo, Bella es una niña en el cuerpo de una mujer. Me interesa mucho más la poca atención que se presta a su mente en comparación con su cuerpo en la película. Releyendo Poor Things esta semana, me di cuenta de que Gray ofrece un verdadero torrente de comentarios sociopolíticos que faltan totalmente en el guión de McNamara (excepto por la breve intervención de Harry Astley). El director ha explicado que decidió descartar “la parte de la novela que es como un ensayo político filosófico sobre Escocia y su relación con Inglaterra y el mundo. Pensé que eso no podía ser parte de la película, tanto en términos de convertir prácticamente ese tipo de ensayo filosófico en una película, como de ser una persona griega, haciendo una película sobre Escocia. Habría sido totalmente hipócrita de mi parte”. Lo que es totalmente hipócrita es esta explicación. Para empezar, Lanthimos habló de la monarquía inglesa en La favorita sin reparos. Además, el discurso político de Gray no se centra en Escocia sino en la clase social. El descubrimiento que Bella hace de la pobreza extrema en Alejandría está tan estilizado en la película que apenas tiene sentido. En cambio, aunque pronto se cansa de trabajar en el burdel parisino de la novela, la película dedica un segmento muy largo a este episodio ya que, insisto, la sexualidad de Bella importa mucho más que su desarrollo mental y su adquisición de una conciencia social. La película sigue siendo muy divertida, y me congratulo de que pueda acercar la novela a muchos lectores nuevos, pero Bella Baxter es mucho más que su cuerpo y su sexualidad, como pueden ver los lectores de Gray.

            Las adaptaciones son lecturas particulares de sus fuentes originales y no la última palabra sobre ellas, no lo olvidemos. Es poco probable que los escoceses finalmente hagan otra versión de Poor Things ambientada en Glasgow y hablada con los acentos adecuados, pero quizás ahora encontrarán la energía para filmar otras obras de Gray, empezando por Lanark. Con todo, celebro la película de Lanthimos como una obra brillante que funcionará bien entre muchos espectadores, si bien les recomendaría que leyeran la novela de Gray para así obtener una perspectiva mucho más profunda de la historia y la caracterización únicas de Bella Baxter. La lección que hay que aprender, además, es que si una cultura ama a sus escritores, debe hacer más para darlos a conocer en todo el mundo, antes de que las personas de otras culturas se sientan libres de hacer lo que quieran con los textos que tan amorosamente dedicaron a su tierra natal.