Un esquiador grabado en una lápida, presidiendo la entrada a un cementerio. Extraña aparición. Y aún hay más. Algunas  losas se labraron dándoles formas de montañas. En otras, piolets y cuerdas decoran las superficies junto con los retratos de los fallecidos, sus nombres, las fechas inolvidables que los sitúan en la memoria: nació y murió, luego vivió, fue humano aunque, a veces, por poco tiempo.

     

Cementerios. Creencias esenciales, ritos, religión, familia, poder… Allí está escrito. En los lechos de la muerte sintetizamos para la posteridad cuestiones fundamentales de la vida, aquello que nos hizo ser, sentir… Y también la forma en que nuestros familiares, quienes preparan el espacio que ocuparemos por siempre, desean mostrarnos y mostrarse ante los demás. Paseando por los cementerios nos encontramos con nosotros mismos, con los trazos de la comunidad compartida, y con quienes mandaron construir eternos lechos para mayor gloria de vivos y muertos. 

Es el cementerio de una pequeña población, St. Christophe en Oisans, en los Alpes Franceses. Hijos de la montaña. Un museo recuerda a los montañeros que iniciaron las rutas, a los pioneros que alcanzaron las primeras cumbres, todos ellos hijos de estos parajes que conceden memoria eterna en la misma medida en que arrebatan vidas. Pero el cementerio es más interesante que el museo. Es la obra del grupo, de la historia.   

En las lápidas encontramos nuevas pistas, la importancia del lugar y las circunstancias de la muerte. El orgullo de la profesión, la trascendencia de una vida que será recordada, estudiada y comentada por curiosos y montañeros. Lo saben y lo evidencian. Dudamos del más allá, pero en el más acá sobrevivimos. En los cementerios pervivimos, destacamos o, quizás simplemente, nos extendemos en las conciencias de quienes visitan el lugar y se detienen un momento en donde yacemos. Los túmulos, las imágenes, los nombres grabados en mármol, son una mano que emerge sobre la tierra, último gesto de un ser que nos convoca para no ser olvidado y el signo de un linaje que se perpetúa amparado en un pasado que tras la muerte solo puede ser perfecto.