Mi entrada de hoy continúa desde la anterior en el sentido de que quiero considerar aquí por qué la novela ocupa la primera posición en las filas de todos los textos literarios. De hecho, quiero considerar cómo es que hemos confundido la narrativa con la literatura, reduciendo además la ficción solo a la novela, la novela corta y el cuento (y olvidando que el teatro y la poesía también pueden ser narrativos). Como sostuve en mi última entrada, la no-ficción narrativa no puede competir en la estima del público lector con la novela debido a la fijación generalizada pon la ficción narrativa, que para mí es cada vez más difícil de explicar, particularmente si tenemos en cuenta que a menudo la ficción narrativa se basa en hechos de la vida real (como ocurre en Moby-Dick), mientras que la no-ficción narrativa toma prestadas muchas técnicas narrativas de la ficción, incluyendo la novela, la novela corta y el cuento.

Comenzaré con una observación muy básica con respecto a un tema que a menudo damos por sentado. Cada vez que alguien es descrito como un ‘escritor’, inmediatamente asumimos que esta persona debe ser un novelista. Cada vez que alguien afirma que le gusta leer, generalmente quiere decir que disfruta leyendo novelas. Sin embargo, no todos los escritores son novelistas y no toda la lectura consiste en leer novelas. Cuando me vi por primera vez etiquetada como “profesora universitaria y escritora”, me quedé desconcertada, porque nunca me he presentado como escritora a pesar de que en este momento soy autora de 8 libros, aparte de haber editado una larga lista de volúmenes e incluso hacer alguna traducción. Emily Brontë, recordémoslo, solo publicó Cumbres borrascosas (1848). Sin embargo, la razón por la que ella es universalmente considerada como escritora y yo no (ni siquiera en mi fuero interno) es que ella escribió una novela (y hermosa poesía) y yo escribo ensayos.

Brontë no era una escritora profesional, y yo tampoco, sin embargo, eso es irrelevante, porque lo que cuenta para ser un ‘escritor’ no es la capacidad de comercializar la propia escritura, sino seguir una vocación que supuestamente es artística (yo soy escritora vocacional, pero no del tipo artístico). Brontë ciertamente produjo arte literario en su novela, pero la gran mayoría de los novelistas activos hoy en día no son en absoluto capaces de escribir prosa artística, siendo en su mayoría competentes en el oficio de contar historias. No hay nada de malo en producir y disfrutar de un cuento bien contado escrito en prosa funcional, pero ese tipo de novela debe ser disfrutada y estudiada como narrativa, no como literatura. Antes de perderme en mi propia argumentación, debo señalar que no solo los autores de ensayos (académicos o de otro tipo) también son escritores, sino que algunos de ellos son capaces de escribir prosa literaria de una calidad mucho mayor que la mayoría de los novelistas. Como ejemplo, leed cualquiera de los exquisitos ensayos de Robert Macfarlane sobre la naturaleza, y luego leed cualquier novela ganadora reciente del Premio Booker y decidme dónde se puede encontrar la mejor prosa literaria.

Un punto aún más básico que los que he planteado es que toda la escritura se produce en verso o en prosa. Ahora identificamos el verso con la poesía, y toda la poesía con la poesía lírica, pero de hecho el verso se puede utilizar en cualquier tipo de escritura. Podría, sin duda, escribir este blog en verso en lugar de prosa. El verso se ha utilizado en la narrativa, desde baladas hasta poemas épicos que se extienden a muchas páginas, y de hecho en novelas. El verso solía ser de uso común en teatro, pero, si no me equivoco, T.S. Eliot fue el último autor importante en escribir obras de teatro en verso, situándolas además en época contemporánea. Asociamos el verso a obras centenarias, como las de Shakespeare y compañía, pero tendemos a olvidar que nadie ha hablado nunca en verso, y que la poesía (especialmente el verso sin rima inglés) fue de gran utilidad mnemotécnica para los actores. Para resumir este punto, escribir en verso consume mucho más tiempo que escribir en prosa, pero en realidad no hay ninguna razón por la que el verso no deba dominar sobre la prosa. Por favor, tened en cuenta que no todos los poemas son textos literarios capaces de producir una impresión artística, a pesar de que aceptamos que la poesía (los textos creados a propósito para usar el verso artísticamente) es parte de la literatura.

Así pues, lo que no está escrito en verso, es prosa, un estilo de escritura en el que el ritmo es secundario y la rima no se usa (a pesar de que el verso utilizado principalmente en el drama isabelino, y por Milton en Paradise Lost, tampoco tiene rima). La prosa puede ser un instrumento muy romo (léase cualquier conjunto de instrucciones) o una herramienta muy sofisticada, capaz de sostener desde un tuit ingenioso a toda la Wikipedia. Aquí es donde la palabra ‘creativa’ complica las cosas. Nadie esperaría que un artículo de periódico o revista usara la prosa de una manera creativa, ya que el propósito principal de la prosa en ese tipo de textos es transmitir información e ideas. El segmento más creativo de la escritura en prosa se encuentra en los textos literarios que incluyen, permitidme recalcarlo de nuevo, el texto dramático (para el escenario también para la pantalla) y lo que obstinadamente llamamos ficción, como si la ficción no se pudiera encontrar en la poesía narrativa y en las obras de teatro.

Una vez que el experimento de Eliot en la escritura de obras de teatro en verso terminó, debo decir que cualquier impulso literario se perdió para el teatro. Con esto quiero decir que los autores desde Beckett en adelante no vieron ningún sentido en cultivar una prosa creativa del tipo que hace cosquillas al cerebro con el ingenio de las palabras, prefiriendo en cambio centrarse en lo situacional, ya sea narrativo o no narrativo. Pensando en las mejores obras de los siglos XX y XXI que he visto, me llama la atención que las amo ya sea por la historia que cuentan o por la experiencia que ofrecen, si bien difícilmente las citaría como ejemplos de arte lingüístico tal como todavía citamos a Shakespeare (tanto su verso como su prosa).

Sería absurdo afirmar que la prosa utilizada en cuentos, novelas cortas y novelas ya no es artística, pero ciertamente creo que la mayoría de las novelas son apreciadas por su trama más que por la calidad de su prosa. Recientemente he leído The Power of the Dog (1967) de Thomas Savage, la novela que Jane Campion adaptó tan increíblemente bien para la pantalla, como guionista y directora. Esta novela ha sido mi experiencia lectora más satisfactoria dentro de este tipo de libros en todo el año (por lo tanto, la mejor novela entre las veinte que he leído hasta ahora) y mientras la leía me preguntaba por qué funciona tan bien. Creo que se debe a una feliz superposición de control narrativo total (Savage sabe cuándo proporcionar detalles aparentemente triviales que luego se revelan cruciales) con una prosa que está por encima de las necesidades básicas de la historia. No hay grandes revuelos poéticos, pero la prosa de Savage es precisa y perspicaz en sus descripciones y en su diálogo. ¿Significa esto que El poder del perro es gran literatura? La respuesta es que es gran narrativa, superior a muchas otras novelas, aunque no necesariamente proporciona una mejor experiencia de lectura que algunos grandes libros de no-ficción que he leído. Pero ¿es la novela de Savage literatura? No, si pensamos que el autor no estaba particularmente interesado en escribir prosa artística. Sí, si utilizamos el concepto ‘literatura’ como sinónimo de narrativa, tal como se hace hoy en día.

Se da la enigmática posibilidad de que la literatura pudiera estar ya muerta con la excepción de la poesía si consideramos la literatura como el uso artístico del lenguaje. Tanto en el texto dramático (escénico y audiovisual) como en la ficción en prosa (novela, novela breve, relato) cualquier intento de llamar la atención sobre el lenguaje en sí mismo se percibe como un obstáculo; independientemente del grado de fantasía en la trama, todas las obras utilizan diálogo, descripción y comentario autoral simples y funcionales. Ningún escritor narrativo está haciendo ahora un esfuerzo (o muy pocos) para aprovechar al máximo las posibilidades del lenguaje, prefiriendo en cambio poner sus energías en la situación (la caracterización está muriendo o casi muerta). Ya sea que vayamos al teatro, veamos las últimas series de Netflix o nos recostemos en el sofá con una novela en nuestras manos, no queremos que se nos ofrezcan ráfagas de lenguaje elaborado, sino una narrativa que fluya bien y esté inteligentemente construida, y un diálogo que sea lo más cercano posible a la vida real (¡sin versos, por favor!) incluso cuando la obra en cuestión está ambientada en el Marte del s.XXIV.

Si, como sostengo, la novela no es realmente un repositorio de prosa artística no hay, por tanto, razón para darle tanto espacio en las titulaciones de Literatura, la crítica académica, las reseñas ni la lectura. Si los novelistas no son más capaces que, digamos, los científicos, de escribir el tipo de prosa que te hace admirar la flexibilidad artística del lenguaje, entonces ¿por qué son tan valorados? Si decimos amar la literatura y no solo la ficción, ¿cómo es que muy pocas personas disfrutan de la poesía y casi nadie lee obras de teatro?

En nuestros Grados de Literatura Inglesa la poesía y el teatro ocupan solo un pequeño rincón, y si la presencia de la ficción breve es más o menos estable, esto se debe a que los estudiantes que se dan atracones de series de televisión durante horas ya no tienen paciencia para las novelas. Mucho menos para otros géneros. El curso de Literatura Victoriana que imparto se centra en cuatro novelas. Solía llamarse Géneros de la Literatura Victoriana y duraba dos semestres. Cuando se redujo a un semestre, perdimos la obra (The Importance of Being Earnest de Oscar Wilde), la poesía y la selección de pasajes de ensayos Victorianos. Todavía les doy a los estudiantes los libritos con los poemas y los ensayos, pero el tiempo que necesito para ayudarlos a leer las novelas ha reducido el tiempo que podría usar para los otros géneros a nada. La broma es que los verdaderos superventas de la época victoriana fueron los libros religiosos. A los lectores victorianos les encantaban los sermones, al parecer.

Para resumir mi argumentación, me gustaría que pudiéramos reconocer que lo que llamamos literatura es en realidad narrativa, y que la novela no es mejor que la no-ficción narrativa a la hora de ofrecer historias interesantes contadas en prosa de calidad similar. Los ensayos, como muestra Robert Macfarlane, pueden ser de mayor calidad literaria que las novelas si nos fijamos en la belleza de su prosa, mientras que el creciente peso del realismo está haciendo que sea cada vez más difícil utilizar el lenguaje literario en todo tipo de ficción. No estoy resucitando el viejo debate de si los novelistas populares deberían ser parte del canon lo mismo que los literarios. Más bien, llamo la atención sobre la extraordinaria cantidad de energía que absorben las novelas incluso en los grados de Literatura en comparación con otros géneros que sí se preocupan por el arte literario (como la poesía) y otros géneros escritos en prosa de calidad similar y por autores tan competentes como los novelistas o incluso más.

Si no estáis de acuerdo conmigo, por favor enviadme ejemplos de prosa bellamente elaborada en la ficción reciente y continuaremos la conversación. Gracias.

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