AVISO DE SPOILERS: esta entrada analiza las nueve novelas de la serie Expanse, incluyendo el final.

The Expanse es una serie de nueve novelas del sub-género ópera espacial ya traducidas: Leviathan Wakes [El despertar del Leviatán] (2011), Caliban’s War [La guerra de Calibán] (2012), Abaddon’s Gate [La puerta de Abadón] (2013), Cibola Burn [La quema de Cibola] (2014), Nemesis Games [Los juegos de Némesis] (2015), Babylon’s Ashes [Las cenizas de Babilonia] (2016), Persepolis Rising [El alzamiento de Persépolis] (2017), Tiamat’s Wrath [La cólera de Tiamat] (2019) y Leviathan Falls [La caída del Leviatán] (2021). La serie va acompañada de una colección de relatos (Memory’s Legion, 2022). Serie y relatos son obra del autor estadounidense James S.A. Corey, seudónimo conjunto de Ty Franck y Daniel Abraham. La serie, popularizada por su adaptación por parte de SyFy/Amazon (2013-), narra cómo el capitán James Holden y su tripulación a bordo de la nave Rocinante anulan la amenaza que representa una protomolécula diseñada por una civilización alienígena extinta, que cae en manos de villanos patriarcales masculinos muy humanos.

            El almirante marciano Winston Duarte (que aparece en las últimas tres novelas y hasta ahora ha aparecido en los episodios 6×4 y 6×6 de la serie de televisión, interpretado por Dylan Taylor) aprovecha la protomolécula para aumentar todas sus capacidades corporales y mentales y para, una vez empoderado, establecer una dictadura militar multiplanetaria. Las dificultades de Duarte para seguir siendo humano y su decisión megalómana de convertir a la humanidad en una sola entidad para derrotar a una segunda especie alienígena mucho más poderosa, son típicas de la ópera espacial con toques pulp escrita por hombres blancos heterosexuales. Sin embargo, la popularidad de la muy entretenida serie de novelas de Corey significa que para muchas personas las ideas sobre lo posthumano provienen básicamente de la ciencia ficción de este tipo, y no del sofisticado debate intelectual académico.

            La serie Expanse de Corey, según argumento, utiliza el tropo de la especie alienígena hostil para enviar una advertencia sobre las dificultades de progresar como humanos mientras persista la villanía patriarcal masculina. Esta advertencia se envía no solo a través de Duarte, sino también a través del villano Jules Pierre Mao, que dirige Protogen, la corporación que experimenta ilegalmente con la protomolécula alienígena que causa estragos en el sistema solar antes de que Duarte la robe. La advertencia también se envía a través del héroe James Holden, que no puede resolver el problema planteado por estos villanos sin convertirse él mismo en monstruosamente posthumano.

            Siguiendo mi propio trabajo en De Hitler a Voldemort: retrato del villano (2020, 2023), deseo enfatizar aquí que el posthumanismo y el transhumanismo sin duda ayudan a empoderar la villanía patriarcal. Los autores masculinos de ciencia ficción carecen de una clara agenda anti-patriarcal, pero su posicionamiento anti-posthumanista la defiende implícitamente, como pretendo mostrar. El capitán James Holden, el héroe que encarna esta resistencia anti-posthumanista no es una figura lo suficientemente fuerte, pero esto es parte, creo, de los límites de la agenda anti-patriarcal que he mencionado y de la incapacidad de los autores varones blancos para cederle el papel del héroe a las mujeres o a una comunidad de personas diversas.

            La serie The Expanse (o La expansión) narra cómo una protomolécula lanzada por una antigua especie alienígena hace miles de millones de años para construir un sistema de portales interplanetarios como instrumento para futuras invasiones (o tal vez para facilitar los viajes) fue capturada accidentalmente por la luna Febe de Saturno. Esta protomolécula es descubierta allí en el siglo XXIV por el gobierno marciano, que encarga a la corporación privada Protogen, dirigida por el magnate de la Tierra Pierre Jules Mao, que la explote. Protogen, sin embargo, pronto desarrolla sus propios planes, incluyendo la experimentación con humanos.

            El héroe James Holden y su tripulación, originalmente humildes transportadores de hielo, tropiezan con estos experimentos. Una vez que Mao es derrotado, se ven involucrados en la lucha contra la rebelión organizada por el líder del cinturón de asteroides (sus habitantes son los Belters), Marco Inaros, un hombre que intenta salvaguardar al sistema de asteroides en el conflicto entre la Tierra y Marte. De hecho, Inaros resulta ser una herramienta del rebelde marciano Almirante Duarte, quien roba la protomolécula y establece su propio imperio militar, después de haber descubierto una segunda especie alienígena mucho más poderosa que habría eliminado a los alienígenas originales. Duarte decide derrotar a esta otra especie rehaciéndose a sí mismo y más tarde a toda la humanidad como transhumanos usando la protomolécula. Solo el héroe Holden, por supuesto, puede detenerlo.

            No hay nada, así pues, sorprendente o innovador en la ópera espacial altamente entretenida de Corey, excepto que ofrece una caracterización más profunda de lo habitual, aunque solo sea por su extensión. Además, a diferencia de lo que podría esperarse, Holden no es el clásico capitán espacial macho, sino un hombre vulnerable que duda constantemente de sí mismo y que persigue su misión heroica por terquedad en lugar de por principios patriarcales.

            Duarte aparece por primera vez como anónima figura en la sombra. En Nemesis Games, la quinta novela, es el autor intelectual del robo de la única muestra restante de la protomolécula. En la sexta novela, Babylon’s Ashes, mientras Inaros diezma la Tierra, Duarte organiza un golpe en su planeta natal Marte, huyendo con una quinta parte de la armada espacial a un lugar desconocido, accesible a través de los portales (o anillos) abiertos en el sistema solar por la protomolécula alienígena. La séptima novela, Persépolis Rising, ambientada treinta años después, revela que Duarte ha permanecido oculto en el planeta Laconia, llamado así por la capital griega espartana, donde ha construido la formidable flota estelar hecha con tecnología alienígena que conquista todos los portales tras la derrota de Inaros.

            Antes de este punto de inflexión, Paolo Cortázar, el nanoingeniero jefe de Duarte y un hombre involucrado en los terribles experimentos de Protogen , comienza a usar la protomolécula para convertir al villano en un posthumano inmortal. Duarte ignora que Cortázar en realidad lo está usando como conejillo de indias para su propia transformación. Cuando Holden es arrestado por las fuerzas de Duarte y mantenido prisionero durante largos años en Laconia, el capitán juega el peligroso juego de sugerirle a Cortázar que debería matar a la única hija de Duarte, Teresa, una niña de catorce años. Ignorando que Holden ha inspirado el complot de Cortázar contra ella, Teresa comunica sus temores a su padre ya profundamente transformado, quien elimina a Cortázar. Sin el científico, la transformación posthumana de Duarte pronto entra en una espiral desbocada sin control.

            En una conversación previa con Cortázar, Duarte comenta la ironía de su propia posición porque “siempre he rechazado la idea del gran hombre (…) Y sin embargo, aquí estoy” (PR 11). La otra ironía es que su decisión de proclamarse conquistador de los 1300 planetas unidos por los portales llega justo cuando la novia del capitán Holden, Naomi Nagata, finalmente lo ha convencido de que ha llegado el momento de retirarse. “¿No sentirías que te hizo menos hombre?” , pregunta ella con preocupación, pero él le asegura que está listo. Por supuesto, no lo está.

            Según un informe de otro personaje principal, la Secretaria de la ONU Chrisjen Avasarala, Duarte pasó décadas esperando su momento, posiblemente habiéndose dado cuenta a los veinte años de cómo podía rehacer la historia gracias a la protomolécula. Ella confirma que la Free Navy (o Armada Libre) de Inaros no era más que una distracción mientras Duarte fortificaba Laconia y desarrollaba sus planes de villano a largo plazo. Sin embargo, no todos lo ven como un villano. Uno de los lugartenientes de Duarte, Singh, reflexiona: “Toda la humanidad había visto la oportunidad de nuevas tierras, de nuevos mundos que habitar, pero entre todos ellos solo Winston Duarte había reconocido el terrible peligro que traería la expansión. (…) Y sólo él tenía la voluntad de resolver el problema” (PR 398). Holden es un serio obstáculo en este plan megalómano porque, reflexiona Singh, el capitán es “único entre toda la humanidad porque había aparecido por casualidad allí donde hacía falta en el momento adecuado. Si había algo que la historia de Laconia enseñaba, era el poder de la persona adecuada en el momento adecuado” (PR 399).

            Cuando Holden conoce a Duarte en Laconia, ya como su prisionero, le advierte al villano que fracasará porque “No estás peleando con las cosas que hicieron la protomolécula. Estás peleando con lo que sea que los mató” (PR 548, cursivas originales). Sin inmutarse, Duarte responde que la humanidad estaba destinada a usar las tecnologías alienígenas independientemente de su origen y posibles peligros. Le propone entonces a Holden que se conviertan en aliados, “para tomar los fragmentos de la espada rota de la protomolécula y reforjarla”, convirtiendo a la humanidad en “una sola comunidad” y así “asaltar el cielo” (PR 549).  Holden declina la invitación.

            En Tiamat’s Wrath, Holden se describe a sí mismo ante Teresa como el oso danzante de su padre, una pobre criatura mantenida por diversión para “mostrar poder” (TW 98). El capitán considera en un pasaje clave la personalidad de Duarte, viéndolo como un monstruo de un tipo incluso atractivo, y no como un producto bastante común de la villanía patriarcal:

“Duarte era un hombre reflexivo, educado, civilizado y un asesino. Era encantador y divertido y un poco melancólico y, según le parecía a Holden, completamente inconsciente de su propia ambición monstruosa. Como un fanático religioso, el hombre realmente creía que todo lo que había hecho estaba justificado por su objetivo al hacerlo. Incluso el impulso de lograr su propia inmortalidad personal, y luego la de su hija, antes de cerrar la puerta tras ellos. Duarte había logrado presentar este impulso como una carga necesaria para el bien de la especie. Era por encima de todo un pequeño y encantador cabrón. A medida que Holden llegó a respetar al hombre, incluso a que le gustara, tuvo cuidado de nunca perder de vista el hecho de que Duarte era un monstruo”. (TW 252-3)

Cuando el compañero tripulante de Holden, Amos, es encontrado en Laconia, sin que el capitán supiera de su presencia, Duarte priva a su oso danzante de su relativa libertad. Holden es torturado durante mucho tiempo hasta que finalmente su tripulación lo rescata. La amistad secreta de Amos con Teresa resulta en su propia rebelión anti-patriarcal, en la medida en que la muchacha ayuda a Holden y escapa en la nave Rocinante. Duarte ha avanzado tanto en este punto en su camino de degradación posthumana que los fugitivos son perseguidos por sus secuaces, incluyendo a la fanática teniente Tanaka, quien luego juega, como se verá, un papel crucial.

            El desenlace de la serie en Leviathan Falls (2021) se centra así pues en un héroe gravemente afectado por el trastorno de estrés postraumático causado por la tortura y un villano patriarcal posthumano delirante y monstruoso. Holden se siente “aniquilado” (LF 186 ) no tanto por su castigo físico como porque sus años como oso danzante habían “roto su sentido de sí mismo” (LF 186). En una conversación significativa con Amos, Holden afirma que ya no teme a la muerte, sino que quiere “irme sabiendo que las cosas estarán bien sin mí” (LF 241). Burlándose de él con cariño, Amos responde que tal vez “no eres tan importante y no depende de ti arreglar el universo” (LF 241), opinión secundada por la leal pero exhausta novia de Holden Naomi (y en muchos sentidos por los lectores).

            Para consternación de Naomi, cuando Holden le pide permiso para hacer lo que sea para derrotar a Duarte, ya ha decidido inyectarse la protomolécula. Cuando comienza su transformación posthumana, Holden se siente “profundamente a gusto” (LF 413) e incluso libre de su trastorno de estrés postraumático:

“Su cabeza se sentía extrañamente clara. Incluso con la consciencia de la presencia distante de los otros, el momento era suyo. Se sentía más solo que nunca pero también sentía una especie de satisfacción. Una liberación de la duda. La ansiedad que lo había perseguido desde Laconia se había evaporado como el rocío en un día cálido. Ahora era solo él mismo”. (LF 414)

Los autores, sin embargo, socavan el re-empoderamiento terapéutico masculino de Holden al ponerse del lado de Naomi cuando ella descarga su ira después del discreto adiós de la pareja. Ella le revela a su compañero de tripulación Alex que está enojada porque Holden ha sanado gracias la emoción del peligro:

“(…) Lo he vuelto a ver. Justo ahora. Lo vi como solía ser. En su mejor momento. Y el amor no es lo que lo ha conducido hasta ese punto. Ni que hayamos cuidado de él. Ni el paso del tiempo. Vio algo increíblemente, estúpidamente peligroso que había que hacer y que solo él podía hacer. Y él sencillamente…”. (LF 421, puntos suspensivos originales)

Mientras busca a Duarte, Holden usa su nuevo poder posthumano para acceder a los portales y cerrarlos, salvando así a la humanidad de la intrusión de la segunda especie alienígena, pero también aislando a los 1300 mundos habitados, al menos hasta que se desarrollen los viajes interestelares. Este acto de locura y heroísmo lo destruye, pero el hecho es que el hombre que había acusado a Duarte de decidir egoístamente el destino de toda la humanidad hace lo mismo, una cuestión planteada por los autores en su conversación final con otro personaje clave (el Detective Miller, de hecho una marioneta de la protomolécula). Holden muere al desatar su inmenso poder transhumano y alcanza la gloria, pero no recibe ningún homenaje. Amos le pregunta a Naomi si puede sobrevivir sin Holden y ella se dice a sí misma “que podría. Pero no estaba lista para decirlo en voz alta” (LF 510), prefiriendo centrarse en cómo viajar de nuevo a los planetas perdidos.

            En cuanto a Duarte, el monstruo sobrehumano muere dos veces, o en dos etapas. Duarte abandona Laconia para tomar la estación central que controla los portales y comenzar a construir allí una mente colectiva posthumana. Sin embargo, cuando Teresa y Holden lo encuentran, Duarte está siendo destruido por la estación, infestada por los alienígenas. Holden mata su mente cuando el monstruo intenta asesinar a Teresa, al intentar la niña liberar a su padre de los tentáculos alienígenas que lo aprisionan. Sin embargo, es la teniente Aliana Tanaka, una dura oficial de la flota marciana y una de las sirvientas más leales de Duarte, quien sacrifica su vida para destruir su cuerpo, actuando por la profunda ira que siente al ver en qué se ha convertido su héroe. Tanaka muere deseando poder matar a tiros al monstruo en el que Holden también se está convirtiendo, pero él la sobrevive justo para salvar a la humanidad, como he apuntado.

            No he usado aquí ninguna teorización porque ha sido mi intención mostrar el tipo de fantasías a las que los escritores masculinos blancos, heterosexuales y cisgénero aplican su visión de lo posthumano. El almirante Winston Duarte es un villano patriarcal interesado en acumular poder multiplanetario. Él cree que una transformación posthumana radical es la única forma en que puede acumular tanto poder y, frente a una especie alienígena aún más poderosa, decide alterar a toda la humanidad, viéndola como un recurso para ser explotado para sus propios fines. El héroe James Holden pasa muchas décadas tratando de evitar que los villanos exploten la protomolécula alienígena y lo logra a costa de convertirse en él mismo tan monstruoso como su rival, aunque solo sea por razones heroicas respetables.

            Lo que me interesa de esta ópera espacial más que tradicional es cómo los autores saben muy bien que es una historia más sobre un villano y un héroe en un universo patriarcal, y aun así no pueden abstenerse de contarla. Al final, Duarte y Holden aparecen retratados como hombres imprudentes e irreflexivos y es evidente que Naomi y, secundariamente Amos, son los personajes sensatos cuyas opiniones debemos tener en cuenta. Sin embargo, mientras leía los capítulos con Duarte, un personaje cuyo arco narrativo se desarrolló en los años de la campaña presidencial de Donald Trump, su mandato y su intento de golpe de estado, comencé a entender por qué la historia de cómo Holden derrota a este villano funciona como fantasía consolatoria. Si incluso siendo simplemente humanos, Trump (o Putin) son monstruos patriarcales, imaginad cómo podrían ser si lograran ser posthumanos o transhumanos y empoderarse aún más. De repente, The Expanse adquiere un significado oscuro y aparece transformada en una oportuna fábula anti-patriarcal y anti-posthumanista pese a no ser en absoluto el tipo de ciencia ficción progresista que preferimos ahora. ¿O sí lo es?