Fiona Hill, académica, asesora de relaciones exteriores y autora angloamericana, que desde 2023 se desempeña como rectora de la Universidad de Durham, fue entrevistada en Chanel 4 hace un par de días. El activista político George Conway publicó un bluit sobre la entrevista, destacando que, según Hill, “Estados Unidos va camino de la represión estatal total”, y esta publicación obtuvo en seguida 15000 ‘me gusta’, fue republicada 5100 veces y generó 415 respuestas.

            Una de ellas era mía. Escribí: “Estáis negando la evidencia, es del todo asombroso visto desde Europa. Los EE.UU. ya están totalmente reprimidos y deprimidos. ¿Qué más pruebas necesitáis?” Esta publicación desató una pequeña tormenta, atrayendo una ráfaga de ‘me gustas’, pero también unas dos docenas de respuestas directas de todo tipo, desde “sí, es así” hasta “cállate la boca, Karen” (una Karen es una tipa que protesta sin razón; bloqueé a esa persona y respondí al resto, con todo mi respeto). Hoy escribo sobre este pequeño incidente en el enorme tornado que son las redes sociales porque una de las personas a las que más molesté cuestionó que yo pudiera hacer nada publicando bluits desde España.

            Mi tarea diaria en BlueSky es recomendar un libro, y de esa manera dar a conocer la colección de reseñas de ficción y no ficción contemporánea que mis alumnos escribieron y yo edité en Reviewing Contemporary Anglophone Fiction and Nonfiction (https://ddd.uab.cat/record/307453). Este hábito le da un sentido inmediato a mi participación en BlueSky, y la verdad es que lo disfruto mucho. El resto de mis posts son comentarios sobre las noticias, decenas de ‘me gusta’ (sobre todo a fotógrafos) y, sí, respuestas a posts con contenido político. Le pregunté a los chicos y chicas de Anonymous, a quienes sigo, qué podía hacer para ayudar a Estados Unidos y a la democracia en general. Me dijeron que transmitiera información y opinión fiable, y esto es lo que estoy haciendo en castellano, inglés y, de vez en cuando, catalán.

            Sin duda, escribir bluits desde la comodidad de mi casa española no tiene ni punto de comparación con manifestarse en Washington DC pero, para empezar, he anulado totalmente mis posibilidades de obtener un visado para viajar a los EE. UU. ¿Se acuerdan de aquel científico francés al que le confiscaron su portátil y su móvil en la frontera y que fue deportado de inmediato porque los agentes de migración encontraron comentarios anti-Trump en sus redes sociales? Bueno, pues podría ser yo. O cualquiera de los millones de personas que publican bluits a favor de la democracia.

            En cualquier caso, me he esforzado por no despotricar nunca contra ninguna persona. Me presento como una europea española con un conocimiento directo de la dictadura fascista, como niña educada en la escuela franquista. Muchos de mis comentarios se refieren a las cosas que funcionan en las democracias europeas y que faltan en los Estados Unidos, tales como tener derecho a votar automáticamente cuando se cumplen 18 años, tener una oposición que incordia al gobierno, la posibilidad de convocar elecciones cuando un líder es corrupto, cómo funciona una monarquía parlamentaria, etc.

            Suelo ser cautelosa y mesurada, pero ayer me impacienté. Estoy leyendo muchas publicaciones en BlueSky avisando que si las cosas van de esta o aquella manera, Estados Unidos lo pasará muy mal. No estoy en posición de dar lecciones a nadie, pero mi opinión es que a pesar de que cada día trae una decisión aún más absurda por parte de ese Presidente, y están sucediendo cosas horribles debido a su cruel aleatoriedad, los estadounidenses parecen creer que la vida puede volver a la normalidad después de las elecciones intermedias al Congreso y el Senado de 2026 o en 2028, con el final del segundo mandato (¡si es que termina!).

            Ayer me dijeron que muchos estadounidenses entienden perfectamente la situación, pero les falta un líder, o que las enormes distancias hacen imposible coordinar manifestaciones masivas de gran peso, o que con los medios de comunicación guardan silencio sobre las protestas y así parece que no están sucediendo. Otra persona me dijo que es demasiado esperar que un país reaccione de manera eficiente en vista de las maniobras políticas cuidadosamente orquestadas de los últimos cinco años. Nada que objetar.

            La persona más enojada me dijo que me equivoco al creer que los estadounidenses son todos unos perdedores y me garantizó que caerían luchando. Lo que quiero decir, precisamente, es que no puedo creer que los estadounidenses, que han demostrado ser grandes luchadores por los derechos humanos, sean ahora incapaces de coordinar una respuesta colectiva contra la autocracia que se ha apoderado de su tierra. Mi opinión es que los que se preocupan, porque la mitad del país es claramente cómplice del tipo por el que votaron, confían demasiado en que la ley los defenderá. Algunos jueces han dado un paso al frente y le han parado los pies a ese Presidente, pero se trata de un sistema de defensa muy lento. El daño causado mientras tanto es aterrador en términos de vidas personales (las personas brutalmente secuestradas y deportadas) y colectivos (el ataque contra la ciencia o la ayuda humanitaria mundial).

            Hay que mencionar otro problema. A pesar de que los estadounidenses (o al menos su gobierno) están acostumbrados a interferir en los gobiernos de otros países, sea con intenciones altruistas o depredadoras, es evidente que tienen dificultades para aceptar que otros puedan intervenir en su nación para ayudar. No estoy hablando de expresar mi opinión personal, ni de dar un ‘me gusta’ a los posts de políticos estadounidenses por los que no he votado. Me refiero a escuchar a la Unión Europea, a China o a la ONU.

            Dos veces en el siglo XX Alemania amenazó al mundo desatando guerras internacionales que causaron mucho sufrimiento. En ambos casos, Estados Unidos acudió al rescate, liderando las coaliciones que pusieron fin a los restos del imperialismo del siglo XIX y al nazismo. Durante la larga Guerra Fría, EE.UU. se presentó como el garante de la democracia a nivel mundial aunque, como sabemos, la CIA y el ejército apoyaron a dictaduras como Chile o Irak hasta que dejaron de ser útiles. La cuestión es que ese Presidente quiere hundir a los EE.UU. y no hay otro líder que pueda garantizar la estabilidad mundial. Si pensamos que China puede desempeñar ese papel, entonces el mundo se ha convertido en un lugar muy extraño.

            Escribí un segundo post, en respuesta a una estadounidense que me aseguró que estaban haciendo todo lo que podían, pero que se veían obstaculizados a cada paso, y que necesitaban algo de suerte: “Lo sé, lo sé, por eso estoy aquí. Les deseo toda la suerte del universo porque todo el planeta depende de salvar la democracia estadounidense, lo digo en serio”. Mientras escribía estas palabras, a la una de la madrugada, sentí como si estuviera soñando, y todo era una pesadilla.

            Puedes reírte de las ridículas payasadas de ese tipo y su gabinete, enviar muchos ‘me gusta’ a los agudos caricaturistas estadounidenses, apoyar la constancia inquebrantable de Mark Hamill y George Takei, pero al final toda la situación es siniestra, peligrosa y contagiosa. Tuve que leer mucho sobre Hitler cuando escribí mi libro sobre la villanía, y el mismo patrón se está repitiendo. No quiero decir que 2025 sea 1933, sino que estamos viendo en funcionamiento el mismo fracaso sistemático de los sistemas de control que impiden que las personas sedientas de poder hagan lo que quieran y destruyan la democracia.

            En la obra de Atwood El cuento de la criada, los Hijos de Jacob asaltan el Congreso y el Senado, y matan a todos sus miembros. Eso es todo lo que se necesita para que la democracia estadounidense termine: un golpe sangriento, con relativamente pocas víctimas. Me gustaría insistir en que el principal peligro proviene de la impresión de que la vida en los Estados Unidos sigue siendo normal, porque no es como la vida en El cuento de la criada. Sí lo es, diría, para los inmigrantes aterrorizados por ICE, la policía deportadora. El golpe blando que ya ha ocurrido muestra una astucia extrema y una inhumanidad implacable, aunque no estoy segura de si esto proviene del Presidente o de los grupos que lo respaldan. ¡Incluso Elon Musk ha sido condenado al ostracismo! Las cosas ya están muy, muy mal y fácilmente empeorarán muchísimo más.

            En cierto modo, en España tuvimos la suerte de que, aunque los gobiernos extranjeros no intervinieron para frenar a Franco (de hecho, su posición se consolidó en 1953, gracias al tratado firmado con el gobierno estadounidense de Dwight Eisenhower), los millones de turistas que empezaron a llegar en la década de 1960 sí tuvieron un impacto en nuestras vidas, aunque solo fuera por su diferente comprensión de la libertad personal. No vinieron a España para luchar contra Franco y acabar con nuestro sufrimiento, pero nos abrieron los ojos de muchas maneras. Entonces algunos españoles privilegiados empezaron a viajar e importaron nuevas ideas. Hasta que todos vimos, cuando Franco al fin murió, en la cama y de viejo, que el camino a seguir pasaba por convertirse en una democracia al estilo europeo. Con un rey, pero esa es otra historia.

            Ese Presidente entiende que solo puede controlar los EE.UU. aislando a sus compatriotas estadounidenses del resto del mundo (tal como los abusadores privan a sus víctimas del contacto con familiares y amigos). Los migrantes (y algunos ciudadanos estadounidenses) están siendo deportados, incluidos niños con cáncer; ningún estudiante extranjero podrá estudiar en los EE.UU. el próximo año; pocos turistas (o académicos) elegirán Estados Unidos como destino; muchos estadounidenses se quedarán en casa por temor a no poder regresar si viajan al extranjero.

            El siguiente paso, vosotros lo sabéis y yo lo sé, son las redes sociales. Trump ya intentó arrebatar TikTok por la fuerza a sus propietarios chinos. Podría pensar en limitar X, BlueSky, Instagram, Whatsapp o cualquier otra red social al uso nacional interno (como hacen los chinos). El Secretario de Salud, Robert Kennedy Jr., anunció esta semana que los investigadores estadounidenses financiados por el gobierno tendrían prohibido publicar internacionalmente. Deberán publicar solo en los boletines nacionales de investigación que quiere crear.

            Podría quedarme callada, publicar posts sobre setas como hace esa popular cuenta en BlueSky, o llenar de ‘me gusta’ el feed de Fotografía (Tendencias), pero esa no es la razón por la que abandoné mi total inactividad en las redes sociales. Estoy comentando la política de los Estados Unidos porque afecta mi vida y la de las personas de mi círculo inmediato, y sin duda nacional. Estoy publicando posts porque ningún extranjero ayudó a los españoles a deshacerse de Franco, y ojalá lo hubieran hecho.

            Suponiendo que BlueSky hubiera existido en 1970, y que yo hubiera sido entonces una mujer de mi edad actual, es posible que me hubiera irritado mucho si un ciudadano estadounidense hubiera escrito, como hice en relación a los EE.UU., que los españoles estábamos ciegos ante la realidad y no éramos lo bastante activos a la hora de defender la democracia. Esa persona, sin embrago, habría tenido razón: muchos españoles se arriesgaron a ir a la cárcel, al exilio e incluso a la muerte, mientras que el resto no hacía nada y por eso Franco pudo morir de viejo. Sin duda, proyecté en los pobres ciudadanos estadounidenses mi frustración sobre mis compatriotas españoles, que no pudieron deshacerse de ese monstruo en cuarenta años. La inacción tiene consecuencias que duran generaciones.

            Tengo mucho miedo. Esto no es como ver a Argentina o Brasil luchar por no volver a sus viejos regímenes dictatoriales. La Rusia postcomunista o China han sido dictaduras durante tanto tiempo que ni siquiera podemos creer que algún día puedan ser una democracia. Esta caída de los EE.UU. es mucho, mucho peor: es ver a Superman convertirse en Lex Luthor o, peor aún, al Capitán América unirse a Hitler. Estuve a punto de borrar mi post, pero me alegra que iniciara una conversación entre un puñado de ciudadanos estadounidenses, aunque fuera pequeña. Cuando la persona que se molestó tanto conmigo me regañó (‘vete y lleva tu privilegio a un foro de ultra derecha’), otro estadounidense le dijo ‘estás luchando contra la persona equivocada’. ¡Gracias por defenderme!

            Parafraseando a John Kennedy, no te preguntes qué puede hacer la democracia por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por la democracia. Antes de que sea demasiado tarde, y no solo los EE.UU., sino el mundo entero caiga en al lado oscuro, donde ya están algunas naciones que no hace falta nombrar. Creedme, es muy urgente hacer algo. Y quiero decir todo el mundo.