Las memorias del príncipe Harry, Spare (En la sombra) se publicaron hace solo seis días, pero ya es difícil tener algo nuevo que decir sobre ellas, dada la avalancha de artículos de opinión y publicaciones en blogs que las han recibido. Lo intentaré.
Comenzaré señalando que sigo atónita por dos cosas: que este hombre todavía se presente como príncipe y duque (de Sussex) después de renunciar a su vida como miembro de la realeza, y que insista en ser llamado Príncipe Harry. Entiendo que puede ser Harry para sus amigos o familiares (a pesar de que su nombre real es Henry, el Príncipe William y el Rey Charles lo llaman Harold y Meghan Haz), pero no entiendo que use el nombre informal Harry informal como príncipe. Su hermano, si lo pensamos, es el Príncipe William, no el Príncipe Willy. Los Estados Unidos han tenido Presidentes llamados Bill y Joe, pero tomo el apelativo ‘Príncipe Harry’ como un indicador de la confusión de este hombre sobre si quiere ser un personaje real o un simple ciudadano.
Como memorias, Spare tiene un gran título. Es una lástima que se pierda en castellano, idioma en que el libro se llama, como he anotado, En la sombra (por cierto, la presencia de cinco traductores probablemente indica que la traducción se ha hecho a toda pastilla, repartida entre ellos). No conocía el concepto de «heir and spare» (o «heredero y repuesto») en referencia al segundo en la línea de sucesión cuya función está tan mal definida como la del Vicepresidente de los Estados Unidos, a menos que el titular del cargo quede, de alguna manera, incapacitado. El Príncipe Harry afirma que cuando nació su padre agradeció a su esposa, la Princesa Diana, por haberle dado un heredero y un repuesto, una de las anécdotas más crueles del libro.
Precisamente, como texto destinado a construir una narrativa alternativa a la oficial presentada por los medios británicos y el Palacio real, Spare se basa demasiado en la anécdota, un efecto aumentado por el resaltado de ciertos pasajes por parte de los medios. En su interesante entrevista con Stephen Colbert, el Príncipe Harry insistió en que las anécdotas deben leerse en su contexto más amplio. Sin embargo, si su intención es demoler la forma en que opera actualmente la monarquía británica, no debería haber espacio en Spare para la (larga) anécdota sobre cómo su pene sufrió un principio de congelación durante un viaje al Polo Norte organizado por una asociación altruista para el cual el Príncipe Harry no estaba bien equipado. La larga sección sobre Afganistán puede ser relevante para subrayar el mensaje de que Harry es un tipo normal que habría sido feliz en el ejército, ya que esta es la carrera que parece preferir, pero aun así en muchos puntos la narrativa no está bien enfocada. Creo que la mayoría de los lectores habrían preferido unas memorias más agudas centradas exclusivamente en el Megxit (o salida de Harry y Meghan de la Familia Real), con menos detalles sobre la vida del Príncipe Harry antes de conocer a su futura esposa. Tal como están las cosas, Spare no entra realmente en el proceso por el cual la pareja decidió abandonar Gran Bretaña en mucha profundidad y, de manera decepcionante, agrega pocos detalles a lo que era más o menos conocido públicamente.
En general, la impresión es que Spare está diseñado para convencer a los lectores de que la Familia Real británica es altamente disfuncional, fría de una manera muy inglesa, y que, invirtiendo los papeles, Meghan Markle, la estadounidense cariñosa, rescató al príncipe de la torre de marfil, pagando un alto precio por ello. El propio Harry no se presenta como una figura trágica, sino como un hombre que no sabe cómo vivir su vida aparte del Palacio, sus guardaespaldas y los ‘paps’ (su nombre para los paparazzis) que lo acosan en todo momento. Lógicamente, el príncipe Harry se queja a lo largo de Spare sobre la extraña persecución de los Royals por parte de la prensa sensacionalista, que le costó la vida a su madre Lady Diana, y que ningún ser humano debería tener que soportar, pero parece menos consciente de lo extraño que es crecer en custodiado siempre por guardaespaldas.
No puedo imaginar qué sentido de privacidad tiene Harry, o cualquier otra persona privilegiada, si siempre necesitan equipos de seguridad. Si ser privilegiado equivale a vivir con el temor constante de ser secuestrado o asesinado, entonces no se trata realmente de un privilegio, sino de una extraña forma de cautiverio. Spare, sin embargo, insiste en el temor de Harry de no tener guardaespaldas cerca, particularmente en Canadá y los Estados Unidos, donde sus diferentes hogares siempre han estado en riesgo de ser invadidos por miembros entrometidos de la prensa, a quienes presenta como una manada de agresivos sabuesos. Sus dos principales torturadores británicos, apodados Tweedle Dumb y Tweedle Dumber, se han enriquecido según averigua Harry con las lucrativas ventas de imágenes que siempre deberían haber permanecido en privado, pero este es un tema que las furiosas críticas negativas de Spare publicadas en los tabloides están, por supuesto, ignorando.
La función de las memorias, así pues, no es tanto justificar el problemático Megxit sino describir cómo es crecer en una familia en la que la gente no se abraza y siempre en presencia de guardaespaldas y paparazzis, mientras el príncipe Harry intenta convencer a sus lectores de que está superando sus traumas infantiles, entre los cuales el principal es la prematura muerte de su madre en ese horrendo accidente automovilístico en París, el 31 de agosto de 1997. Una de las preguntas más interesantes que Stephen Colbert le hizo a Harry es cómo se siente siendo ya mayor de lo que era su madre cuando murió, a los 36 años (el príncipe ahora tiene 38). Harry respondió que debe haber algún significado simbólico en el hecho de que decidió abandonar sus deberes como miembro de la realeza a los 36 años.
De hecho, Spare también puede abordarse como un texto freudiano en el que el Príncipe Harry cierra un largo proceso de duelo que dura veinticinco años al aceptar finalmente la muerte de su madre. El recuerdo de la noche en que el príncipe Carlos le anunció la muerte de Diana me pareció absolutamente escalofriante, ya que, si hemos de creer a Harry, se quedó sin el consuelo de ningún miembro de su familia durante muchas horas (si no permanentemente), y al día siguiente se le hizo caminar detrás de la carroza fúnebre de su madre mientras procesaba una pérdida que no pudo entender durante muchos años porque nunca vio el cadáver. También hay momentos cursis en los que Harry afirma que puede sentir la presencia fantasmal de su madre en ocasiones clave y comentarios muy negativos sobre la actual Reina Consorte Camilla, a quien se niega a presentar como una madrastra malvada pero que aparece retratada como una astuta manipuladora empeñada en casarse con Charles y ser su reina. Muchos niños tienen la experiencia de ver a su padre casarse con su antigua amante después de un amargo divorcio, pero dadas las circunstancias tan públicas, debe haber sido realmente difícil para William y Harry aceptar la presencia de Camilla en sus vidas. Parece bastante claro que el rechazo oculto de Harry a la tercera persona en el matrimonio de sus padres es una de las principales fuentes de la indignación expresada en Spare.
El Príncipe Harry reconoce que siempre fue un mal estudiante, a diferencia de su padre, a quien presenta como un gran erudito muy interesado en la Historia y un hombre de cultura extensa. Este es un defecto que ha hecho necesario que Harry contratara los servicios del escritor fantasma (los antiguamente llamados ‘negros’), J.R. Moehringer (quien ganó un millón de dólares por su ayuda profesional, que duró aproximadamente un año, mientras que Harry logró un adelanto de veinte millones). Moehringer, ganador del Premio Pulitzer por su periodismo, es conocido por haber redactado memorias de celebridades, incluyendo Open del campeón de tenis Andre Agassi y Shoe Dog del co-fundador de Nike, Phil Knight. También es el autor de The Tender Bar, una autobiografía adaptada como una película bastante buena por Ben Affleck, en la que narra cómo encontró consuelo cuando era niño en su tío Charlie y sus amigos del bar después de que su padre abandonara a su madre.
Supongo que la colaboración entre Harry y Moehringer se basa en cientos de horas de entrevistas de las que el periodista extrajo un borrador que el príncipe aceptó como una versión muy cercana a lo que habría escrito por su cuenta. Sin embargo, siempre se disfruta menos al leer unas memorias escritas por un autor oculto, por razones obvias: el lector nunca sabe hasta qué punto el texto refleja la presencia del escritor fantasma. Una cosa es un editor, que daría forma a un texto escrito originalmente por el escritor de memorias, y otra muy distinta un escritor fantasma que, supongo, actúa como editor y autor sobre la base de entrevistas. En cierto modo, hubiera preferido en este caso una colección de entrevistas (al estilo, por ejemplo, de Burton on Burton de Mark Salisbury, sobre el cineasta Tim Burton) que unas memorias en la que los lectores nunca saben qué palabras son realmente de Harry. Sobre todo porque se trata de un libro en el que revelar quién es realmente el Príncipe Harry parece ser primordial.
Spare no es lo suficientemente radical como para sacudir los cimientos de la monarquía británica y, de todos modos, como estoy viendo estos días en periódicos como The Daily Mail o The Daily Mirror, ha reforzado el odio (racista) hacia Harry y Meghan que los llevó al autoexilio. Cuando el Príncipe Harry considera por qué la realeza tolera la impertinencia de los tabloides, especula que el Rey Charles encuentra mucho consuelo para su ego maltratado en los momentos en que es elogiado por ellos (Charles soportó una larga historia de bullying cuando era niño). Tal vez Harry y Meghan sirvan como chivos expiatorios para sostener todo el tejido inestable de la monarquía británica, ya que parece claro que, una vez que la respetada Elizabeth II ha fallecido, los tabloides podrían hundir fácilmente a Charles y Camilla, William y Kate, si decidieran que el republicanismo es más conveniente. La situación por la cual la familia real soporta a los tabloides para beneficio mutuo es indignante, pero al mismo tiempo parece, más o menos, funcionar.
El problema de fondo, como estoy argumentando, es que Harry y Meghan han ido lejos, pero no lo suficiente como para desmantelar todo el tinglado. Si hubieran renunciado a todos sus títulos, hubieran elegido vivir en una vivienda mucho más modesta y hubieran tomado empleos ordinarios en lugar de monetizar su vida privada, se habrían ganado mucho respeto. Tal vez Harry Wales podría incluso encabezar un nuevo partido republicano británico y presentarse como el futuro primer Presidente de la República Británica (aunque tal vez la sombra de Oliver Cromwell pese demasiado). Sin embargo, como el hombre que firma un libro que ni siquiera ha escrito, el Príncipe Harry es una especie de antipático Príncipe Hamlet moderno, con una Ofelia que a menudo parece más cercana a Lady Macbeth, aunque solo sea según los tabloides. Además, no deja de ser un tipo muy rico, por mucho que insista en Spare que no tenía nada a su nombre.
En cualquier caso, como española republicana, me maravillo de este tipo de memorias reales. En nuestro caso, quien ha elegido el autoexilio es el ladino Rey Juan Carlos I; lo último que necesita su hijo el Rey Felipe VI son sus memorias (Llamadme Don Juan…). Sería interesante, sin embargo, tener acceso a la mirada privilegiada, por ejemplo, de los ex yernos del emérito, Jaime de Marichalar o Iñaki Urdangarín. Asumo, sin embargo, que ambos firmaron acuerdos de confidencialidad. En suma, le doy las gracias al Príncipe Harry por Spare, espero que cunda su ejemplo y que otros sacudan los cimientos de todas las monarquías hasta que caigan. Solo le pido que tome medidas para dejar de ser un miembro de la realeza por completo, que se convierta en el ciudadano Harry y, ya de paso, que aclare si las ventas de Spare, incluido el jugoso avance, realmente irán a organizaciones benéficas como anunció. Eso sería genial y le daría la credibilidad que ahora mismo no acaba de tener.