Esta ha resultado ser una semana extraña en términos de género, particularmente en Escocia y en España. Escribo aquí en especial para mi muy internacional clase de Máster en la asignatura ‘Cuerpo y género en la narrativa’, ya que podrían haberse perdido uno de los dos eventos que deseo comentar aquí: la retirada completa de la política del diputado español Íñigo Errejón después de acusaciones muy graves de conducta sexual inapropiada y la filtración de la documentación sobre orientación de género emitida por el gobierno escocés encabezado por el nuevo líder del SNP (Scottish National Party), John Swinney, documentación que afirma que hay 24 géneros.
Errejón, de 40 años, portavoz oficial de la coalición de izquierdas Sumar (sigue siendo presidente del partido Más País, descendiente de Podemos), ha sido acusado hasta ahora por una docena de mujeres de someter a sus parejas sexuales a abusos psicológicos y físicos muy humillantes. Como es habitual, resulta que su mala conducta era conocida en los círculos políticos de izquierdas de Madrid, pero no se hizo nada para atajarla hasta que la periodista y activista feminista Cristina Fallarás acogió en su cuenta de Instagram los testimonios anónimos de sus víctimas. Una de las mujeres, la actriz Elisa Mouliaá, ha sido la primera en denunciar a Errejón ante la Policía. Ayer Loreto Arenillas, jefa de gabinete de Errejón y diputada en al Asamblea de Madrid, ha dimitido tras las revelaciones que indicaban que había silenciado a otras víctimas para proteger a su jefe, algo que ella niega rotundamente.
Este no es el primer político acusado de delitos misóginos después de la campaña #MeToo iniciada en 2017, pero la conmoción es, sin embargo, enorme debido a los sólidos credenciales feministas y de izquierdas de Errejón. También, ¿por qué no mencionarlo?, debido a su cara de bebé que tantas burlas ha generado y tras cuya aparente masculinidad suave y vulnerable se ocultaba el clásico modelo patriarcal tóxico. La esperpéntica carta que Errejón publicó en su cuenta de X acompañando el anuncio de su dimisión como diputado y su retirada completa de la política, sin embargo, sugiere que ha estado compensando con gran misoginia las deficiencias mal entendidas de su propia masculinidad patriarcal. Este hombre ha estado abusando de las muchas mujeres que logró atraer gracias, precisamente, a su saneado perfil público, mujeres a las que obligó a aceptar una sumisión degradante tan pronto como supieron quién es realmente: un monstruo, como explicó una de sus víctimas.
La carta, que se puede leer aquí, es sin duda un documento esencial en la historia del género y la masculinidad en España y un asombroso autorretrato de un hombre incapaz de mostrar empatía por sus víctimas. El título del artículo del diario satírico El Mundo Today la resume muy bien: “Íñigo Errejón deja la política tras ser víctima de unos abusos sexuales cometidos por él”. De hecho, me siento tentada a ofrecer una lectura minuciosa de este texto extremadamente hipócrita, pero me limitaré a repasar los puntos principales.
Errejón demuestra que ha retrasado su dimisión de todos sus cargos el mayor tiempo posible, hasta que la creciente presión lo ha obligado a renunciar. La explicación que ofrece es que en la década de su intensa carrera política, su celebridad y exposición pública han afectado negativamente su salud física y mental y han destruido su “estructura afectiva y emocional”, como le pasaría a cualquiera en las mismas circunstancias. En los dos párrafos centrales reconoce, utilizando una neolengua extremadamente abstrusa, que para hacer frente a sus exigentes actividades políticas ha excluido de su vida el cuidado y la empatía, lo que ha dado lugar a una “subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica”, empleada en su trato con sus colegas políticos, sus parejas románticas, e incluso él mismo.
Errejón, como se ve, presenta su caso como una consecuencia inevitable de su contacto cotidiano con el poder político patriarcal, una suerte de contaminación no deseada que ha llevado a una contradicción irresoluble entre, nos dice, “el personaje y la persona”, entre el neoliberalismo y la ideología de su partido político. Al final, anuncia su renuncia como un paso necesario para cuidarse, sin mencionar nunca a sus víctimas, y esperando que la carta y su dimisión sean compensación suficiente por su mala conducta. Tampoco alude a la inmensa decepción que su comportamiento privado debe haber causado entre las mujeres de su círculo político y el daño directo que ha causado a todas las acciones políticas de izquierdas para promover la igualdad de género en España. La ministra Yolanda Díaz, líder de Sumar y actual vicepresidenta segunda del Gobierno y titular del Ministerio de Trabajo y Economía Social, debe estar furiosa (fue ella quien forzó la renuncia de Errejón pero hasta ahora ha guardado silencio).
Como feminista de izquierdas que predica constantemente la idea de que los hombres progresistas tienen la capacidad y el deber de luchar contra el patriarcado, estoy muy decepcionada. Ni Errejón ni su antiguo amigo de Podemos, Pablo Iglesias, son hombres que me hayan gustado jamás o en los que haya confiado (Errejón fue hace años el beneficiario ilegal de una beca para la que no investigó nada), pero, aun así, los detalles de los testimonios de las víctimas son espantosos. No se trata simplemente de un caso de acoso sexual, sino de la estrategia sistemática de un hombre para degradar a todas las mujeres que conoció, desde un manoseo no deseado en un concierto punk feminista hasta obligar a coincidir a diferentes amantes que no sabían nada una de la otra, pasando por la agresión física contra una mujer borracha dormida en su cama. Creo que es fácil ver un patrón: este hombre se sentía inferior a todas estas mujeres atractivas y capaces y arremetió contra ellas en busca de una autovalidación personal patriarcal. Esto no es algo que haya aprendido de repente en sus años como figura pública, sino un ejemplo de cómo la ideología patriarcal profundamente arraigada puede florecer gracias al empoderamiento que conlleva la fama. ¿Quién habría querido ligar con Errejón de no ser una figura pública? Lo asombroso (y lo horripilante) es que tantas mujeres se enamoraran de él y que tantas personas ayudaran a ocultar su espeluznante misoginia.
Para terminar esta parte de mi post, me gustaría señalar que no veo ninguna ventaja en enviar a Errejón a prisión, donde los agresores sexuales se mezclan con otros hombres patriarcales tóxicos y no se resuelve gran cosa. No veo que la condena de Harvey Weinstein, por nombrar un caso muy famoso, esté realmente ayudando a las víctimas o evitando que se cometan delitos contra otras mujeres. Convertiría a Errejón en un ejemplo público, y comenzaría con él un programa muy necesario de reeducación pública. La confianza entre hombres y mujeres está en un mínimo histórico, sobre todo si a este escándalo le añadimos otros como el triste caso de las múltiples violaciones de Gisèle Plicot por parte de su marido y sus cómplices a lo largo de una década. Como estamos viendo en su juicio, no existe ningún mecanismo vergonzante que funcione lo bien como elemento disuasorio ni como fuente de verdadera educación para los hombres sexistas recalcitrantes pero debemos encontrarlo con urgencia.
Me tropecé con el otro tema de mi post después de leer diversos artículos que informaban de que J.K. Rowling y Elon Musk se estaban burlando de las guías internas enviadas por el Gobierno escocés a los organismos públicos que recopilan datos sobre sexo y género. La documentación oficial que he encontrado en línea no incluye ninguna lista, pero la ya infame lista de 24 géneros respaldada por el Gobierno del SNP ha sido filtrada por muchos periódicos. Aquí está: cisgénero, hombre trans, mujer trans, no binario, trans (no especificado de otra manera), agénero, trans masculino, trans femenino, género fluido, género queer, en cuestión, intersexual, asignado femenino al nacer (no especificado), asignado masculino al nacer (no especificado), pangénero, bigénero, autigénero, andrógino, de género disconforme, detransicionado, neutro, demigénero (femenino), demigénero (masculino) y demigénero (no especificado de otra manera). Se puede ver por qué la lista se presta a burlas, ya que es una extraña mezcla con poca consistencia o coherencia, con algunas categorías que describen procesos o experiencias más que identidades.
A mi modo de ver, el Gobierno del SNP está tratando de ser lo más progresista posible pero está cometiendo una serie de errores de bulto. Para empezar, pasan por alto que el sexo biológico está lejos de ser un sistema binario y que al parecer se expande a unas 40 variaciones si tenemos en cuenta la diversidad cromosómica (lee los cuatro artículos mencionados aquí). Si multiplicas las variaciones biológicas y de género, obtienes una lista mucho más grande de identidades personales más allá de los clásicos binarios femenino/masculino o mujer/hombre.
Lo que me desconcierta cada vez que lleno un documento público es por qué los gobiernos insisten en hacerles a sus ciudadanos preguntas que se refieran a sus genitales (lo que antes se llamaba partes privadas por una muy buena razón) o a su identidad de género. ¿Por qué detenerse ahí y no preguntarnos con quién disfrutamos practicando sexo? Si los datos recopilados ayudan a los colectivos desfavorecidos, podría estar de acuerdo con la lista escocesa, pero, aun así, no veo su utilidad inmediata. Vivimos, por supuesto, en la era del big data y toda la información es potencialmente vendible, por lo que quizás el enfoque aparentemente benévolo del SNP esconde algo más. ¡Espero que no! Por otro lado, si el Gobierno escocés está tan interesado en la identidad de género de sus ciudadanos, la solución es bastante obvia: en lugar de una lista de opciones, podrían ofrecer en la documentación oficial un espacio en blanco donde los ciudadanos podrían declarar, solo si así lo desean, la identidad elegida.
Soy muy consciente de que la mala conducta de Errejón y la lista escocesa son temas muy diferentes, pero tienen una cosa en común: ambas son cuestiones políticas. En un caso, la caída de una destacada figura política de la izquierda puede tener consecuencias importantes no solo para el feminismo español sino también para otros asuntos relacionados: la ministra Díaz está negociando ahora la reducción de la jornada semanal, y si dimite todos podríamos perder esa ansiada meta. En Escocia, el SNP ha pasado en los últimos años por momentos muy difíciles. Nadie necesita que su política de género refuerce las posiciones de personas tan intolerantes como J.K. Rowling (con residencia en Escocia) o Elon Musk, el principal valedor de Trump a pocos días de las elecciones. La deshonestidad de Errejón y el equivocado wokeismo del SNP están poniendo grandes obstáculos en el camino hacia el progreso y ayudando a las posiciones tradicionales de quienes apoyan el viejo esencialismo de los roles sexuales.
Una semana rara, como dije. Y lo que nos queda por ver…