Estoy enseñando este semestre la asignatura troncal ‘Literatura anglófona contemporánea: 1990 hasta el presente’, que introdujimos el año pasado en el cuarto año de nuestro Grado en Estudios Ingleses. Estaba presentando la introducción a la primera unidad, 1990-1997, con un resumen de los principales eventos políticos, sociales y tecnocientíficos, cuando noté que la mayoría de las personas que nombré eran totalmente desconocidas para mis estudiantes. Estoy acostumbrada a que los estudiantes no reconozcan los nombres de los autores victorianos o los títulos de sus libros, y nunca supuse que aprenderían quiénes eran Benjamin Disraeli o Thomas Huxley. Sin embargo, me preocupa que no reconozcan a las figuras clave de las últimas décadas. Margaret Thatcher no les sonaba de nada. Así pues, estoy escribiendo esta entrada para preparar lo que necesito decirles a mis estudiantes la próxima semana sobre por qué es importante adquirir una cultura general sólida y cómo se hace.

          Mencioné a mi clase como ejemplo de los placeres de la alusión una frase del libro de Robert MacFarlane que estoy leyendo actualmente: Is a River Alive? MacFarlane describe el asombroso proceso por el cual una oruga se convierte en mariposa (el cuerpo entero se disuelve y se reconstruye), y escribe que esta es “una metamorfosis de la que Ovidio estaría orgulloso”. Si no sabes quién es Ovidio y que recogió en su libro Metamorfosis (ca. 8 d.C.) más de 250 mitos y leyendas sobre transformaciones corporales, no reconoces la ingeniosa alusión. Por otro lado, si nunca has oído hablar de este autor y su libro, la frase de MacFarlane puede hacerte sentir curiosidad, impulsarte a consultar Wikipedia y ayudarte a adquirir conocimientos generales. Quizás incluso te anime a leer Metamorfosis.

          La curiosidad, como se ve, es la clave para adquirir una cultura general, pero debe ir acompañada de la voluntad de trabajarla. Le di a mi clase una lista de la mejor ficción literaria en inglés 1990-1997, destacando algunos libros (usé las portadas de los libros, siempre un buen reclamo), pero leer una lista de novelas y autores desconocidos (para ellos) no mejora automáticamente el conocimiento general. Se deben querer memorizar nombres y títulos, para lo cual escribirlos generalmente funciona; si es posible, lo idea es leer los libros. Hay que estudiar, en resumen, porque aunque adquirimos fragmentos de conocimiento pasivamente a través de alusiones en lo que leemos, vemos u oímos mencionar, hay una diferencia entre algo que ‘nos suena’ y algo que sabemos con certeza. La cultura general de un individuo sin duda se compone en parte de muchos elementos que no se conocen con certeza, pero una verdadera educación depende de estar seguro del conocimiento que se adquiere, certeza que requiere estudio.

          Se supone que la educación proporciona a los jóvenes un conocimiento general sólido, pero la educación siempre tiene límites. Para empezar, la educación depende de programas ideados por autoridades con una idea conservadora de lo que es la cultura general. Además, estas autoridades deben asegurarse de que sus programas puedan impartirse en un tiempo limitado. Siempre que se incluye algo, se excluye otra cosa. A veces en gran medida. Por poner un ejemplo, todavía hoy en 2025, el cine no forma parte de los conocimientos generales adquiridos en la escuela, y mucho menos la televisión, la música pop, los cómics o los videojuegos. Si se está interesado en alguna de estas áreas, hay que autoeducarse, asumiendo un papel activo. Aun así, la cultura general se organiza en rangos, de modo que, por ejemplo, no saber de videojuegos se considera menos importante que no saber de cine. Los jugadores pueden estar en desacuerdo, pero estoy hablando aquí de conocimiento general, no de fándom.

          Así pues, ¿cómo se adquiere una cultura general más allá de lo que los docentes hacen aprender en la escuela y se debe estudiar? (Otra cosa muy distinta es cómo actúa la memoria una vez que has superado una asignatura y no necesitas retener los conocimientos adquiridos para aprobarla). Usa tu tiempo libre sabiamente, esa es la respuesta. ¿Qué pasa si no tienes tiempo libre? Pues que no logras adquirir conocimientos generales. Sin embargo, dependiendo de tu trabajo, es posible que logres adquirir algo de cultura, ya sea porque el trabajo lo requiere o porque puedes acceder a la cultura mientras trabajas: por ejemplo, escuchando música, audiolibros o podcasts.

          Supongamos, sin embargo, que tiene entre una y tres horas al día para el ocio, después del trabajo y el estudio. ¿Cómo los usas para adquirir conocimientos generales? La mayoría de los jóvenes utilizan su tiempo libre para las redes sociales, pero esto no tiene por qué ser un obstáculo para adquirir conocimientos: depende de a quién sigas. Se puede pasar el tiempo en las redes sociales siguiendo a influencers de cabeza hueca o a personas que recomiendan libros, arte, películas, series, cómics, videojuegos, etc. También es una buena idea seguir a las personas que publican sobre ciencia, tecnología, cambio climático, política, sociedad, etc. Una pequeña dosis de chismes siempre es saludable, ¡pero no hay que pasarse! Es fundamental leer al menos un periódico (siempre recomiendo The Guardian o El País), consultar sitios web que ofrecen información sobre libros y temas culturales actuales (Lit Hub genial) y que leas libros (aparte de los que necesitas leer para clase).

          Como he explicado aquí muchas veces, la televisión española solía ser un instrumento primordial para potenciar el conocimiento general gracias a su constante emisión de películas y series antiguas (y de documentales), y a la popularidad de los programas en los que los concursantes tenían que demostrar una poderosa cultura general (el principal superviviente hoy en día es Pasapalabra). A partir de 1990, con el inicio de los canales privados, las películas en blanco y negro desaparecieron de la televisión y, en general, todas las películas realizadas antes de 1980. Luego, Netflix comenzó a operar en España en 2015, y los servicios de streaming volvieron a cambiar la forma en que consumimos televisión: principalmente con una fijación por las novedades, con una preferencia por las series sobre las películas y con una calidad generalmente mediocre.          

          Las plataformas de streaming sí llevan clásicos en sus catálogos, y los servicios online de canales públicos, como RTVE, también llevan películas y series más antiguas, pero he aquí el problema: para querer ver, por ejemplo, Lo que el viento se llevó, primero hay que saber que existe. Las bibliotecas públicas, de las que también se pueden tomar prestados DVD, cómics, videojuegos y otros tipos de textos, además de libros, funcionan bajo el principio de que paseas por los estantes y te llevas a casa lo que te llama la atención. Sin embargo, nadie hace esto totalmente al azar. Se necesita tener algún principio organizador personal (las plataformas y los servicios en línea como YouTube, por el contrario, ofrecen contenido preseleccionado basado en un algoritmo). O no. Quizás la mejor manera de adquirir conocimientos generales hoy en día es saltar de una página de Wikipedia a la siguiente. Comenzando con, no sé, Spice Girls, y a ver a dónde te llevan los links.

          Soy una persona curiosa por naturaleza a la que le encanta aprender hechos totalmente inútiles solo por diversión, por lo que adquirir conocimientos generales no es una tarea ardua para mí. Cuando pienso en lo que he hecho para mejorar mi cultura, me vienen a la mente las actividades habituales: leer mucho (libros, periódicos, revistas); ver películas (tanto en la tele como en el cine), series y documentales; visitar exposiciones; ir al teatro; ir a conciertos; escuchar música pop y rock (no sé nada de música clásica…); asistir a festivales y presentaciones de libros; ir a escuchar conferencias. Sé que esto no es popular entre los estudiantes ahora, pero cuando era estudiante no era tan raro que apareciéramos en los despachos de los profesores para charlar. De hecho, esto todavía sucedía en mis primeros años como docente. Por supuesto, la conversación con aquellos que saben más (un maestro, un compañero de clase, amigos, familiares) y quieren compartir sus conocimientos también ayuda. Por cierto, vengo de una familia de clase trabajadora para la que ir al cine estaba bien, pero no ir al teatro, visitar exposiciones y mucho menos asistir a conferencias. Aprendí de un amigo muy querido de clase media que me perdía mucho de interés y tuve que superar mis propios prejuicios, cosa que le agradezco.

          Ahora toca hablar de listas. Llevo listas de los libros que leo, las películas que veo, las exposiciones que visito… todo lo que me ayude a mejorar mi cultura y hacerme un poquito más sabia. De esta manera, ayudo a mi memoria a retener nombres y títulos. También estoy constantemente haciendo listas de libros que quiero leer, películas que quiero ver, exposiciones que visitar, hábito que requiere hacer un seguimiento de las novedades a través de los medios convencionales y las redes sociales. Y he leído muchas introducciones y guías. El difunto Miquel Barceló, profesor de la UPF, escribió una introducción muy popular a la ciencia ficción que creó toda una generación de nuevos lectores de este género en España. Curiosear libros en las librerías también ayuda, por supuesto. ¡Visitad Gigamesh, por favor!

          Entiendo que hay tanta información ahí fuera que es difícil para un joven saber qué tipo de conocimiento vale la pena adquirir. Si no eres curioso por naturaleza, entonces mejorar tu cultura y conocimientos generales implica hacer un esfuerzo que podría no ser gratificante. Algunas personas se conforman, por ejemplo, adquiriendo un vasto conocimiento de un campo pequeño para hablar de lo que les interesa, sin incursiones en conocimientos más generales (esto es tan válido para el fútbol como para la alta costura). Sin embargo, encuentro que cuanto más grande es el conocimiento general de una persona, mejor equipada está esa persona para comprender cómo funciona el mundo.

          En suma, el propósito de adquirir una amplia cultura general es múltiple. Da satisfacción personal, pero también nos equipa para protegernos de la manipulación y el abuso; la cultura es, además, esencial para preservar una clara comprensión de las vidas pasadas. Estos días he estado leyendo, mira qué cosas, un libro sobre Elena Francis, un personaje ficticio (aunque la gente creía que era real) que, entre 1950 y 1984, se convirtió en una especie de influencer combinada con consultora sentimental, a la que principalmente mujeres de clase baja dirigían sus dudas; luego ‘ella’ respondía a una selección de estas cartas en un popular programa de radio diario. Las cartas citadas en el libro Las cartas de Elena Francis: Una educación sentimental bajo el franquismo de Armand Balsebre y Rosario Fontova (2018) son muy dolorosas de leer, ya que revelan una cultura general extremadamente bajo, es decir, una gran ignorancia. Comparando mi vida con la de esas mujeres, debo agradecerles el haber hecho el esfuerzo de adquirir los conocimientos que nos han permitido a nosotras, sus hijas y nietas, estudiar y disfrutar de un futuro mucho mejor.

          En resumen, necesitamos una cultura general sólida para que nadie pueda maltratarnos, como les sucede a muchas personas hundidas deliberadamente en la ignorancia ayer y hoy. La cultura que necesitamos adquirir puede incluir tantos hechos triviales como queramos, pero necesita absorber, sobre todo, las ideas, conceptos y nociones que ayudan a frenar la manipulación, el abuso y la explotación. Y la falta de respeto.

          Os animo, pues, a seguir con vuestra autoeducación.