Esta semana hemos sabido de la muerte de Joan Morales, buen amigo de la Cátedra José Saramago. Ha sido una noticia que nos ha golpeado y que debemos compartir entre toda la red lusófila del CL Instituto Camões de la UAB.

Cuando tuve la responsabilidad (y la suerte) de hacerme cargo de la Cátedra, la entonces directora, Helena Tanqueiro, me dijo que debía ponerme en contacto con dos personas: Francesc Ponsa y Joan Morales, nuestros saramaguistas de guardia. Dicho y hecho, su conocimiento facilitó un montón de contactos y oportunidades para la Cátedra, pero, ante todo, su complicidad y amistad.

Joan, como le gustaba recordar, conoció a la obra de Saramago de manera totalmente impensada o, tal vez, fruto de un destino inaplazable. En su primer viaje a Portugal, viendo que la intercomprensión funcionaba y que se veía capaz de leer un libro en lengua portuguesa, le preguntó a un conductor de autobús (!?) que tenía un libro entre las manos, qué autor portugués le recomendaba. El conductor le mostró la cubierta del libro y, señalando al autor, le dijo: “este: José Saramago”. Joan no se lo pensó dos veces y, obediente, compró un libro. A partir de ese momento, su vida dio un giro. No sólo se convirtió en un lector de Saramago, también en un incondicional saramaguiano. Sintió la necesidad de conocerle personalmente, de escucharle de cerca, de visitar los lugares donde había construido su mundo literario o de solidarizarse en las innumerables causas en las que Saramago luchó.

Joan participó en muchas de las actividades de nuestra Cátedra JS de la UAB. Recuerdo, por ejemplo, su ensayo que colaboramos en su publicación: José Saramago, la revolución de la conciencia (Córdoba, Utopía Libros, 2018), por dos años consecutivos –en plena pandemia– se hizo cargo del club de lectura sobre la obra de Saramago que organizamos con Biblioteques de Barcelona o su contribución al congreso internacional Saramago e o Transiberismo.

Siempre con la sonrisa en los labios y con una mirada limpia, nos ha acompañado desde los inicios de la Cátedra. Echaremos de menos su opinión, su empeño o su generosidad. Decía Saramago que los muertos no acaban de ser muertos mientras haya alguien que se acuerda de ellos. Es de justicia que ahora le tengamos presente y un confort sentirlo al lado.

Jordi Cerdà