Iba a escribir hoy sobre mi cada vez más preocupante adicción a GoodReads. Al final, sin embargo, este post se ha convertido en un mini-ensayo sobre la desprofesionalización de la crítica de libros, basado en una consideración de la influencia tan diversa de las críticas Michiko Kakutani y Emily May, la primera un baluarte de The New York Times y la segunda de GoodReads. No he encontrado ninguna pieza que las conecte o compare, pero animaría a otros blogueros a ampliar la comparación por lo que revela sobre el final de una era en la apreciación literaria que debería preocuparnos a todos nosotros, los amantes de los libros.

            Michiko Kakutani (n. 1955), fue la crítica literaria del New York Times desde 1983 hasta 2017, tarea por la que fue galardonada con el Premio Pulitzer de la Crítica en 1998, “por su apasionada e inteligente escritura sobre libros y literatura contemporánea”. Kakutani, licenciada en Literatura Inglesa por la Universidad de Yale, donde John Hersey fue su mentor, fue inicialmente reportera de The Washington Post y la revista Time, antes de ser contratada en 1979 por el NYT. Durante sus cuatro décadas de permanencia allí, se hizo conocida por sus críticas mordaces, pero también por su apoyo a los escritores cuyas carreras ayudó a lanzar (aunque podía ser brutal en las reseñas de sus trabajos posteriores, que se lo digan a Zadie Smith…). Los escritores temían tanto a Kakutani que, como señala unartículo de Slate: “su nombre se convirtió en un verbo, y los editores se han referido a recibir sus críticas negativas como ‘ser Kakutanizado’”.

            En el mismo artículo, publicado con motivo de su retirada como crítica, Marissa Martinelli escribió que “su voz única era la autoridad, la declaración timesiana del juicio crítico. (…) Publicaba sus reseñas con la serena seguridad de los que siempre tienen la razón” (énfasis original). Cuando Rachel Cooke le preguntó a Kakutani en una entrevista para The Guardian de 2020 sobre el temor que causaba y sobre su sentido de la responsabilidad, ella respondió: “Traté de reseñar cada libro que me llegaba solo por sus méritos. Había empezado en el Times como reportera, y cuando empecé a escribir reseñas, un editor me dio este consejo: piénsalo como una forma de reportaje, pero con el añadido de tu propia opinión cuidadosamente considerada”. Entonces Kakutani solo tenía 28 años, y supongo que integró su petulancia de joven lectora en la personalidad que creó como lo que hoy llamaríamos una influencer y, al ver que funcionaba, la mantuvo. La verdadera Michiko es tan reservada que en el NYT bromeaban diciendo que sabían más sobre J.D. Salinger.

            Kakutani renunció al NYT para convertirse, de todas las posibles opciones, en autora de un par de libros contra Trump, los best-sellers The Death of Truth: Notes on Falsehood in the Age of Trump (2018, traducido al castellano) y The Great Wave: The Era of Radical Disruption and the Rise of the Outsider (2024). También publicó en 2020 Ex Libris: 100+ Books to Read and Reread, que podría ser su respuesta personal a libros como el de Harold Bloom The Western Canon: The Books and School of the Ages (1994). Dejo para otro post si Kakutani se convirtió en la sustituta de Bloom cuando los eruditos profesores universitarios dejaron de ser influyentes entre los lectores. Al parecer, Kakutani deseaba retirarse de la crítica para escribir libros, pero, como Vanity Fair explicó, su despido voluntario formaba parte del plan del NYT de “contratar unos 100 reporteros adicionales”; los despidos también incluyeron “otras notables figuras del Times como Charles Duhigg, Ian Fisher, LaSharah Bunting, Bruce Headlam y Fernanda Santos” en lo que supuso el fin de una era.

            En la nueva era, Kakutani se ha convertido en objeto de críticas mordaces tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales. Dan Kois la ha llamado “sosa” y ha criticado con regocijo su libro de 2024: “Michiko Kakutani, crítica experta, ha revisado los últimos 10 años. Ha leído todo lo que hay que leer en Internet, ha tomado notas extensas y ahora está dando su opinión. Bien, ¿es buena? No, es mala” (énfasis original). En GoodReads los comentarios colocan todos sus libros por debajo de la calificación crítica de cuatro estrellas; The Great Wave, publicado en febrero de este año, solo obtiene una calificación miserable de 3.20, con 133 votos y 27 reseñas, una nimiedad absoluta. Primera lección: un crítico literario nunca debe convertirse en un autor publicado (excepto si se trata de selecciones de sus reseñas). Segunda lección: el poder del crítico literario profesional se ha agotado.

            Debo explicar algunas cosas más antes de llegar a Emily May. En 1995, Amazon introdujo las reseñas y valoraciones de sus clientes, una idea que en ese momento parecía extrema. En un nota un tanto aterradora publicada en agosto de 2023 por Vaughn Schermerhorn, Director de Compras Comunitarias de Amazon, sobre cómo la IA destacará algunos elementos de las opiniones de los clientes, Amazon se jacta de que aunque la idea de dejar opinar a los consumidores “no fue universalmente aceptada, pero fue adoptada por nuestros clientes”. El problema era que, cuando se trataba de libros, otras webs iban ganando terreno: la gran estrella en ascenso era GoodReads.

            GoodReads, Wikipedia informa, fue lanzada en enero de 2007 por Otis Chandler y Elizabeth Khuri Chandler. Atraída por sus 20 millones de visitas mensuales (en julio de 2012), Amazon compró GoodReads el 28 de marzo de 2013, adquisición que desató una avalancha de comentarios negativos sobre cómo esto aumentaría el poder de Jeff Bezos sobre la industria editorial, tal como ha sucedido. Podéis leer el artículo de Wikipedia y otras fuentes para obtener detalles de la interfaz de programación, el motor de recomendación de libros Discovereads y el algoritmo utilizado para recomendar libros. Para mí, el asunto principal es cómo GoodReads ha cambiado radicalmente la forma en que funcionan la reseña de libros, no solo por fenómenos como el review bombing (las cataratas organizadas de críticas negativas) y otros, sino porque no utiliza reseñas profesionales.

            A diferencia de los booktubers o booktokers, que pueden monetizar sus videos (véase, por ejemplo, el artículo de NerdWallet  sobre TikTok), los reseñadores de GoodReads obtienen a lo sumo libros gratuitos para reseñar, sin compensación, aunque pueden, por supuesto, vincular sus reseñas a sus propios canales de YouTube o blogs de libros. En principio esta práctica parece correcta. Sin embargo, el problema es que al regalar sus reseñas, los colaboradores de GoodReads están ayudando a Amazon a extraer datos de forma gratuita y están destruyendo el mercado de la reseña profesional. Como Arvyn Cerézo explicó en Book Riot GoodReads es difícil de monetizar, pero “Es probable que GoodReads y/o Amazon estén obteniendo más rendimiento con toneladas de datos de usuarios que recopilaron a lo largo de los años, y eso es todo lo que importa en la era digital. Pregúntale a Meta”. Es por esto que, aunque abrí una cuenta en 2013, nunca he publicado ninguna reseña. Si tengo que trabajar gratis, prefiero hacerlo en este blog.

            Aquí es donde Emily May entra en este post. Esta mujer inglesa es la miembro más popular de todos los tiempos en GoodReads, con actualmente 6079 libros calificados, 2074 reseñados (sus reseñas son de unas 300 palabras), 150000 seguidores y 648044 votos. En su inactiva cuenta de YouTube, se presenta como la fundadora del blog de reseñas The Book Geek, aunque o ya no está disponible o no he sabido encontrarlo. Según su cuenta en LinkedIn May se unió a GoodReads en 2013, el mismo año en que abrió su blog, aunque su página de estadísticas indica que ya era usuaria años antes. En una entrevista publicada en 2017 en el mismo GoodReads, May se presenta como una nativa de Yorkshire residente en Los Ángeles, donde trabaja “como editora independiente y lectora beta, ofreciendo a los editores comentarios sobre las novelas antes de su publicación”. Lectora de unos 200 libros al año, May espera que sus seguidores encuentren gracias a sus recomendaciones “libros que les encanten. No me importa si es porque leyeron un libro que reseñé positivamente o si vieron algo que les motivó en una reseña negativa mía”. Afirma ser “bastante buena recomendando libros específicos para cada persona que se lo pide” y siente “un gran placer en recomendar autores que me parecen subestimados”, en todos los géneros. Aunque también tiene una cuenta bookstagram, esta es privada.

            No he encontrado ninguna entrevista en la que Michiko Kakutani hable de las reseñas de GoodReads, de los booktubers o de los booktokers, o en la que mencione a Emily May. Sus nombres nunca se solapan, aunque me parece que deberían hacerlo. Ambas mujeres ocupan posiciones similares como reseñadoras de peso cuyas opiniones muchos otros lectores leen, pero pertenecen a mundos extremadamente diferentes. Su influencia (ya que ambas son influencers) se extiende en diferentes direcciones: Kakutani defendía un alto estándar literario en sintonía con los cultos lectores del NYT; May guía a lectores omnívoros como ella, que solo quieren otra buena lectura. Su ventaja, y la de GoodReads, es que reseña todo tipo de libros, no solo novedades sino también libros del pasado (dudo en usar la palabra ‘clásicos’).

            Kakutani se arrogó el poder de hacer o deshacer carreras literarias, mientras que a May esto no le interesa; de hecho, tiene muchos menos prejuicios y, por ello, indirectamente vilipendia a Kakutani por sus muchos escrúpulos. Esto no significa que los colaboradores de GoodReads no tengan estándares; los tienen, pero se refieren sobre todo a su propio placer por la lectura, no a la Historia de la Literatura (anglófona) que les preocupa a los grandes críticos. Los autores en general temen el poder de GoodReads, como es de recibo, pero al menos la plataforma prohíbe los ataques ad homine, cosa que no ocurre en la prensa. Y al revés. Molesto por sus críticas, Jonathan Franzen una vez llamó a Kakutani “la persona más estúpida de Nueva York” y Norman Mailer sugirió que ella estaba en el NYT solo por llenar el cupo de la minoría asiática-americana, insultos que GoodReads no tolera. Allí, la voz de Emily May, por muy poderosa que sea, no es la voz de la autoridad, sino parte de un coro que, eso sí, a menudo suena cacofónico. ¿Por qué debería ser denostada como lo ha sido Kakutani?

            Advierto, pues, a los futuros historiadores de la literatura que este gran punto de inflexión, el paso del relevo crítico de Michiko Kakutani a Emily May, debe ser estudiado en profundidad, en el presente y para la posteridad. May no ha reseñado (todavía) ningún libro de Kakutani, pero sería interesante ver lo que tiene que decir sobre la reina destronada. Por otro lado, sería igualmente interesante ver cómo Kakutani calificaría las reseñas de May, porque aquí está la otra novedad principal: antes de GoodReads, nadie calificaba las reseñas. Emily May no ha destronado activamente a Kakutani, y ella parece haber abdicado por su propia voluntad, pero ha habido una transición, tal vez de una monarquía a una república de las letras, que May preside sin costo alguno para Amazon. En última instancia, Jeff Bezos es el que dirige el espectáculo y se queda con los beneficios. Recordemos que, aunque no es el propietario del NYT, que sigue siendo un elemento crucial con sus listas de libros más vendidos, sí que es propietario de The Washington Post.

            ¿Cómo uso yo misma las valoraciones de Kakutani o May? Pues no les hago caso. Nunca he sido subscriptora del NYT, y no me gustaron las pocas críticas que leí de Kakutani por su insolencia, el peor pecado del crítico poco amable. Tampoco sigo a May, por la sencilla razón de que no sigo a nadie en GoodReads. Creo que la gracia de esta plataforma es la capacidad de fusionar muchas voces en un alboroto muy ruidoso pero también muy rico, y no me importa si una persona cuya opinión leo tiene muchos seguidores o críticas muy bien valoradas. Puede que esté usando la plataforma de mil maneras incorrectas, pero, sucede que soy una reliquia del tiempo anterior a las redes sociales, tratando de lidiar con este loco mundo de la literatura contemporánea lo mejor que puedo.

            Más elucubraciones de las mías la semana que viene…