El debate sobre si la gran fama de alquimista de Arnau de Vilanova fue fundamentada ha durado siglos, pero en la actualidad los estudiosos convienen en considerar totalmente falsa la dedicación de Arnau a la alquimia. Las razones en contra son concluyentes:
- Sus escritos médicos no demuestran más que un interés y unos conocimientos superficiales en la alquimia, y, si se tiene en cuenta que una buena parte del cuerpo alquímico pseudoarnaldiano tiene una orientación médica, la separación tajante entre ambas actividades sería inexplicable.
- La dedicación a la alquimia de Arnau no está documentada por ningún texto coetáneo ni por el inventario de libros encontrados tras su muerte.
- El estilo y la metodología de las obras médicas y alquimícas difieren totalmente.
- Las tradiciones manuscritas del corpus médico y del corpus alquímico se presentan bien diferenciadas.
- El análisis particular de la transmisió textual de los escritos alquímicos del corpus arnaldiano ha ido revelando el carácter apócrifo de cada uno de ellos.
La investigación, pues, se encamina hacia las causas de la atribución de una vertiente alquímica al maestro, análoga a la del corpus pseudoluliano: las principales claves apuntadas hasta ahora (Calvet y Pereira) han sido la investigación farmacológica de Arnau, el profetismo escatológico y el cristocentrismo de sus tratados espirituales, su fama de nigromante, la investigación de la prolongación de la vida y el oro potable en la corte pontificia, así como la posible actividad alquímica de personajes de su entorno cercano (discípulos, seguidores, secretarios y familiares). Otra hipótesis es que el origen de la atribución sería una confusión con el alquimista occitano Perarnau de Vilanova, que sería el autor del primer núcleo del corpus alquímico arnaldiano (Rodríguez Guerrero).
El caso de Pseudo-Arnau no es único: de hecho, la alquimia era un saber que tendía por regla general a la falsa autoría concentrando sus textos bajo la autoridad de grandes nombres de las ciencias antiguas y medievales: el mítico Hermes Trismegisto, Aristóteles, Roger Bacon, Alberto Magno o Ramon Llull. Sin duda las condenas y el descrédito sobre este saber llevaron a los autores reales al anonimato o a la pseudoepigrafía durante mucho tiempo. Y con la atribución a las figuras intelectuales más encumbradas ganaban prestigio y validez intelectual para sus escritos y para un arte marginada y puesta en cuestión por el pensamiento ortodoxo.