2025 está resultando ser uno de los peores años de mi vida como lectora, por dos razones. Una es que cada vez me resulta más difícil encontrar novelas que me interesen, de cualquier tipo. La otra es que desde la elección de Trump, paso al menos dos horas al día leyendo la prensa e interactuando en Bluesky. Ninguna historia de ficción puede competir con la historia real en este momento (para futura referencia, estoy escribiendo en medio de un colapso económico mundial general causado por la imposición de Trump de un sistema de aranceles absurdos que, para empezar, arruinará a muchos ciudadanos estadounidenses).

Desde hace unos años, me encuentro leyendo cada vez más memorias y autobiografías, tal vez porque a estas alturas no soporto las historias inventadas y necesito conectarme con las experiencias de la vida real de otros seres humanos. El año en curso no es una excepción. De los trece libros que he leído hasta ahora (aproximadamente la mitad de mi ritmo habitual…), seis son novelas y siete no ficción, de las cuales cinco son autobiografía: Patriot: A Memoir (trad Arch Tait and Stephen Dalziel) de Alexei Navalny; The House of My Mother: A Daughter’s Quest for Freedom de Shari Franke & Carolyn Ryder; All that Glitters: A Story of Friendship, Fraud and Fine Art de Orlando Whitfield; Question 7 de Richard Flanagan y Hits, Flops, and Other Illusions: My Fortysomething Years in Hollywood de Edward Zwick. No todas son geniales, pero todas tienen mucho que enseñar, de más profundidad que muchas novelas que hoy pasan por obras maestras.

Llevo años pensando en enseñar no ficción, y finalmente ha surgido la oportunidad para 2025-26. Este año ya he incluido la no ficción entre los libros que los estudiantes tuvieron que leer en Contemporary Anglophone Literature (1990-2023), un volumen en el conjunto de cuatro libros que cada estudiante tuvo que reseñar (ver su volumen conjunto https://ddd.uab.cat/record/307453). Personalmente prefiero la narrativa de no ficción, es decir, el reportaje periodístico que narra una historia, o que da cuenta de una investigación. Descubrí, sin embargo, que a los estudiantes les costaba más leer ese tipo de libros, que suelen ser largos (alrededor de 400 páginas) y están llenos de detalles, como si al escritor (generalmente un periodista) le doliera dejar de lado el conocimiento acumulado durante la investigación. La enseñanza no debe ser egoísta, en el sentido de que no se deben imponer a los estudiantes preferencias personales, y he decidido dejar la no ficción narrativa para mi investigación (estoy ya montando un libro). En vista de la experiencia en la Literatura Anglófona Contemporánea, así pues, he decidido centrarme en las memorias y las autobiografías.

Hice un curso como estudiante de doctorado centrado en autobiografías, memorias y otros textos, como cartas y diarios. Recuerdo haber leído La autobiografía de Benjamín Franklin, La autobiografía de Charles Darwin y el volumen de Virginia Woolf Momentos de vida, aunque posiblemente el curso incluía algunos otros textos. Debo haber pasado 25 años sin leer otras memorias o autobiografías, ya que no disfruté particularmente de la asignatura, e identifiqué, de una manera terriblemente edadista, leer ese tipo de libro con ser de mediana edad o mayor. Mi profesora era muy conservadora, y nos perdimos la nueva y sensacional ola de memorias y autobiografías que floreció en la década de 1990 y que ha mantenido el flujo desde entonces.

Aprendí de la Dra. Usandizaga, que así se llamaba, que mientras que la tradición católica no anima a los creyentes a escribir, la tradición protestante sí lo hace. A los puritanos, en particular, les gustaba usar los diarios personales como una herramienta para examinar la relación de uno con Dios y la conciencia. Mientras que en el catolicismo sospechamos de cualquiera que desee compartir su vida en público, pensando que es arrogante y engreído, en el protestantismo compartir la historia de la propia vida no es tan sospechoso. Inicialmente, se suponía que las vidas narradas debían ser ejemplares o sobresalientes de una forma u otra, pero poco a poco el mercado se abrió a cualquiera que tuviera algo que narrar. Y así se produjo todo un diluvio.

Prueba de ese diluvio es que me costó mucho encontrar un curso de memorias y autobiografías como textos literarios, aunque encontré muchos que enseñaban a escribirlas, algunos ofrecidos por universidades y otros por escritores (de credenciales más bien medianas). El profesor Simon Cooke, de la Universidad de Edimburgo, impartió en 2019-20 un curso de postgrado llamado Memorias Modernas y Contemporáneas (véase http://www.drps.ed.ac.uk/19-20/dpt/cxenli11237.htm), con las siguientes sesiones semanales:

1 Introducción: Virginia Woolf, A Sketch of the Past (1939).
2 Experimento modernista: Gertrude Stein, The Autobiography of Alice B. Toklas (1933).
3 Memorias del emigrado: Vladímir Nabokov, Speak, Memory (1951/1966).
4 La raza y la política de las memorias: Richard Wright, Black Boy (1945).
5 Biomitografía: Audre Lorde, Zami: A New Spelling of My Name (1982).
6 Testigo y testimonio: Primo Levi, Si esto es un hombre (1958).
7 Historia familiar: Michael Ondaatje, Running in the Family (1982)
8 Naturaleza: Kathleen Jamie, Sightlines (2012).
9 ‘Memorias de miseria’ y la ética de la elegía: Joan Didion, The Year of Magical Thinking (2005).
10 Viajes / Memorias / Historia: W.G. Sebald, Los anillos de Saturno (1995/1998).

Es sin duda una asignatura muy bella, pero la mía funcionará de manera muy diferente. Mi enfoque, como es habitual en mis asignaturas optativas (olvidé decir que se trata de una optativa de tercero/cuarto), será el siglo XXI. Como hice en Literatura Anglófona Contemporánea, asignaré cuatro libros diferentes a cada estudiante, y tendrán que escribir reseñas (800-1000 palabras) para reunirlas en un libro digital, que sirva de guía a otros lectores. Dividiré las sesiones en dos mitades de 40 minutos, con la primera dedicada a lecciones magistrales (les enseñaré los conceptos básicos del género y una historia), y la segunda a la interacción con sus compañeros. Creo que este método funcionó bien en Contemporánea. Además, al tratarse de una asignatura de segundo semestre, la mayoría de los estudiantes, si no todos, ya habrán cursado Contemporánea y estarán familiarizados con mi estilo de docencia.

Ahora bien, dado que me encontré con tantos cursos sobre la escritura de memorias y autobiografías, he decidido usar mi nueva asignatura para iniciar a los estudiantes en ese tipo de escritura. Tengo algo de experiencia, ya que les pedí a mis estudiantes que publicaran ensayos personales en los libros digitales Addictive and Wonderful: The Experience of Reading the Harry Potter Series (2014), Gender and Feminism: The Students’ View (2015) y Gender and Feminism: The Students’ View, Vol 2 (2018). Para ir sobre seguro, le he pedido a nuestro coordinador de grado su opinión sobre mi idea (¡le gusta!) y también me he puesto en contacto con media docena de estudiantes de cuarto curso cuya opinión valoro altamente. Uno de ellos ya me ha respondido, animándome, pero también aconsejándome que debata el tema con los estudiantes, ya que algunos podrían sentirse incómodos si se ven obligados a escribir un ensayo personal para su evaluación. De hecho, los ensayos en mis tres volúmenes colectivos anteriores no fueron evaluados para la calificación final. Fueron trabajos que los estudiantes acordaron escribir ‘gratis’. La evaluación, así pues, se basará en las cuatro reseñas de los libros asignados, y tendré que negociar el ensayo personal. Pensando en el muy exitoso libro sobre Harry Potter, creo que pediré unas breves memorias sobre la lectura y los libros.

Hablando de estos planes con mi cuñada, que es una lectora entusiasta, me dijo que las memorias y las autobiografías no le atraen porque las ve como ejercicios ególatras basados en la mención de nombres conocidos. Tiene razón al acusar a esos géneros de estos defectos y, ciertamente, el peor tipo de memorias y autobiografías sufre de estas taras. El mejor tipo ofrece una escritura sólida y un enfoque sincero sobre la vida, que incluye preguntas esenciales sobre su significado. En ese sentido, uno de los mejores títulos (aunque no de las mejores autobiografías) es El significado de Mariah Carey. Todas las memorias y autobiografías podrían llamarse El significado de…, seguido del nombre de la persona.

Aparte de las objeciones que planteó mi cuñada, las memorias y las autobiografías tienen una mala reputación como literatura porque muy a menudo están escritas por escritores ‘negros’, reconocidos o no, y a nosotros, los críticos literarios, generalmente no nos gusta este tipo de colaboración. Pronto, por supuesto, habrá tipos aún peores, cuando la gente utilice la IA para dar forma a los escritos sobre su vida (y todos esos cursos caros pierdan sus clientes…). Como lectora, entiendo que pocos escritores no profesionales tienen el talento de escribir solos, sin editor o escritor fantasma, un texto sólido, pero puede suceder. Como crítica literaria, creo que si un texto es bueno, es decir, si recomendarías a los estudiantes que lo lean y escriban sobre el mismo, no me importa mucho si es una colaboración, siempre y cuando esto se haga explícito.

Quizás debería haber empezado por este punto, pero, en principio, una autobiografía abarca toda la vida de una persona, mientras que unas memorias se refieren a un episodio en particular. De todos modos, hay mucha confusión, ya que el plural ‘memorias’ puede ser en la práctica un sinónimo de autobiografía. En ambos casos escritor y protagonista son las mismas personas, mientras que en las biografías no lo son, aunque ahora es común agrupar los tres géneros bajo la etiqueta de ‘escritura de vida’. Confusamente, hay algo llamado autoficción, que solía llamarse ficción autobiográfica, y que también es muy popular en este momento, especialmente entre novelistas con poca capacidad para imaginar la vida más allá de su experiencia (un novelista autoficcional es para mí un oxímoron).

Nunca escribiría mis memorias, siendo una persona muy reservada (criada, además, en un país católico), y por eso me fascina la disposición de la gente a compartir sus vidas, a menudo con detalles muy íntimos. Mi profesora, la Dra. Usandizaga, solía decir en el curso que he mencionado, que todo el mundo pasa más o menos por las mismas etapas y por lo tanto no hay nada 100% privado. Entiendo su punto de vista, pero no lo comparto. Creo que el objetivo de las memorias y las autobiografías es subrayar que, aunque la vida aquí en el planeta Tierra es generalmente la misma para todos los seres humanos, las experiencias de cada persona son diferentes, incluso cuando se habla de las mismas etapas. Las memorias y las autobiografías tienen, además, la función de decirle a los lectores que no están solos. Algunas experiencias son singulares pero los lectores pueden encontrar en ellas o en otras menos singulares consuelo y compañía. Yo, por ejemplo, lo encuentro en las memorias de mujeres que se desclasaron a través del estudio a pesar de haber sido criadas por padres horribles. No tengo el coraje de contar esa historia, pero me hace feliz que otros lo hayan hecho, y me ayuda.

Estoy muy contenta de tener la oportunidad de enseñar memorias y autobiografías del siglo XXI y espero que, con suerte, los estudiantes respondan a mi alegría.