Arnau de Vilanova fue el principal artífice en la Universidad de Montpellier del movimiento que, en la Europa latina de finales del siglo XIII provocó una gran renovación de los estudios y de la práctica médica por medio de la aparición de las obras de Galeno y del galenismo árabe desconocidas hasta entonces en Occidente, conjunto que se ha denominado el “nuevo Galeno” (García-Ballester).

Galeno, médico griego nacido en Pérgamo y que ejerció en Roma (129-210/216 d. C.), elaboró una síntesis médica que fundamentó en la tradición hipocrática, en Aristóteles y en otros autores así como en su propia experiencia investigadora y clínica. Su amplísima obra fue la base del galenismo, un movimiento iniciado en la antigüedad tardía, que lo sistematizó y lo transmitió en forma de un doctrina unificada. El galenismo se convirtió en la corriente dominante de la medicina culta hasta el siglo XVII. El galenismo se fundamenta en el principio filosófico de que en la naturaleza hay cuatro cualidades –caliente, frío, seco y húmedo–, cuya combinación da lugar, en el cuerpo humano, a los cuatro humores –sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla. La mayoria de las enfermedades surgen del desequilibrio en la cantidad, la proporción o las cualidades de los humores. Por lo tanto, la misión del médico es restituir el equilibrio perdido con los medios a su alcance. En primer lugar recurre a la dieta, entendida como régimen de vida: regula no solo la alimentación del paciente sino también todas sus actividades diarias –lugar donde vivir, trabajo, ejercicio, baños, sueño, etc.–; a continuación se sirve de tota una amplia y compleja gama de medicamentos principalmente de base vegetal y solo como último recurso a la cirujía. Otra indicación terapéutica muy frecuente es la sangría o flebotomía.

Con la caída del Imperio romano de Occidente el saber médico antiguo decayó en el oeste y solo se conservaron rudimentos en los monasterios. Por el contrario el galenismo se mantuvo en el mundo bizantino. De Constantinopla fueron desterrados por herejía en el siglo V los nestorianos, primero en la siria Edesa y más tarde en la persa Gundišapur, ciudades en las cuales se tradujeron al sirio y al persa los tratados griegos en las diversas ciencias. Cuando, en el siglo VII, los musulmanes conquistaron todo Oriente Próximo, las ciencias griegas, con influencias orientales, pasaron al Islam traducidas al árabe. Así, en el ambiente cosmopolita y tolerante de Bagdad florecieron las ciencias en lengua árabe. Pero los intelectuales árabes no se limitaron a transmitir los conocimientos de los antiguos sino que a menudo los ampliaban con sus propias aportaciones. En medicina se elaboraron grandes síntesis como el Canon de Avicena o el Colliget de Averroes, que tendrán una gran influencia en Occidente.

Las vías de transmisión de las ciencias antiguas -filosofía natural, medicina, matemáticas, astronomía, astrología- en la Europa latina fueron las penínsulas Itálica e Ibérica por su proximidad con el mundo árabe. Italia, además, se benefició de su contacto con los bizantinos. En la Península Ibérica la asimilación sistemática de las ciencias grecoarábicas tuvo lugar en Toledo, donde en el siglo XII intelectuales cristianos tradujeron a Aristóteles, a Galeno y a los grandes médicos árabes del árabe al latín, con la ayuda de judíos y mozárabes. La actividad traductora desde el árabe se dió también en otros lugares como el Valle del Ebro, Barcelona o Montpellier. Con el tiempo las ciencias grecoarábicas se difundieron por toda Europa a través de las universidades, que surgieron desde finales del siglo XII. En estos nuevos centros de enseñanza todos los estudios se impartían sobre una base aristotélica, y la medicina encontró un lugar propio, gracias al cual entraría en el sistema de ciencias escolásticas y mejoraría su prestigio social.

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Ilustración: Folio de una versión hebrea del Canon de Avicena con escenas de distintas medidas terapéuticas (s. XV), Biblioteca Universitaria, Bolonia, ms. 2197.
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