El ritual centrado en la cabeza no se detenía ahí, sino que proseguía tiempo después con la separación de los cráneos una vez el cuerpo habla quedado reducido al esqueleto, y su posterior colocación en ciertos puntos periféricos de la cámara mortuoria.
Se ha documentado un ceremonial complejo que incluía la manipulación y el corte de mechones de cabello pertenecientes a ciertas personas fallecidas, y su introducción en pequeños envases cilíndricos de madera o de asta de bóvido.
A inicios del I milenio antes de nuestra era se produjo un incremento cualitativo y cuantitativo de las ofrendas funerarias, que pasaron a incluir con mayor frecuencia piezas metálicas, casi siempre adornos (torques, brazaletes, agujas, cuentas de collar, “pectorales“). Sin embargo, aunque datos como éste inducen a pensar en el desarrollo de diferencias en el acceso a la riqueza, por ahora sería exagerado afirmar la existencia de clases sociales.