El ámbito sanitario tiene una larga tradición en el uso práctico del aprendizaje entre iguales o entre colegas. Al igual que la mayoría de profesionales sanitarios, las enfermeras y enfermeros aprenden de colegas más expertos. El saber enfermero se transmite así a partir de la interacción entre profesionales; entre éstos y los estudiantes de la disciplina o entre profesionales y pacientes.
La práctica del cuidado es, antológicamente, similar a la práctica educativa. A pesar de que ambas prácticas persiguen objetivos diferentes, tienen en común que son actividades donde existe un alto grado de incertidumbre, ambigüedad y apertura. Además, están reguladas por normas éticas y se desarrollan a través de procesos deliberativos de comprensión y construcción de significados entre los participantes (profesor – alumno; enfermera – persona cuidada).
El cuidado puede considerarse una forma típica de práctica interpersonal en la cual, diariamente, los profesionales se enfrentan a situaciones problemáticas que han de resolver y, donde la ayuda y la opinión de los colegas, a parte de ser muy valiosa, es del todo necesaria. Esta ayuda puede llegar mayoritariamente a través de la interacción uno a uno o en grupos. La mayor parte de la actividad enfermera se desarrolla en un entorno de trabajo multidisciplinar en el que la coordinación se hace imprescindible para garantizar la calidad de la atención a la salud.
Los profesionales de enfermería aprenden a partir de la interacción con otros colegas, y la colaboración entre ellos se convierte en una herramienta imprescindible para favorecer una práctica reflexiva, un recurso esencial para lograr la máxima eficacia profesional y la mejora permanente de la práctica enfermera. Eso repercutirá positivamente en los sujetos a quien atiende (alumnado o pacientes).
Las enfermeras que trabajan juntas tienen la oportunidad de compartir su experiencia, asignando significados, realizando abstracción de conceptos y de principios y transformando su actividad práctica. Es en este espacio donde se produce la socialización y la asunción de valores profesionales. La colaboración entre los profesionales se traduce en unas relaciones más positivas y solidarias. Eso produce un mayor compromiso para conseguir el bienestar del paciente. El soporte técnico y emocional que ofrece la interacción colaborativa permite dar cuidados más seguros, de mayor calidad y más adaptados a las necesidades reales de las personas cuidadas. Los pacientes, las familias y la comunidad se beneficien de este tipo de interacción por el hecho de ser atendidos por profesionales con una autoestima más elevada y más motivados por el cuidado.
Ahora bien, no por poner juntos a dos colegas existirá un trabajo colaborativo. Es muy importante no confundir el trabajo colaborativo con un esquema de trabajo donde “todos hacen de todo”. La interacción colaborativa exige que la contribución individual esté bien definida y que cada profesional tenga clara cuál es la responsabilidad que ha de asumir y los objetivos a lograr. Se requiere de una disposición de compromiso y de respeto en relación con el/la colega o con el grupo en el cual se interactúa.
En el ámbito de la educación enfermera, el aprendizaje cooperativo, se perfila como el instrumento idóneo para desarrollar las habilidades de interacción y trabajo en equipo necesarias en la práctica profesional.