Contra-relatos del odio

Hay que ayudar al alumnado a deconstruir los relatos del odio en un proceso que comienza por identificar el conflicto y contextualizarlo. Se deben identificar a las personas que intervienen, valorar los argumentos que se ofrecen e interpretar las emociones que entran en juego. La metacognición hace referencia a las capacidades para pensar cómo pienso y, al mismo tiempo, la empatía para pensar cómo piensan los demás.

No obstante, los contrarelatos surgen como consecuencia de los relatos del odio, por lo que en primera instancia lo que hay que investigar son las causas del odio, sus orígenes y aquello que lo mantiene.

 

A. El discurso del odio

La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (marzo de 2016, recomendación 15) propone definir el discurso del odio “como fomento, promoción o instigación, en cualquiera de sus formas, del odio, la humillación o el menosprecio de una persona o grupo de personas, así como el acoso, descrédito, difusión de estereotipos negativos, estigmatización o amenaza con respecto a dicha persona o grupo de personas y la justificación de esas manifestaciones por razones de raza, color, ascendencia, origen nacional o étnico, edad, discapacidad, lengua, religión o creencias, sexo, género, identidad de género, orientación sexual y otras características o condición personales”.

Parekh (2006) distingue cuatro características en el discurso del odio:

a) delimita a un individuo o grupo a partir de una serie de características;

b) lo estigmatiza adjudicándole una serie de cualidades consideradas indeseables;

c) generaliza el estereotipo de tal forma que se considera que siempre está presente en todos los componentes del grupo;

d) se excluye al grupo de las relaciones sociales normales, se considera que no pueden observar con normalidad las reglas de la sociedad y su presencia es hostil e inaceptable.

Una de las cuestiones fundamentales que están en el origen de los discursos del odio es la creación de la “imagen del enemigo”. La creación de la imagen del enemigo significa que se construye una idea de una persona o grupo de personas a los cuales se les culpa de todos los males y a los que se les desea lo peor, porque se considera que amenazan la forma de vida, los valores y la identidad. Estos aspectos han sido estudiados desde hace tiempo por parte de la sociología, que ha analizado las características de la imagen del enemigo, que puede ser una persona o un grupo. Un ejemplo ya clásico es Spillmann y Spillmann (1991) quienes distinguen una serie de actitudes en la creación de la imagen del enemigo:

  • Desconfianza: todo aquello que proviene del enemigo es malo o engañoso.
  • Culpar al enemigo: es culpable de las tensiones existentes y de todo aquello que la situación tiene de negativa.
  • Actitud negativa: todo lo que hace el enemigo es con la intención de perjudicarnos.
  • Identificación con el mal: el enemigo representa todo lo contrario de lo que somos y de todo aquello por lo que luchamos, quiere destruir lo que más queremos, y por lo tanto debe ser destruido.
  • Simplificación negativa: todo aquello que beneficia al enemigo nos perjudica, y viceversa.
  • Negación de la individualidad: todo lo que pertenece a un grupo determinado es automáticamente nuestro enemigo.
  • Negación de la empatía: no tenemos nada en común con nuestro enemigo; ninguna información nos hará cambiar nuestra percepción del enemigo; los sentimientos humanos y los criterios éticos hacia el enemigo son peligrosos.

Estas actitudes, demasiado comunes, demuestran la importancia de la empatía, negarla significa obviar la posibilidad de solucionar los conflictos. Es algo evidente incluso si se piensa en los conflictos interpersonales y cotidianos. Cuando alguien se pone en el lugar de la otra persona ya está iniciando un proceso de comprensión de su actitud, de sus condicionantes o de sus intenciones. Es en este momento cuando está en disposición de caminar hacia la solución del conflicto, pero las capacidades para la empatía no son fáciles de adquirir y menos de llevar a la acción (Yuste, 2017).

 

B. La enseñanza de los contrarelatos del odio

El discurso del odio constituye en la actualidad una de las grandes preocupaciones en Europa y en el mundo, ya que refleja la intolerancia y la xenofobia que existe en una parte de la sociedad hacia determinadas culturas, identidades, personas o grupos (Consejo de Europa, 2017). En este sentido, el Consejo de Europa ha iniciado diversos programas para trabajar a favor de los contrarelatos del odio en educación. El propósito es hacer consciente al profesorado de la existencia de un problema muy grave, que es el origen de conflictos sociales, de un tipo de violencia y de actitudes antidemocráticas en muchos países.

Desde el Consejo de Europa se promueven campañas para luchar contra los relatos del odio en las redes sociales, a partir de la educación en los derechos humanos, la participación democrática de la juventud y la iniciación al análisis crítico de los medios de comunicación. Su objetivo es limitar el discurso del odio y combatir el racismo y todo tipo de discriminación a través de Internet (Consejo de Europa, 2014).

La enseñanza de las ciencias sociales podría ser un instrumento para revertir este tipo de actitudes, si estuviera al servicio de la convivencia y de los derechos humanos, pero demasiadas veces en la mayoría de países no es así, como señala Farida Shaheed (2013, 10) en su informe sobre los derechos culturales para la Asamblea de las Naciones Unidas: “Tras el cese de los conflictos armados (y, a veces, incluso en el curso de los conflictos), los manuales de historia pueden tener una nueva misión: la de echar las bases de una posible “retribución” futura por acontecimientos pretéritos. La enseñanza de la historia puede servir como “continuación de la guerra por otros medios”, dado que los libros siguen proyectando la imagen del enemigo y preparan a las generaciones futuras para continuar las hostilidades, e incluso el pasado más antiguo se reajusta para acomodarse a las necesidades de la política contemporánea y del conflicto futuro”.

Como ya se ha dicho con anterioridad, en la era digital la creación de opinión pasa necesariamente por el uso de las redes sociales y los medios digitales. Muchas de las opiniones y actitudes que se expresan y muestran se configuran a partir de la existencia de relatos de odio en medios digitales hacia personas, grupos minoritarios u otras comunidades. Es importante que el alumnado y el profesorado sea consciente de la existencia de estas narrativas degradantes y sepa identificar y combatir estos relatos para superar las ideologías camufladas detrás de los discursos como el machismo, la islamofobia, el racismo, la xenofobia, la aporofobia, la apología del terrorismo, la homofobia.

Es imprescindible educar en la formación del pensamiento crítico para detectar los relatos del odio que están presentes en los medios y ser capaz de construir relatos a favor de los derechos humanos y la justicia social. El propósito es educar en la racionalidad por encima de la presencia de las emociones y en el fortalecimiento de una ciudadanía democrática, solidaria y respetuosa, ya que en un mundo globalizado como el actual, donde las redes sociales, los medios de comunicación de masas, los discursos de odio y la posverdad forman parte del día a día, es imprescindible formar el pensamiento crítico (Santisteban y González Valencia, 2013). Hay que ser consciente y reflexionar sobre el papel de las emociones en la construcción de estos relatos y comprender la importancia del uso de la racionalidad en su argumentación.

Es necesario que en las escuelas se trabaje con los discursos del odio presentes en los medios de comunicación o en las redes sociales. Desde la enseñanza de las ciencias sociales se debería incidir en la formación del pensamiento crítico para leer la realidad social, pero teniendo en cuenta que debe ser un pensamiento dialéctico para conectar al alumnado con sus vivencias y sus conocimientos sobre los problemas sociales (Ross, 2004). Solo así se podrán integrar las diversas representaciones del mundo para crear una síntesis comprensiva, ya que el pensamiento dialéctico establece cuatro tipos de relaciones:

(a) identidad / diferencia;

(b) interpretación de los opuestos;

(c) cantidad / calidad;

(d) contradicción, lo que fomenta el análisis crítico de la información.

El contrarelato del odio debe ser una narración divergente que muestre las contradicciones y los estereotipos del relato establecido, y debe tener como horizonte los derechos humanos y los valores democráticos, como el respeto a la diferencia, la libertad y la igualdad. El contrarelato debe ayudar a interpretar el papel de las emociones en los relatos del odio y debe ofrecer información para oponer la razón a la irracionalidad.