Literacidad crítica

La “critical literacy” nace de la tradición de los estudios sociales en Estados Unidos, pero también en Inglaterra, Australia o en los países del norte de Europa. Esta línea de investigación aparece con la finalidad de superar los trabajos sobre el desarrollo del pensamiento crítico de los años 80 y 90 del siglo pasado, que acabaron describiendo una gran cantidad de habilidades de pensamiento, pero que no significaron una alternativa crítica de tratamiento de los problemas sociales. Aunque la literacidad crítica nace en los estudios sociales, en España apenas existen investigaciones desde la enseñanza de las ciencias sociales, la geografía y la historia.

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La literacidad crítica se podría definir como: “actual and possible social practices and conceptions of reading and writing enable human subjects to understand and engage the politics of daily life in the quest for a more truly democratic social order” (Lankshear & McLaren, 1993).  La práctica discursiva de la literacidad crítica, de alguna manera, organiza el pensamiento para la acción, e implica, por tanto, un aprendizaje eminentemente político y para la participación.

La investigación en literacidad crítica se basa en la reflexión sobre la intencionalidad del discurso en el contexto educativo. Diversos grupos, en todo el mundo, investigan el papel de este tipo de literacidad en el proceso de enseñanza y aprendizaje de los diferentes contenidos curriculares. Aunque esto es así, es en los estudios sociales donde la ideología del discurso adquiere su significado más claro y evidente. Son los problemas sociales donde la ideología aparece asociada con más frecuencia a la información que se ofrece, para identificar, analizar o interpretar el problema o para ofrecer soluciones. La tradición desde la enseñanza de la historia, la geografía o las ciencias sociales nos ofrece ejemplos que hemos de recuperar, por ejemplo Tulchin (1987) o Van Dijk (1993, 1999).

La literacidad crítica no es ni un método ni un conjunto de habilidades que deben aprenderse, como escribe McDaniel (2004), es una manera de pensar y una manera de vivir. Se trata de enfrentarse a cualquier tipo de información, a cualquier texto o relato, sobre el pasado, el presente o el futuro, analizando su naturaleza, como hecho u opinión, su veracidad, su fiabilidad, su intencionalidad y sus silencios. El objetivo es ser capaz de afrontar los problemas sociales, a partir del debate y la argumentación, para formar un juicio propio y tomar decisiones para intervenir socialmente.

Las investigaciones afirman que el término lectura ya no es suficiente para designar el proceso de decodificación de la información sobre problemas sociales o temas controvertidos: “La literacidad crítica pretende formar lectores que además de saber decodificar, interpretar un código, mostrar una competencia semántica y pragmática, es decir, comunicativa, sepan asumir un rol de crítico o analista identificando las opiniones, valores, intereses del texto en la línea de la corriente del Análisis Crítico del Discurso.” (Wodak y Meyer, 2003: 87).

Toda información tiene una ideología que puede influenciar nuestros pensamientos y nuestras acciones. En un mundo saturado de informaciones resulta muy necesaria la literacidad crítica en la enseñanza y aprendizaje de las ciencias sociales, porque sólo el análisis crítico puede arrojar luz a las relaciones de poder y dominación que emergen de los textos sociales. Van Dijk (1999: 26) considera que la postura crítica frente al discurso contribuye a la resistencia contra la desigualdad social.

En nuestra investigación sobre la interpretación de problemas y conflictos contemporáneos, pretendemos relacionar la literacidad crítica con cuestiones socialmente vivas o temas controvertidos, como la pobreza, las víctimas de las guerras, los refugiados y refugiadas, los muros en el mundo, el racismo o la violencia contra las mujeres, desde una concepción de la ciudadanía crítica global. Consideramos, en este sentido, que la enseñanza de las ciencias sociales, la geografía y la historia, deben jugar un papel muy importante para formar una ciudadanía global y democrática, para trabajar por la justicia social y para denunciar la invisibilidad de personas o grupos humanos, en la práctica social de la lectura y escritura de contenidos propios de las ciencias sociales.

La literacidad crítica se inscribe en un marco teórico enraizado en la pedagogía crítica de Paolo Freire, en los años 70 del siglo pasado, que pretendía leer la palabra y el mundo para dar, en la educación ciudadana, un apoderamiento al alumnado. Las colaboraciones del pedagogo brasileño con Donaldo Macedo e Ira Shor señalaron el camino de la literacidad para la reflexión y la acción (Freire y Macedo, 1989). Y a partir de los años 80, investigadores en didáctica de la lengua como Kress, Street y Gee, desarrollaron este concepto a partir del análisis crítico del discurso.

Este término de “literacidad crítica”, apareció, por primera vez, en el título de un libro, con la publicación en 1993, de Critical Literacy: Politics, Praxis and the Postmodern, de Colin Lankshear y Peter McLaren. Esta obra subrayaba la multiplicidad de literacidades y las relaciones del lenguaje con el poder, de manera que la literacidad crítica no se reduce a un enfoque unitario, sino a “actual and possible social practices and conceptions of reading and writing enable human subjects to understand and engage the politics of daily life in the quest for a more truly democratic social order” (Lankshear & McLaren, 1993). La práctica discursiva de la literacidad crítica, de alguna manera, organiza el pensamiento crítico y creativo para la acción, e implica, por tanto, un aprendizaje eminentemente político. O dicho de otro modo, la literacidad crítica se ocupa de la práctica social del lenguaje para pensar y actuar en la sociedad. Hay una relación en la práctica social, el uso del lenguaje y el poder (Knobel, 2007). “This is where critical literacy begins –words that question a world not yet finished or humane. Critical literacy thus challenges the status quo in an effort to discover alternative paths for social and self-development.” (Shor, 1999:1).

Más que la habilidad de leer y escribir, la literacidad es una práctica social, que se da en una cultura, en un contexto, en concreto. “Critical literacy is the process of questioning how a word or a concept is commonly used and potentially creates worldviews and ideologies that trap us into hegemonic actions” (Wallowitz, 2008:34). La literacidad crítica es un proceso de reflexión de las relaciones de poder y discurso. La práctica discursiva organiza el pensamiento para la acción, e implica una enseñanza y aprendizaje eminentemente políticos: “the teaching of words cannot be separated from encouragement to action” (Searle, 1998:2). Esto representa una manera de entender las prácticas sociales de acuerdo con los contextos, el discurso y las relaciones de poder, es decir, se organiza el pensamiento para la acción.

El proceso de literacidad exige un aprendizaje de la resistencia delante de las relaciones de poder y dominación de los textos (McDaniel, 2004; Wallowitz, 2008). La resistencia es un factor clave para poder dudar de la información y formar, de este modo, una conciencia crítica para la acción. Cualquier texto es creado por una persona, que tiene una intencionalidad, unas identidades, y un poder para influenciar en el pensamiento y acciones de otras personas. Este cuestionamiento del mundo a través de la palabra es el aspecto central de la literacidad crítica. Se problematizan, pues, las relaciones del poder en el discurso (Mulcahy, 2008:16). Y esto no puede ser una opción más en el aprendizaje de las ciencias sociales (Kellner & Share, 2007:1; Bolgatz & Colleary, 2008:129).

Se pone el acento, en la literacidad crítica, en los conceptos de ideología, poder e identidad que se ligan a la práctica social de la lectura y escritura, a partir de los problemas sociales relevantes o temas controvertidos:  “critical literacy is less the property of an individual (something someone “has” or does not have) and more an enactment of a certain someone at a particular time in a particular context for particular purposes” (Petrone & Borsheim, en Wallowitz, 2008:203). El enfoque no está en las habilidades cognitivas, como en los programas clásicos de formación del pensamiento crítico, sino en la reflexión sobre los diferentes contextos socioculturales donde se realizan estas relaciones inextricables de poder y discurso. “What brings criticality to the concept of literacy is whether it encourages reflection on and problematizing of dominant cultural discourses” (Pennisi, 2008:209).

Todas las prácticas sociales son construidas, incluyen representaciones y clasificaciones de valores o normas sociales, pero excluyen otras representaciones y normas, que quedan totalmente invisibilizadas. Uno de los objetivos, pues, de la literacidad crítica es analizar a los y las invisibles y darlos a conocer. Por ejemplo, los alumnos y las alumnas pueden estudiar la vida de los nativos americanos desde la reflexión de conceptos como prejuicio, opresión y genocidio (Wolk, 2003). Este análisis de la ideología, des de la perspectiva crítica, es la base de la literacidad crítica.

En definitiva, el estado actual de los conocimientos científicos en la investigación en didáctica de las ciencias sociales, se centra en el análisis crítico del discurso para analizar las ideologías y tomar un posicionamiento.  Podemos decir que la literacidad crítica supera la lectura inferencial y el dominio de habilidades: “In addition to promoting the value of social studies in the classroom and in society, teachers of critical literacy stress that texts have more than one interpretation and that varied perspectives should be considered” (Soares & Wood, 2010:487). No se reduce, pues, a un conjunto de métodos o estrategias para analizar o interpretar un texto, sino que supone una visión crítica del mundo delante de los discursos, informaciones y textos sobre los problemas sociales. “Critical literacy helps teachers and students expand their reasoning, seek out multiple perspectives, and become active thinkers” (McLaughliny & DeVoogd, 2004:52).

La asociación australiana de educadores en Literacidad, la Australian Literacy Educators’ Association (ALEA), reconoce “the critical role literacy plays in learning and communicating in all curriculum areas, and for effective participation in society”. Esta asociación educativa, afiliada con la International Reading Association (IRA), contribuye a la investigación con proyectos sobre el papel crítico de la literacidad a todas las áreas del currículum, para favorecer una participación efectiva en la sociedad democrática. En New Zealand, destacamos el Critical Literacy Research Team, liderado por Susan Sandretto, especializada en investigación en literacidad crítica desde hace diez años, en la University of Otago. El curso 2006-2007 llevaron un proyecto con cuatro escuelas de primaria, un centro de secundaria y dieciséis maestros, para integrar la Literacidad crítica a las prácticas educativas de la escuela: “A collaborative self-study into the development and integration of critical literacy practices”.

En EEUU, hay que destacar la asociación Literacy Research Association (LRA). “The Literacy Reserach Association is a community of scholars dedicated to promoting research that enriches the knowledge, understanding, and development of lifespan literacies in a multicultural and multilingual world”. Esta asociación de investigadores incluye la revista Journal of Literacy Research. En segundo lugar, cabe subrayar que hay mucha investigación en este tema por diferentes autores. Por ejemplo, el doctorado en Educación, en Walden University, contempla la especialización en liderazgo en literacidad: “The Reading and Literacy Leadership specialization recognizes literacy as a driving force in effecting positive societal change”. Por otro lado, la página web Critical Literacy in Social Studies, creada por Rachel Briles en la University of Texas, presenta diversos recursos didácticos sobre Literacidad crítica para maestros de ciencias sociales en educación primaria.

En Europa, la investigación en Literacidad crítica está presente en países con una gran tradición de formación democrática. En Noruega, por ejemplo, existe un programa en Doctorado en Estudios de Literacidad, en la Universidad de Stavanger. Además, en la Universitat de Umeå, en Suecia, está el grupo de investigación Literacy Research in Umeå School of Education (LITUM), con Eva Lindgren y Berit Lundgren, “include historical literacy research, reading, writing, reading and writing difficulties, and multiliteracies”. Cabe señalar el Reino Unido, dónde el grupo Information and Critical Literacy, en Escocia, describe la Literacidad crítica de la información: “people are information literate if they know when they need information, and are then able to identify, locate, evaluate, organize and effectively use the information to address and resolve personal, job-related or broad social issues and problems”. En Inglaterra, el Lancaster Literacy Research Centre, se investiga sobre Literacidad en todas las áreas de la vida social. El Centre for the Study of Literacies at the University of Sheffield, con Julia Davies & Kate Pahl, se basa en problemas socialmente relevantes, como las migraciones y las identidades: “issues such as migration and new emerging identities and contexts within contemporary society in relation to texts, practices and communication”.